Mel Robbins es comentarista de CNN, analista legal, autora de éxitos de librería y primera oradora. En 2014, fue nombrada la mejor conductora de noticieros de radio en los premios Gracie. Las opiniones expresadas en este comentario son exclusivamente las de la autora.
(CNN)– ¿Donald Trump es sexista? No, es un infractor de la igualdad de oportunidades.
Esta vez, su insulto, citado en una entrevista con Rolling Stone, estuvo dirigido a la apariencia de la candidata del Partido Republicano Carly Fiorina: “¡Miren ese rostro! ¿Acaso alguien votaría por eso?”
En este punto, no estoy segura de por qué alguien se sentiría sorprendido. Su comentario se ajusta perfectamente a su nuevo estilo de política, la política ofensiva. Trump tiene solo dos reglas: siempre estar listo para atacar, personal y profesionalmente, y ser incorregible cuando las personas se molestan.
Independientemente de si está atacando la sinceridad de la religiosidad de Ben Carson, o los lentes de Rick Perry (los usa “para que las personas piensen que es inteligente), o retuiteando las publicaciones de Twitter que llaman “bimbo” a Megyn Kelly… todos están siendo atacados. Lindsey Graham es un “tipo ordinario”, Arianna Huffington es una “payasa liberal”, las tiendas Macy’s “apestan”, Karl Rove es un “perdedor total”, el Comité Nacional Republicano es “muy insensato”, Juan Williams es “un niño”, el senador John McCain “no es un héroe de la guerra”, y la lista sigue y sigue…
En la política ofensiva, ningún hombre, mujer, niño, empresa o país está a salvo. La pregunta es ¿por qué aman esto los estadounidenses? La respuesta, sesgo de confirmación.
En resumen, los neurocientíficos desde hace mucho tiempo han sabido que tendemos a inclinarnos por personas que confirman lo que ya creemos.
Considera la posición de Trump en una encuesta de CNN/ORC publicada el jueves: él tiene el apoyo del 32% de los republicanos y tiene la delantera entre las mujeres republicanas encuestadas; el apoyo hacia él aumentó 13 puntos porcentuales: llegó a 33% a partir de 20% en agosto. El sesgo de confirmación y el sentido común sugieren que si va a la cabeza en las encuestas, muchos votantes conservadores están de acuerdo con sus opiniones, aunque podrían no decirlo en voz alta.
Según el escritor de Rolling Stone, Paul Solotaroff, él estaba sentado con Trump mientras veía un noticiero cuando un clip de video se enfocó de cerca en Fiorina.
Trump se burló “¿Te puedes imaginar eso, la cara de nuestro próximo presidente?”
Trump añadió lo siguiente: “Quiero decir, ella es mujer, y no se supone que diga cosas malas, pero en serio, gente, vamos. ¿Hablamos en serio?”
Hasta su descargo por responsabilidad concuerda con el sesgo de confirmación. ¿No pueden sencillamente escuchar que alguien piensa en silencio?
Sí, Trump, no se supone que digas cosas malas sobre el rostro de una mujer, pero Carly sí luce (inserta insulto) ahora que lo mencionas…
Solotaroff sugirió que la bendición de Trump —y su maldición— es que “no parece renunciar mientras está adelante”. En realidad eso no es exacto, porque Trump sigue en la delantera aunque los insultos sigan llegando.
Mientras los intelectuales y analistas opinan acerca de si él es lo suficientemente presidencial como para ser presidente, Trump se está ganando a la audiencia masiva al ser muy poco presidencial: tiene imperfecciones, es espontáneo y ofensivo.
En gran medida resulta ser una bendición y no tanto una maldición que diga lo que sea que está en su mente. Los estadounidenses están cansados de los políticos que dicen una cosa en el micrófono, y otra cuando están tras puertas cerradas. Recuerda la vez en la que Fiorina atacó a su rival, la senadora Barbara Boxer, sin saber que las cámaras de la afiliada de CNN estaban grabando, “Dios ¿qué pasa con ese pelo? ¡Es del tiempo de antes!”.
Seguiremos pendientes de Trump porque cuando él sube al podio, la curiosidad nos invade, y nos preguntamos ¿qué va a hacer ahora? ¿Le pedirá a alguien que acaricie su pelo? ¿A quién insultará?
Esta es la conclusión: los votantes conservadores preferirán tener una política ofensiva en vez de la política usual.
Mientras el resto del planeta debate si Trump es sexista o no, Fiorina está actuando como una profesional. Ella sabe que sus comentarios no son personales, es política. El punto de vista de Fiorina es el siguiente: “Tal vez, solo tal vez, lo estoy molestado un poco porque estoy subiendo en las encuestas”.
En la política ofensiva, una cosa es segura: necesitas una piel gruesa… y un cabello interesante.