Nota del editor: Jorge Dávila Miguel es periodista, escritor, columnista de diario El Nuevo Herald y colaborador de CNN en Español. Ha sido reportero y corresponsal extranjero en Cuba, España y Estados Unidos. Las opiniones expresadas en este artículo le corresponden exclusivamente al autor.
(CNN Español) – La Habana ya se prepara para recibir al papa Francisco, y es que el pontífice llegará a Cuba en menos de un mes, en la tercera visita papal a la isla en 17 años. Francisco oficiará misa el domingo 20 de septiembre en la Plaza de la Revolución, sede de las apariciones más famosas de Fidel Castro durante sus 46 años de mandato.
Se espera que la asistencia a dicha misa sea multitudinaria, en un país cuyo Gobierno, hasta 1992, se proclamó ateo y limitó tajantemente cualquier manifestación o progreso religioso en su territorio nacional.
Esta visita del papa Francisco es importante, no solo por su misión pastoral con el pueblo cubano, sino también quizá con el colombiano, porque el liderazgo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, ha solicitado que Francisco se reúna con ellos en La Habana. Querrían que asumiera un papel en las, hasta ahora, infructuosas negociaciones de paz que tienen lugar desde hace ya tres años en la capital cubana. Las negociaciones buscan terminar con una guerra civil que dura ya 67 años, desde 1949, y más de 200.000 muertos; primero entre la izquierda y la derecha colombianas y después, entre las FARC y el Palacio de Nariño en Bogotá a partir de 1964. El Vaticano ha declarado que en la agenda papal no se contempla dicho encuentro con los mandos de las FARC.
Si Juan Pablo II fue llamado “el papa viajero”, Francisco debería ser llamado el “pontífice del diálogo”, ya que no solo entre gobiernos, como es el caso de Cuba y EE.UU.; Argentina y Gran Bretaña; Bolivia y Chile, sino en temas planetarios como el cambio climático y la pobreza, lo que Francisco pide usualmente no es otra cosa que “diálogo”. En sus viajes por Asia también ha evangelizado socialmente con esa palabra en el ámbito interreligioso y de nuevo, para todo el mundo, ha pedido diálogo en asuntos como el divorcio y en general, para todos los asuntos de la familia como núcleo vital de la sociedad.
Su cotidiana doctrina social no emana pues, autoritariamente, de postulados religiosos, sino que busca una interacción saludable entre las partes en conflicto, para que a través de la razón y confianza, las partes quizá marchen hacia un bien común que las contenga.
Y es por eso que las FARC le pedirían en La Habana, oficialmente, al pontífice del diálogo, que intercediera por el triunfo de la paz y la razón en el conflicto que castiga desde hace ya tantos años al pueblo colombiano. Pero eso es una ardua misión que Francisco, tal vez a su pesar, evadirá.
Sería la primera vez que el líder de la Iglesia católica, cuyo principal objetivo es el de ser un “pastor de almas”, asumiría nada más y nada menos que la responsabilidad de mediar en un espinosísimo conflicto armado, plagado de problemas, estancamientos y adelantos, debido, entre otros temas, al desconocimiento en general de lo pactado, la desmovilización de la guerrilla, pero sobre todo, el debate de si habrá castigo o no para los integrantes del ejército rebelde colombiano y otros, envueltos en crímenes de guerra y lesa humanidad.
Es claro que sería importante que el pontífice mediara en el conflicto, pero la pregunta es si sería efectivo debido a posiciones cardinales. Es una dura decisión para Francisco. Porque si bien el papa se ha manifestado en favor de apoyar los esfuerzos de paz colombianos, también ha exigido justicia por los delitos de lesa humanidad cometidos y reparación a favor de las víctimas, algo que las FARC rechazan.
Una paz a cualquier precio y en especial, bendecida por la impunidad criminal, sería inviable para Francisco, quien ha dicho: “Hay que arriesgarse a cimentar la paz desde las víctimas, con un compromiso permanente para que se restaure su dignidad, se reconozca su dolor y se repare el daño sufrido. El papa manifiesta gran afecto, cercanía y solidaridad, a quienes han padecido las consecuencias del conflicto armado en todas sus expresiones”.
Tal vez Francisco quiera apartar de sí este cáliz de diálogo, no por falta de voluntad o carisma, sino porque su activo papel en una mediación entre el Gobierno colombiano y las FARC lo llevaría a subrayar y a abogar, de facto, por la necesidad de castigos contra seres humanos, una especie de venganza en vez del perdón. Y ello, aunque fuera “justo”, no podemos decir que aparezca siendo como muy cristiano. Por eso, tal vez el pontífice ha decidido no reunirse con las FARC ni mediar en el conflicto. Aunque también es verdad que este papa siempre nos sorprende…
Dentro de un mes sabremos la respuesta.