Nota del editor: Errol Louis es el presentador de Inside City Hall, un programa político nocturno del canal de noticias de Nueva York, NY1. Las opiniones expresadas en este comentario son exclusivamente las del autor.
(CNN) – Como el principal candidato de un grupo fragmentado de aspirantes presidenciales republicanos, Jeb Bush enfrenta dos grandes retos: la necesidad de sacar provecho de las profundas conexiones políticas de su familia —sin ser preso de las mismas— y tratar de ganar en un Partido Republicano que —según el propio Bush ha insinuado— podría ser demasiado ideológico para ganar las elecciones nacionales.
¡Ah!… y en el camino, también necesitará ofrecer soluciones confiables para problemas que incluyen el aumento de ISIS, una economía lenta que no está generando suficientes buenos empleos, un sistema de inmigración accidentado… y un capital colapsado que hace que encontrar intereses comunes sea casi imposible.
Esa es una tarea difícil, pero en una concentración estridente en una universidad comunitaria de Miami, Bush dijo que aceptaría el desafío.
“Llevaré a cabo la campaña como lo haría en mi mandato: ir por todas partes, hablar con todo el mundo, mantener mi palabra, enfrentar los problemas sin pestañear y mantenerme firme ante lo que creo”, les dijo a los simpatizantes. “No subestimaré nada ni a nadie. Llevaré a cabo la contienda presidencial con el corazón. Me postularé a la presidencia para ganarla”.
Ganar la nominación republicana no es algo garantizado. El esfuerzo de Bush por construir un fondo de financiación de 100 millones de dólares no evitó que otros republicanos se postularan a la presidencia; de hecho, ni siquiera detuvo a su compañero de Florida, el senador Marco Rubio, de anunciar su nominación a la presidencia.
“Él simplemente no ha satisfecho el nivel de expectativa que esperábamos de un Bush”, dijo el senador John McCain, quien apoya para la presidencia a Lindsey Graham, senador por el estado de Carolina del Sur. McCain se refería a las recientes respuestas en las que Bush titubeó y anduvo con rodeos cuando se le preguntó si la invasión que su hermano hizo en Iraq fue, en retrospectiva, un error.
El comentario de McCain refleja que la realidad es que Bush tiene que hacer malabares con los beneficios y cargas de ser el hijo de George H.W. Bush, el presidente número 41, y el hermano de George W. Bush, el presidente número 43.
En cuanto a los beneficios: Bush puede aprovechar al instante tres generaciones de funcionarios republicanos electos, donantes, organizadores de campo e intelectuales que eran leales a uno o ambos gobiernos anteriores de los Bush.
En relación a la carga, a Bush se le relaciona con los errores de las administraciones pasadas. Ambas presidencias de los Bush incluyen el envío de tropas estadounidenses a guerras costosas y controvertidas en el Golfo Pérsico. En su anuncio de campaña, una de las primeras promesas de Jeb Bush fue revolucionar la economía a un nivel de crecimiento del 4%… una idea presentada prominentemente en el sitio web del Instituto George W. Bush y es un recordatorio de quién estaba en la Casa Blanca cuando ocurrió la crisis económica del 2008.
Con todo, es mucho mejor ser Bush que casi cualquier otra persona en el campo republicano: en esta etapa del juego, el dinero en efectivo y los contactos son los que mandan.
Espera a que Bush tome de ejemplo el manual de estrategias que Mitt Romney usó en el 2012 y aproveche la recaudación de fondos para montar ataques devastadores contra cualquier republicano que amenace su posición al frente del grupo. Si la historia sirve de guía, Bush tiene una excelente oportunidad de llevar su super PAC de 100 millones de dólares a una victoria en las primarias.
En cuanto a la carga emocional que se deriva de ser parte de la familia más prominente en la política estadounidense, la respuesta a corto plazo de Jeb Bush para el dilema es señalar sutilmente la independencia de su padre y su hermano —ninguno de los dos estuvo presente en su anuncio y su icono de campaña “¡Jeb!” de forma conveniente deja fuera el famoso apellido— al mismo tiempo que destaca su singular historia personal y su éxito político como un competente gobernador durante dos mandatos de Florida.
Un fluido español le permitió a Bush presumir su matrimonio con su esposa de origen mexicano, Columba, al igual que un discurso sincero de su hijo birracial, George P. Bush, quien es el comisionado del territorio de Texas.
“Él representa al nuevo Estados Unidos. Él representa al nuevo Partido Republicano”, así fue como el senador estatal Don Gaetz, un legislador conservador del enclave de Florida, describió a Bush en la concentración. “Antes de Jeb Bush, los republicanos nunca ganaron el control [tanto de la mansión del gobernador como de las dos cámaras de la legislatura]. Desde Jeb Bush, los republicanos nunca han perdido el control”.
Ese es un poderoso argumento que incluso los partidarios republicanos más conservadores tendrán que respetar. El éxito político de Bush en el estado más indeciso le da la autoridad para hacer retroceder al ala del partido del té de su partido.
“Las campañas deben girar en torno a escuchar, aprender y mejorar. Yo creo que hemos perdido nuestro rumbo”, dijo en un discurso el año pasado. “No estoy siendo crítico de mi partido, pero las campañas en sí son un reflejo de este nuevo Estados Unidos”.
¿Dónde pronunció esas palabras que describen una posible ruta de los republicanos hacia la Casa Blanca? En el College Station, Texas, en la Biblioteca y Museo Presidencial de George Bush.