Nota del editor: Haroon Moghul es miembro del Institute for Social Policy and Understanding. Es escritor, ensayista y orador. Síguelo en @hsmoghul. Las opiniones expresadas en este comentario son exclusivamente las del autor.
(CNN) – Me gustaría invitar a Su Santidad, el papa Francisco, a convertirse al Islam. Espero que los católicos del mundo no me malinterpreten. De hecho, espero que vean mi obertura como un halago… nos encantaría tenerlo en nuestro equipo, aunque sea una concesión desesperada. Quiero decir, ¿has visto quién está en nuestro equipo?
No existe una figura musulmana comparable con el papa Francisco y, sin duda, ninguna con el tipo de plataforma de la que él goza. Nosotros los musulmanes sunitas solíamos tener un Califa, pero no ha sido así desde 1924. Por supuesto, tenemos líderes que aspiran a una autoridad similar, entre ellos el rey de Arabia Saudita, Salmán bin Abdulaziz, cuyos títulos oficiales incluyen el de “Guardián de las dos mezquitas sagradas”.
Suena bien, ¿cierto? Virtuoso, humilde, piadoso: él guía por medio del servicio. ¿Y a quiénes guía? El papa Francisco es líder de 1.200 millones de católicos, la denominación más grande del cristianismo. Arabia Saudita afirma ser, y a menudo es descrita como el principal poder musulmán suní, al liderar a los más de 1.000 millones de sunitas del mundo, aunque su gobierno no es electo por sus propios ciudadanos.
Pero alejémonos de Arabia Saudita por un momento, y consideremos lo que ha estado pasando en su propio patio trasero y más allá.
Desde que Bachar al-Asad desató su ejército contra el pueblo sirio, más o menos un millón de personas han buscado refugio en el Líbano, donde un mayor número ha sido recibido calurosamente por Turquía (ambos son países de mayoría musulmana). Mientras tanto, aunque Arabia Saudita ha ofrecido apoyo financiero para los refugiados, categóricamente se ha negado a recibirlos, incluso desde que se hicieran virales las fotos del cuerpo de Aylan Kurdi, de dos años de edad, cuando fue recogido por un oficial luego de terminar en una playa. El primer ministro de Finlandia respondió al ofrecer su residencia para los refugiados. ¿Y cuál es la respuesta de Arabia Saudita? Nada.
Quizá el reino se siente desesperado. Pero espera… cuando el rey Salmán de Arabia Saudita llegó a nuestro país la semana pasada para sostener reuniones de alto nivel, su séquito supuestamente anexó un hotel Four Seasons y colocó una alfombra roja en el estacionamiento para que el Guarda de la mezquita sagrada no cometiera el grave pecado de tocar el suelo. Según informes, llevaron muebles dorados porque aparentemente, el espacio de alojamiento existente no era lo suficientemente lujoso.
El momento en el que sucedió, la indiferencia cínica al sufrimiento en su región, la negativa de recibir a los sirios es, sencillamente, desagradable. Pero quizá no resulta sorprendente; el recién coronado rey de Arabia Saudita ha distinguido su breve reinado al ir a la guerra en Yemen, y ha llamado a otras ricas monarquías árabes a que se le unan. Las dictaduras fabulosamente acaudaladas, totalmente inexplicables y oficialmente inhospitalarias están aporreando a un país pobre y frágil, lo cual ha creado otra seria crisis humanitaria.
Por supuesto, Arabia Saudita no ha sido el único país en guardar la alfombra de bienvenida. Decenas de miles de refugiados buscan seguridad en Occidente, y las respuestas han sido variadas. Ellos han enfrentado resistencia por parte de los gobiernos de Hungría, Eslovaquia, Polonia y la República Checa, entre otros. De hecho, el primer ministro de Hungría, Viktor Orban, ha dicho explícitamente que él no quiere altos números de musulmanes en su país, mientras el gobierno de Eslovaquia consintió a “200 refugiados” con la condición de que sean cristianos.
Ahí es donde entra el papa Francisco. Decirle a quienes huyen de la guerra y la muerte que “sean valientes” y que “resistan” no es suficiente. Así que Su Santidad hizo bien este fin de semana pasado en instar a “cada parroquia, cada comunidad religiosa, cada monasterio, cada santuario de Europa a recibir a una familia de refugiados”. Y debido a que algunos de estos son países históricamente católicos, no puedo evitar ver al llamado del papa Francisco como un poderoso reproche.
De hecho, al aumentar su compromiso, él enfatizó que esta política “empezaría desde mi diócesis de Roma”. Las dos parroquias del Vaticano recibirían a una familia cada una, y una o las dos familias podrían ser musulmanas.
Piensa en eso por un momento.
Por supuesto, el gobierno de Arabia Saudita no representa a todo el Islam y, debido a que es una monarquía absoluta, en realidad tampoco representa a los sauditas. Y muchos musulmanes ciertamente han hecho grandes cosas por los refugiados, mientras otros, entre ellos los árabes del Golfo como el sultán al-Qassemi, han hecho un llamado para que sus gobiernos cambien el curso. Hamdi Ulukaya de Chobani ha prometido donar gran parte de su riqueza —más o menos 700 millones de dólares— para ayudar a los refugiados. Pero por muy significativa que sea esa suma, no se compara con la riqueza del Golfo, y especialmente de Arabia Saudita.
Sin embargo, el rey Salmán es el gobernante de la Meca y Medina, e incluso si no quiero que él represente al Islam, siempre que gobierne esas ciudades, su régimen estará relacionado con mi religión. ¿Sabes qué me hace sentir eso? Vergüenza. Una profunda e intensa vergüenza. El Papa recibe a refugiados al mismo Vaticano, mientras la delegación saudí aparentemente juzga que los hoteles de alta gama no son lo suficientemente grandiosos.
En el pasado, la disparidad entre las necesidades de las comunidades musulmanas y la indiferencia de sus gobiernos era un importante impulsor del extremismo. Ahora, las personas se preguntan lo siguiente: ¿qué logró ese extremismo? En el futuro, quizá no solo querrán irse a otro lado, sino también ser alguien más.
En una iglesia de Berlín, los refugiados musulmanes supuestamente se están convirtiendo al cristianismo “en manadas”. Algunos observadores afirman que estas transformaciones son simplemente una treta para aumentar la probabilidad de recibir asilo. No sé si eso es cierto, porque no puedo saber qué hay en los corazones de las personas. Pero no me sorprendería si ese sentimiento es sincero. Después de todo, ¿cómo se debe sentir ver que todos estos países acaudalados que afirman representar y servir al Islam te cierran las puertas incluso si saben que tu vida está en peligro?
El pueblo de Siria está atrapado entre una dictadura aliada a la República Islámica de Irán por un lado, y a un movimiento brutal de terrorismo que dice ser el Estado Islámico del otro.
Quizá el papa Francisco no es el único que sentirá la necesidad de convertirse después de todo.