Frida Ghitis es columnista de asuntos internacionales para el Miami Herald y World Politics Review y es exproductora y corresponsal de CNN. Las opiniones expresadas en este comentario son suyas.
(CNN) – Uno de los comentarios más intrigantes que escuchamos como resultado del acuerdo con Irán se produjo cuando el presidente Barack Obama le dio elogios y reconocimiento al presidente ruso Vladimir Putin, el hombre que dirige un país que hace solo unos días fue descrito por el próximo jefe militar de Estados Unidos como “la mayor amenaza global” para Estados Unidos.
El martes, en una entrevista con el New York Times, Obama dijo “Rusia nos ayudó con esto. Seré honesto contigo”.
Él añadió un comentario sorprendentemente optimista, al afirmar que se sintió “animado” cuando Putin lo llamó hace algunas semanas para discutir la crisis en Siria, y señaló que la situación actual con el hecho de que el gobierno sirio esté experimentando pérdidas “nos da una oportunidad para tener una conversación seria con ellos”, en la opinión de Obama.
¿Qué deberíamos interpretar de este repentino atisbo de optimismo acerca de Rusia y Siria?
No es ninguna coincidencia que esta declaración se produzca luego del acuerdo con Irán. Esta es otra señal de que el gobierno considera el acuerdo con Teherán como algo mucho más que un acuerdo nuclear; lo ven como la piedra de toque de una gran transformación geopolítica.
En su conferencia de prensa el miércoles, Obama reafirmó que este acuerdo no convierte a Irán en un amigo para Estados Unidos, y enfatizó que el continuo apoyo de Irán hacia el terrorismo y otros comportamientos son una fuente de preocupación. Aun así, está bastante claro que este acuerdo cambiará el mundo, no hay duda al respecto. La cuestión es cómo.
Putin y Rusia, al igual que todos los demás involucrados, tomaron decisiones con base en sus propios intereses.
Rusia quiere recuperar los lucrativos contratos de armas que fueron puestos en riesgo por las sanciones internacionales, y quiere volver a desarrollar vínculos diplomáticos, económicos y estratégicos con Irán. Cabe mencionar que Irán y Rusia apoyan a Bachar al Asad, el dictador sirio que, con razón, se regocijó ante las noticias de este acuerdo. Él dijo que se trataba de “una gran victoria”, y llenará las arcas de su principal benefactor, el régimen iraní.
Más allá de eso, Putin podría estar esperando ver una nueva orden internacional, con la esperanza de que Obama acuerde regresar a los días de las “esferas de influencia”, en las que Estados Unidos da latitud para que ciertos países puedan ejercer influencia en ciertas regiones.
Bajo esa estructura geopolítica, Rusia contaría con el permiso tácito de Estados Unidos para ser el poder dominante en su vecindario, por ejemplo en Ucrania y en otros estados que fueron parte de la República Soviética, mientras Irán podría tomar decisiones en su parte del mundo, tal como lo trata de hacer con un poco de éxito ahora en Líbano, Iraq, Siria, Yemen y otros lugares.
Obama ha rechazado las sugerencias de que tiene un plan de este tipo en mente. Y dudo que ese sea el objetivo cínico detrás del acuerdo nuclear. Sin embargo, el efecto en última instancia nos podría llevar algunos pasos en esa dirección.
Casualmente, el acuerdo con Irán le da una nueva influencia a Rusia para la implementación del acuerdo nuclear.
Una de las secciones con más imperfecciones permite hasta 24 días de reuniones y discusiones si los inspectores de la ONU quieren examinar una instalación e Irán se niega. Luego de un complicado conjunto de procedimientos, la decisión sobre cuál será el siguiente paso se toma por el voto mayoritario de una comisión de ocho miembros de la que es parte Rusia, Irán, Estados Unidos y los otros países que negociaron el acuerdo. Si cinco miembros están de acuerdo, Irán presuntamente podría ser obligado a permitir las inspecciones.
En su conferencia de prensa del miércoles, Obama respondió a esas críticas, al decir que las principales instalaciones estarán sujetas a un monitoreo las 24 horas al día, los 7 días de la semana, presuntamente haciendo referencia a un monitoreo electrónico.
En repetidas ocasiones, Obama ha dicho que el acuerdo gira en torno estrictamente al programa nuclear de Irán. Él ha negado las afirmaciones de que busca un reajuste en el que Estados Unidos se apartaría de sus socios tradicionales y se acercaría más a Irán o al menos permitiría tener una relación más equilibrada, una perspectiva que preocupa profundamente a los aliados árabes de Estados Unidos. El presidente lo niega con vehemencia, y promete permanecer con los aliados de EE.UU. si se ven amenazados por Irán.
Pero algunos dudan que al negociar el acuerdo con Irán, el presidente estaba considerando un ángulo mucho más amplio que solo el programa nuclear de Irán.
Obama estaba considerando todo el tablero de ajedrez; no solo las armas nucleares, no solo Irán, sino el Medio Oriente y más allá.
Evidentemente, él espera que el impacto del acuerdo vaya mucho más allá. En una entrevista con NPR en diciembre, él habló sobre la oportunidad de que Irán se volviera a unir a la comunidad de naciones y se convirtiera en un participante responsable. “Porque si lo hacen”, dijo, “existe un increíble talento, recursos y sofisticación dentro de Irán, y ese sería un poder regional muy exitoso”.
La noción de que Irán se convierta en un “poder regional muy poderoso” precisamente es lo que le quita el sueño a muchos de los vecinos de Irán.
En este nuevo y mejorado mundo que Obama imagina, Irán, por supuesto, se apartaría de su papel como el patrocinador más destacado del terrorismo del mundo, y se convertiría en un promotor de la estabilidad, una fuerza del bien en Medio Oriente. Eso ocurriría en teoría porque el acuerdo fortalece a los moderadores iraníes, ya sea al suavizar las posiciones del actual régimen o al traer a un gobierno completamente distinto.
Obama quizá cree que el acuerdo podría crear un equilibrio nuevo y más pacífico y convertir a Irán en un miembro constructivo de la comunidad de naciones; una comunidad que —seamos optimistas ya que hablamos de esto— podría incluir a Rusia como un país cooperador y con mentalidad pacífica, también comprometido a cumplir las reglas y disminuir las tensiones en todas partes.
Nadie puede decir con seguridad que Irán no se calmará, pero parece altamente improbable. El régimen se hará más fuerte, no más débil, algo que servirá para avivar las tensiones sectarias que ya muestran resultados catastróficos en todo el Medio Oriente.
Hemos visto lo que Teherán forjó incluso cuando estaba limitado por sanciones internacionales. El informe del mes pasado del Departamento de Estado menciona a Irán más de 70 veces, ya que apoya a cientos —sí, cientos— de organizaciones terroristas y lleva a cabo violentas operaciones terroristas alrededor del mundo. Irán ayudó a armar y a dirigir la máquina de guerra de al Asad en una guerra que le ha dado muerte a cientos de miles, y operativos iraníes fueron descubiertos en complots terroristas en docenas de países en África, Asia, Latinoamérica y Europa en años recientes, y el apoyo a grupos terroristas continuó hasta 2014.
Irán permanece bajo el absoluto e intacto control de un régimen revolucionario impulsado por una ideología, cuyo objetivo y compromiso ferviente es difundir la marca de Irán de una revolución islámica. Ese régimen ahora es más fuerte, no más débil.
Quizá Putin cree que ha llegado el momento de discutir una esfera de influencia. Quizá él cree que este es un buen momento para negociar un acuerdo sobre Siria, ahora que el acuerdo con Irán le da una nueva cuerda de salvamento a al-Asad.
O quizá el éxito de la diplomacia ha abierto un nuevo capítulo de armonía global y cooperación. Después de todo, Obama es el hombre que nos trajo “la osadía de la esperanza”. Nos esperan tiempos interesantes en el futuro.