Nota del editor: Nolan Peterson, un expiloto de operaciones especiales de la Fuerza Aérea de Estados Unidos y veterano de combate de Iraq y Afganistán, es un corresponsal extranjero de The Daily Signal. Se incorporó en el ejército ucraniano durante una semana en junio.
Pisky, Ucrania (CNN) - La guerra de Ucrania aún no ha terminado.
Es fácil pensar que podría haber terminado. Si caminas por Kiev, la capital ucraniana, o por Leópolis, al oeste de Ucrania, o incluso por Mariúpol, a solo 20 minutos en auto del frente de batalla de Shyrokyne, es difícil sentir la guerra.
La vida continúa con normalidad. La gente sigue yendo a los bares y restaurantes, los cines siguen funcionando, las parejas jóvenes siguen casándose y los estudiantes siguen asistiendo a clases.
Sin embargo, la guerra no ha terminado.
Este verano los militares ucranianos decidieron permitir, por primera vez, que los periodistas se incorporaran dentro del ejército normal.
Una oportunidad única para ver la cruda realidad del conflicto con los separatistas apoyados por Rusia, el cual se originó por una tensión sobre un tratado de comercio y que dio lugar a la anexión de Crimea y luchas en las tierras orientales que limitan con Rusia.
Me dirigí al este a un puesto de control en las afueras de la ciudad industrial de Donetsk, ahora una fortaleza separatista, para reunirme con la brigada 93.
Cuando me dirigía al frente de batalla de Pisky, vi a niños nadando en un lago y nuevamente me recordó cuán diferente es esto de las guerras en Iraq y Afganistán, donde combatí para la Fuerza Aérea de los Estados Unidos.
Ucrania no es un país en guerra. La guerra aquí está principalmente contenida en una zona de seguridad, la cual tiene unos pocos kilómetros de ancho a cada lado de los aproximadamente 320 kilómetros que tiene el frente de batalla.
En ocasiones, la guerra se extenderá, como cuando los cohetes del Smerch impactaron contra Kramatorsk en febrero o cuando los cohetes del Grad impactaron contra Mariúpol a finales de enero.
Cese el fuego
Un cese el fuego fue firmado el 12 de febrero. Desde entonces la batalla se ha mantenido principalmente en esa zona de seguridad, pero en las ciudades y pueblos como Pisky, que están dentro de esa zona, hay guerra.
Cuando la vi el mes pasado, Pisky estaba casi destruida. La mayoría de los techos de los edificios han sido derrumbados por el impacto de la artillería. Casi toda superficie vertical está llena de agujeros de bala y metralla. Durante los ocho días que estuve allí, no vi ninguna ventana que no estuviera destrozada.
La lucha prácticamente no se detuvo, creando un constante estruendo de fondo a causa de los disparos de armas pequeñas y artillería.
Día y noche se podía oír el zumbido de los drones separatistas que sobrevolaban alrededor del lugar. De hecho, los soldados se ponen nerviosos si pasa más o menos una hora sin los sonidos de combate. Es así de constante.
Nos unimos a la unidad de soldados de reconocimiento, francotiradores y otros especialistas. Al igual que la mayoría de las tropas en Pisky, ellos viven en el sótano de una casa abandonada, donde pueden refugiarse un poco de la metralla de la artillería y francotiradores.
La guerra y la paz se encuentran
En el interior del sótano se podía ver una extraña mezcla de piezas de la vida que cada uno de los hombres había dejado atrás con evidencias de guerra.
En las paredes había tarjetas escritas por niños, colgadas al lado de fusiles Kalashnikov. En los estantes, las imágenes ortodoxas de la Virgen María yacían junto a granadas.
El retrete y la ducha estaban aproximadamente a 100 metros del sótano y al otro lado de la calle. Los rayos de luz entraban por diferentes ángulos, desde los agujeros de bala y metralla que había en las paredes y puertas. Y en el exterior estaba la incesante amenaza de ataque.
Al salir a patrullar, las escenas son una reminiscencia de las imágenes de la Primera Guerra Mundial, aunque en una menor escala: trincheras, pueblos destruidos y una guerra estática de amplio alcance.
Los soldados me dijeron que casi nunca vieron al enemigo. Sin embargo, por la noche los podían oír hablar. Además, vieron como sus amigos fueron heridos y asesinados; sin embargo, no se les permitió atacar, ya que tenían restricciones en relación a qué tenían permitido hacer.
Psicológicamente, es una guerra difícil.
No puedes escapar del peligro. Podrías morir tan fácilmente cuando caminas hacia el baño o para tomar una ducha, al igual que podría suceder cuando sales a patrullar o en las trincheras.
Nunca sabes cuándo iniciará la artillería o cuando un francotirador te tiene en la mira. Por lo general, tus posibilidades de supervivencia solo dependen de la buena suerte y no estar en el lugar equivocado, en el momento equivocado.
Un intento por reconectarse con la normalidad
Para hacerle frente al estrés, algunos soldados recrean la vida que han dejado atrás.
Nemo, un hombre de 38 años de edad, de Kerch, en Crimea, cultiva fresas y ha construido un gimnasio en un hogar destruido. Él ha estado en el frente de batalla durante casi seis meses y reacciona con calma y sin alterarse cuando inicia el combate. Incluso cuando está cayendo la artillería, él hace una serie de sentadillas y despechadas.
Bogdan, de 25 años de edad y originario de Leópolis, quien siempre lleva puesto un sombrero de vaquero, juguetea con una vieja motocicleta, la cual le recuerda la que tiene en casa.
Konstantin, de 33 años, mira fotos de su esposa Zhanna y de sus gemelos varones de 13 años de edad en su vieja computadora portátil, mientras está acostado en la cama por la noche.
Sufrimos ataques de artillería con las tropas… cuando todo lo que puedes hacer es refugiarte en el sótano y esperar a que la casa no caiga sobre ti. Escuchas el sonido de los disparos, los silbidos cuando se acercan los morteros y luego la explosión del impacto.
Esperas que haya terminado hasta que escuchas la siguiente ronda… y la siguiente.
Los francotiradores son aún peores. Otro ser humano que te observa y que intenta matarte.
Así es como viven los soldados en Pisky, todos los días.
Algunos han estado en el frente de batalla durante más de seis meses, sin poder hacer un solo viaje a casa. Cada segundo de cada día saben que podrían morir.
Han visto que les ha sucedido eso a sus amigos y ellos creen que podría sucederles a ellos también. Ellos entienden que esta guerra es real y está lejos de terminar.