La niña madre Jang Jong Hwa ha adoptado a siete niños en Corea del Norte.

(CNN) – Salimos de Pyongyang temprano por la mañana hacia la ciudad de Nampo, el puerto más grande de Corea del Norte.

Nuestros guías del gobierno nos dicen que podemos escoger: conducir para ver la famosa Presa del Oeste del Mar, un sistema de presas de 8 kilómetros que mantiene el agua del mar afuera de los límites menores del río Taedonggang —un símbolo de orgullo nacional— y por lo tanto, una parada frecuente en los itinerarios de los turistas, dignatarios y periodistas que vienen de visita.

O, anuncian nuestros guías de forma dramática, podemos girar a la izquierda en el próximo cruce y tratar de encontrar a una joven que está en boca de todos en el distrito: la “niña madre”. A la corta edad de 20 años, ella ya ha adoptado a siete huérfanos y cuida de ellos como si fuera su madre.

Es un riesgo, nos dice el guía, ya que no la hemos contactado; no sabemos dónde vive exactamente, ni si se encuentra en casa. Preguntan si nos queremos arriesgar.

La respuesta es obvia. Nos desviamos de la carretera. Nuestros guías detienen al azar a dos jóvenes transeúntes que conocen su dirección exacta y acceden a subirse a la camioneta y acompañarnos.

Lugar prohibido

El distrito de Chollima de la ciudad de Nampo, por el que pasamos, no es el tipo de vecindario de Corea del Norte que normalmente tenemos permitido visitar. Definitivamente se trata de un área de la clase trabajadora. Los bloques de apartamentos son básicos, mientras los caminos son irregulares. Cada sección libre de tierra parece haber sido convertida en un jardín de vegetales. Pero está limpio y ordenado.

No estamos autorizados a filmar mientras caminamos por un polvoriento callejón, donde niños juegan fútbol y los residentes parecen estar un poco asombrados al ver un equipo occidental de noticias.

Jang Jong Hwa (izquierda) con Jong Gyong Hui, de 11 años de edad (al centro), Jong Un Jong, de 16 años de edad (derecha) y Jong Ja Myong, de 4 años de edad (al frente).

Caminamos siete tramos de escaleras y tenemos suerte. La niña madre Jang Jong Hwa está en casa, al igual que tres de sus hijos. Nos dicen que los otros están jugando afuera, ya que es domingo.

Si se sorprende al ver que tres extranjeros con una gran cámara entran a su apartamento con un séquito de funcionarios del gobierno, no lo demuestra. Ella se disculpa por tener las manos mojadas; acaba de estar lavando la ropa, y nos invita a pasar a la sala.

Gran hambruna

El apartamento es de un tamaño bastante razonable. Tiene cuatro habitaciones y un baño. Es básico pero cómodo. No parecía haber nada de electricidad durante el tiempo que duró nuestra visita, aunque tenían una televisión de pantalla plana y un reproductor de DVD.

Con muy poco mobiliario, nos sentamos en el suelo para hablar, lo que es bastante habitual aquí.

La misma Jang Jong Hwa es huérfana. Ella nació en una época turbulenta, durante una gran hambruna que azotó a Corea del Norte en la década de 1990; años de malas cosechas, aunados a una catástrofe económica luego del colapso del bloque socialista en otras partes del mundo, dieron lugar a una hambruna en todo el país. Se calcula que cientos de miles murieron. Entre ellos, los padres biológicos de Jong Hwa.

Ella fue lo suficientemente afortunada como para que la adoptaran y aún vive con su madre adoptiva.

Cuando visitaba el lugar de trabajo de su madre hace algunos años, se encontró con tres niños, hermanos, que ahora se encontraban con nosotros en la habitación. Ambos de sus padres habían trabajado en Nampo Iron & Steel Works, pero habían muerto de enfermedades no identificadas. Distintos trabajadores se turnaban para cuidarlos. Jong Hwa sintió que ella tenía que darles un hogar.

“Es difícil cuidar a todos estos niños”, dice, mientras el menor —Jang Ja Myong, de cuatro años de edad— se le sube a los hombros. Sus hermanas mayores se acurrucan cerca de él, y sonríen ante sus travesuras.

Ella se levanta cada mañana a hacerles el desayuno y prepararlos para ir a la escuela, antes de dirigirse a su propio trabajo a tiempo completo en el servicio local de catering. Luego, tiene que apresurarse de vuelta para preparar el almuerzo. Debido a que tiene que preparar la cena, lavar la ropa y supervisar las tareas, ella calcula que solo duerme cinco horas cada noche.

Joven ejemplo

Por supuesto, a ella la ayuda su madre, sus amigos y vecinos. Todos colaboran, nos dice. El estado les da vivienda gratis, como a todos sus ciudadanos, al igual que educación y uniformes gratuitos. Estos se encuentran colgados ordenadamente en la pared de la habitación donde los niños duermen y hacen sus tareas. Jong Hwa también nos enseña tres polvorientas computadoras portátiles alineadas en la banca de trabajo de los niños. Sin embargo, cuando le pedimos que las encienda, ella sonríe y dice “no tienen batería”.

El espíritu abnegado de Jong Hwa no ha pasado desapercibido. A ella incluso le otorgaron el título de “joven modelo” en el Congreso Nacional de Buenas Virtudes que se llevó a cabo en Pionyang en mayo de este año. La foto de grupo cuelga en la pared de su sala, y ella señala el lugar donde se encuentra, cerca del líder supremo de la RPDC, Kim Jong Un.

Él la saludó con un apretón de manos y la llamó “niña madre”, nos cuenta orgullosamente.

“Nuestro país es una gran familia”, dice.

“Somos una ciudad socialista colectivista. Tratamos de ayudarnos unos a otros”.