CNNE 195296 - first court hearing held for alleged co movie theater shooter

(CNN) — Es un deja vu una y otra vez. Uno por uno, vecinos, profesores, entrenadores, compañeros de clase y compañeros de equipo están siendo llamados al estrado para compartir sus recuerdos de un “chico perfecto”.

Ellos describen a un chico tranquilo, de carácter dulce y respetuoso a quien le iba bien en la escuela, se llevaba bien con otros y era amable con los menos afortunados.

Hace unos cuantos meses, el nombre de este chico bueno era Jahar.

El nombre de este chico ahora es Jimmy.

Estos chicos, Dzhokhar “Jahar” Tsarnaev y James “Jimmy” Holmes, crecieron e hicieron cosas horribles e indescriptibles. Ellos mataron a personas extrañas en lugares en donde las personas buscan placer, y dejaron a otros ensangrentados, destrozados y lisiados. Para ellos resultó un placer asustar y dejar marcas en comunidades que alguna vez fueron seguras y que creían que “aquí no sucedían cosas malas”.

Ambos chicos tenían padres que solamente deseaban que ellos tuvieran éxito y que vivieran el sueño americano. Pero los chicos se sintieron fuera de lugar cuando entraron en sus años de adolescencia y, eventualmente, atacaron con una violencia indescriptible. Para Jimmy y para Jahar, el sueño murió antes de que llegaran a los 25 años.

Ahora fueron declarados culpables de cometer múltiples asesinatos considerados especialmente crueles, atroces y depravados. Y se han convertido en chicos predilectos para la pena de muerte en una época en la que algunos estados están declarando moratorias y el método de ejecución se cuestiona en las cortes.

A pesar de todas sus similitudes, existe una diferencia notable entre estos dos casos de pena capital. Mientras que el crimen de Tsarnaev estaba envuelto en el terrorismo y en lo que un juez hizo referencia como “los cantos de sirenas” del martirio en nombre del islam radical, la historia de Holmes se centrará en una enfermedad mental. Es el terror que viene de dentro.

Sabemos lo que sucedió con Jahar Tsarnaev. Su jurado se mostró indiferente ante las fotos del simpático niño de grandes ojos marrones, o ante el hecho de que era colaborador en la escuela, que asistió a un baile de graduación a beneficio de los niños que recibían educación especial y que era más amable con las niñas que con algunos de sus amigos.

Él espera su sentencia de muerte, encerrado en una celda de aislamiento en una prisión de máxima seguridad, a 90 minutos en auto al sur de la sala de audiencia en donde Holmes y sus abogados apelan a la clemencia del jurado.

Tsarnaev fue juzgado, declarado culpable y condenado por una corte federal en Massachusetts, un estado donde no existe la pena de muerte. El caso de Holmes se está ventilando en una corte estatal de Colorado, la cual contempla la pena de muerte, aunque pocas veces la aplica.

Ningún estado ha llevado a cabo una ejecución en toda una generación.

Holmes ha sido declarado culpable de 24 cargos de asesinato en primer grado. Nadie cuestiona que él sufra de esquizofrenia. Nadie cuestiona que su enfermedad es severa. No fue suficiente para una exitosa defensa por demencia, quizás, pero sus abogados están lejos de terminar.

En esta etapa del juicio, donde se determina el castigo y la clemencia es concedida o denegada, el enfoque se mueve entre el crimen y el hombre que lo cometió. Los asientos reservados para las familias de los fallecidos y los heridos se encontraban vacías cuando la defensa tomó el control de la exposición ante la corte.

“Esta fase estará, en su totalidad, enfocada en la persona que cometió estos horrores, estos asesinatos con agravantes”, dijo el fiscal George Brauchler. “Cuando era un niño, llevaba una vida tranquila”, agregó, haciendo énfasis en las cosas que posteriormente comenzaron a salir mal para Holmes: “Un amor perdido, un lugar en la escuela perdido, una carrera perdida”.

“Cuando las cosas no funcionaron, tuvo lugar el crimen”, dijo el fiscal.

El jurado ya había encontrado que Holmes había abierto fuego deliberadamente en los primeros momentos del 20 de julio de 2012, en un concurrido cine del suburbio de Aurora. Tenía la intención de matar y actúo con extrema indiferencia frente al valor de las vidas humanas.

Él no estaba fuera de sí, determinaron los miembros del jurado; sabía que lo que hacía estaba mal.

“Aceptamos sus veredictos”, le dijo el jueves la abogada defensora Rebekka Higgs a los miembros del jurado, después de que concluyeron que la crueldad de los asesinatos calificaba para aplicar todo el peso de la ley.

Es posible estar legalmente sano pero mentalmente muy enfermo”, dijo Higgs. “Pero según su enfermedad mental, este crimen nunca habría ocurrido. Esta no es una justificación o una excusa, sino una razón para no sentenciarlo a muerte”.

Y de esta manera, la defensa está empleando todos los medios posibles para humanizar a Holmes. 18 testigos fueron traídos desde California hasta Colorado para que atestiguaran acerca de sus años maravillosos.

“Van a oír hablar acerca de la vida de Holmes desde el inicio, porque en este momento ustedes son responsables de esa vida”, le dijo Higgs al jurado. “Y necesitan saber todo acerca de esa vida”.

Ya se habían presentado ante el jurado diez de los testigos cuando uno de los miembros del jurado se enfermó. El jurado fue enviado a casa el viernes, pero el testimonio continuó y fue grabado en video para ser presentado posteriormente.

Los testigos describieron a un chico amable y apacible, que parecía disfrutar de una infancia idílica con padres que fueron cariñosos, que le daban apoyo y estaban comprometidos con él. Recibió clases de piano y asistía a entrenos de fútbol y baloncesto.

La casa embrujada que la familia Holmes creaba en su garaje cada Halloween era un éxito en el barrio de Oak Hills, cerca de Castroville, California. La pequeña comunidad agrícola es conocida como “La capital mundial de la alcachofa”.

Hacían grandes fiestas en Navidad y el 4 de julio en el barrio, y los niños vagaban libremente alrededor de los jardines traseros sin vallas. Holmes era parte del grupo de chicos populares del lugar. En las fotografías, él está sonriendo. Él parece feliz.

Escuchen lo que las personas que alguna vez conocieron a Holmes y a su familia tenían que decir:

“Él era un niño normal. Era muy popular, un estudiante sumamente brillante. A los otros niños les gustaba jugar con él. Él era bueno en los deportes”, dijo Suzanne Jimenez Diaz, una secretaria de la escuela primaria de Castroville.

“Él era un caballero, era dulce. Sus gestos tan solo eran peculiarmente apacibles”, dijo Martin Thomas Barrett, un vecino de Oak Hills. Dijo que Holmes era parte del grupo de aproximadamente 15 chicos del barrio que jugaban juntos, incluyendo a sus hijos, “Parecía que la infancia de todos esos chicos era genial”, añadió, diciendo que Holmes parecía “extremadamente feliz” cuando tenía 9 o 10 años. Describió a los padres de Holmes, Robert y Arlene, como “super padres”.

“Era un chico muy amable y muy divertido. Simplemente estaba allí divirtiéndose con todos los demás”, dijo Joseph, el hijo de Barrett, quien era conocido con su apodo de la infancia: “Jo-Jo”. Joseph Barrett ahora es un abogado en Las Vegas.

“Él era un buen estudiante y yo pensaba que tenía potencial”, dijo su antigua profesora de piano, Claire Ann Vincent. Ella dijo que le dio pesar perder a su alumno cuando la familia Holmes se mudó a San Diego y él alcanzó la edad para entrar a la escuela media.

“Él era un buen chico”, dijo el profesor de banda de colegio, James Gerald Posteraro. Holmes cambió el piano por una trompeta. No parecía tener problemas para encajar, sus notas eran sobresalientes en las clases y también recibía muy buenos reportes por su esfuerzo y en educación cívica.

“Recuerdo a un chico muy divertido, muy dulce y callado, quien se podría decir que volaba debajo del radar”, dijo Patrick Silva, quien jugaba fútbol con Holmes en la escuela media y la secundaria. “No tenía nada malo que decir de él en el campo y yo no le doy mi respeto a nadie de manera arbitraria”.

“Era prácticamente un niño modelo”, dijo Barbara Stop Martin, una vecina en San Diego que contrató a Holmes para que cuidara de su jardín cuando tenía 17 años. Ella dijo que él trabajaba duro y hacía todo lo que se le pedía que hiciera.

Pero, Holmes no era tan social en San Diego como había sido en Castroville. Para finales de la escuela secundaria, comenzó a aislarse. William Tyler Reese, su compañero de clase, lo recuerda como parte de un grupo de cinco “chicos tranquilos” que comían el almuerzo juntos en la cafetería, salían al cine y jugaban paintball.

“Yo diría que era un chico del tipo ‘aislado’”, dijo Thomas James Oliver, quien le dio clases de historia avanzada y de idioma inglés en la secundaria. “Era realmente difícil llegar a conocer a Jimmy”. Él no recuerda que tuviera amigos.

De niño había ganado medallas de atletismo a campo traviesa pero, para cuando entró a la secundaria, Holmes no tenía la resistencia ni estaba en forma para tener éxito, dijo su entrenadora, Lori Villareal Godwin. Regularmente llegaba de último, pero continuó llegando a los entrenos.

Ella describió a Holmes como “una figura sombría”. Nunca lo vio sonreír y consideraba su torpeza social como algo “doloroso”. Él mantenía la cabeza y los ojos hacia abajo y te daba la impresión de que te decía: “Te puedo ver pero por favor no me hables”. Él parecía estar “en su propio y pequeño mundo”.

“Él era y no era parte de nosotros al mismo tiempo”, dijo Godwin. “Si yo no hubiera pasado lista, probablemente ni siquiera me hubiera dado cuenta de que estaba allí”. Era tan tímido que ella se preguntaba si tendría una discapacidad de aprendizaje. Pero otros estudiantes le dijeron que Holmes era “locamente inteligente”, agregó.

Locamente inteligente. ¿Es eso lo que le sucedió al niño modelo, al chico feliz?

Para cuando estaba en la escuela secundaria, Holmes luchaba con su “cerebro averiado” y con pensamientos en los que mataba personas, reveló en un cuaderno que le envió a un psiquiatra horas antes de salir hacia su devastadora matanza.

Ninguna de las personas que ha testificado hasta el momento mencionó haber visto señales de una enfermedad mental grave. Esa evidencia está por venir, y según la defensa, es la clave del argumento para el atenuante.

“La única explicación razonable aquí es una crisis psicótica, un trastorno mental”, dijo Higgs, la abogada defensora. Todos los elementos que hicieron de su crimen algo especialmente atroz “nacieron de la enfermedad”, dijo ella a los miembros del jurado, dejando así su argumento más dramático para el final:

“Nosotros no matamos gente por estar enferma”.