El embajada de Estados Unidos desde el malecón de La Habana el 7 de agosto de 2015.

Nota del editor: Camilo Egaña es el conductor de Encuentro. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor.

(CNN Español) – Los disidentes cubanos no están invitados a la apertura de la embajada de Estados Unidos en La Habana.

Ya sé que quien organiza la fiesta se reserva el derecho de admisión. Como en las discotecas pretenciosas. Pero habría sido una buena señal de que en la flamante embajada de los nuevos amigos de Cuba cupieran todos los cubanos el próximo viernes.

El secretario de estado de Estados Unidos, John Kerry, acaba de decir a nuestro compañero Andrés Oppenheimer que se trata de un encuentro entre gobiernos, que como es habitual no está abierto a los ciudadanos, pero ha puntualizado que, tras el evento se reunirá con la disidencia.

Las dos orillas se acercan poco a poco, con el cálculo por bandera; midiendo cada gesto y cada palabra. Para no desentonar ni incordiar.

Y está bien que así sea, pero si de veras la política es un juego de máscaras y símbolos, habría sido formidable que los disidentes pudieran haber participado de una ceremonia histórica y ojalá definitiva en un edificio que durante más de cincuenta años, ha resumido todo el dolor y toda la alegría de quien ha querido buscar un poco de ilusión y tranquilidad más allá de la isla.

Pero claro, quien organiza la fiesta hace la lista de invitados. Siempre ha sido así.

El camino a la reconciliación es largo y tortuoso como en su día cantaron Lennon y McCartney.