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Nota del editor: Camilo Egaña es el conductor de Encuentro. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor.

(CNN Español) – Silvio Rodríguez contento y Pablo Milanés, expectante.

Sobre la reapertura de las embajadas en Cuba y Estados Unidos, Pablo le ha dicho a la agencia EFE: “Ya veremos lo que pasa’’. Y agrega, como haría cualquiera un poco harto, un poco cansado, un poco derrotado, que ha decidido no hablar de política porque “es fea, mala, sucia y envenena’’.

Ni una cosa ni la otra, aunque es verdad que bien mirada, la política muy pocas veces ha sido algo bonito.

Que nadie se engañe, Pablo Milanés no está apostando por el apoliticismo acomodaticio.

Pablo es tan apolítico como mi prima Esther, que cada vez la percibo en el teléfono más harta, más cansada, más derrotada, y cuya preocupación fundamental en La Habana es, más que las embajadas, terminar de pintar su casa. Pero no consigue los dos galones de blanco que necesita y en el mercado negro le venden solo un rosado chillón que no se atreve a aplicar. Mi prima es una persona pudorosa.

Mi sobrino, que está a punto de ingresar en la universidad, me pregunta desde la isla si es cierto que la embajada de EE.UU. ofrece plazas de trabajo a los que sepan algo de inglés. Y su hermanita, que tiene diez años, quiere saber si “con lo que está pasando”, podrá tener un canal de dibujos animados en su televisor.

Silvio Rodríguez decía el lunes pasado que a partir de ahora habría que cambiar el grito de guerra del gobierno cubano. De “Cuba sí, yanquis no’’ a “Cuba sí y yanquis también”. ¿Paliará  la desazón de Pablo Milanés y de la prima Esther?