Dos hombres diametralmente opuestos: Donald Trump y el papa Francisco.

Nota del editor: Carol Costello, quien presenta la edición del programa “Newsroom” de CNN de 9 a.m. a 11 a.m. hora del este de lunes a viernes, está escribiendo una serie de columnas relacionadas con la visita del papa Francisco a Norteamérica este mes. Las opiniones expresadas en este comentario son únicamente las de la autora.

(CNN) - Como católica, siempre he detestado la forma en la que mi religión me hacía sentir culpable sobre todo. Pero en el caso de los inmigrantes indocumentados, digo, ¡adelante, papa Francisco! Todos deberíamos sentirnos culpables por no ayudar a quienes no tienen voz.

El caso es que tenemos que resolver nuestro problema de la inmigración. Pero lo que no entiendo es el odio dirigido hacia los mexicanos y sudamericanos. (Seamos sinceros… los inmigrantes asiáticos y europeos no reciben el mismo nivel de ataques).

Y en caso de que pienses que soy una sensiblera, no lo soy. Soy una adicta sin remedio a los hechos, no al odio recubierto de ficción.

Pero algunas personas tienen una leve idea de lo que diferencia a los hechos de la ficción. No hablo solo de Donald Trump, cuyo libro favorito es la Biblia. El nuevo éxito de librería de la activista conservadora Ann Coulter se titula “Adiós América: The Left’s Plan to Turn Our Country into a Third World Hellhole”. Según el Washington Post, se dice que Trump leyó el libro de Coulter “de pasta a pasta”.

En resumen, el libro afirma que existe una gran conspiración del ala izquierda que nos oculta los hechos. ¡La gente morena vota por los demócratas!

Entre las “sorprendentes revelaciones” de Coulter encontramos las siguientes: “Las personas que viven en comunidades cerradas nos dicen que las cercas no funcionan” y “Los inmigrantes de hoy en día no vienen aquí para respirar con libertad, vienen para vivir de gratis”.

¿Y respecto a la posibilidad de que los inmigrantes indocumentados están tratando de escapar de la violencia o la pobreza? “Nuestro país no es un refugio para las mujeres maltratadas”, dice Coulter.

Yo juraría por todos los santos que el papa Francisco no desviaría el papamóvil para comprar una copia del libro de Coulter.

Como me lo dijo el reverendo James J. Miracky, el auxiliar provincial de Nueva York para la educación superior con los jesuitas: “La posición de Francisco es evidente: una nación es juzgada por cómo trata a las personas más vulnerables en la comunidad”.

Mencionaré otros datos antes de continuar. Los inmigrantes indocumentados no califican para la asistencia social, los cupones de alimentos, Medicaid o la mayoría de otros beneficios públicos. Es cierto que sus hijos —o como Trump diría, sus bebés ancla— son elegibles si nacen aquí. Pero ellos no están hundiendo la economía estadounidense en absoluto.

Los inmigrantes que no son ciudadanos y sus hijos tienen un 25% de menos probabilidades de ser inscritos en Medicaid, y son 37% menos propensos a recibir cupones de alimentos, en comparación con los estadounidenses. Eso es según el Instituto Cato, una organización que para nada es liberal.

Francisco no usará esas cifras para probar su punto; él hará algo más ingenioso. Después de todo, como dicen algunos críticos, él es un maestro del simbolismo. Francisco se reunió con “los más vulnerables de entre nosotros” —inmigrantes indocumentados y jornaleros— en una escuela en East Harlem el viernes.

Entre ellos está una familia compuesta por un hombre que se llama Francisco, su esposa y sus cuatro hijos.

“Recuerdo que cuando era niño, mi padre dijo que él (el papa) era como un dios”, me dijo Francisco. “Así que tener la oportunidad, no puedo creerlo”.

Francisco llegó a Estados Unidos hace 14 años para escapar de una vil situación de pobreza en México.

“Donald Trump no es un verdadero estadounidense”, me dijo. Los estadounidenses que él conoce son compasivos, como el papa Francisco. “Una vez le dije a mi esposa que si algún día me deportan, a donde quiera que vaya en México, nunca diré que los estadounidenses son malos, porque no es así. Tuve la oportunidad de conocer a personas realmente buenas”.

Esas “buenas personas” ayudaron a Francisco a recaudar 6.000 dólares para comprar una casa declarada ruinosa. No tiene calefacción, pero eso está bien. Él se desempeña en cualquier trabajo de construcción que le ofrecen, sin importar cuán pequeño sea. Paga sus impuestos. Se las arregla.

¿Es un criminal? Vive en este país de manera ilegal. Pero, ¿acaso es responsable, como Trump y otros afirman, de gran parte del crimen violento de Estados Unidos? No.

Según Jason Riley, quien escribió el libro “Please Stop Helpig Us: How Liberals Make It Harder for Blacks to Succeed”, los inmigrantes como Francisco tienen menos probabilidades que la población nativa de cometer crímenes violentos o ser encarcelados.

Riley escribió un artículo detallado para el Wall Street Journal en el que mencionaba numerosos estudios, y todos ellos demostraban que tenemos menos que temerle a los inmigrantes indocumentados que a los estadounidenses.

Francisco no se queja acerca de que lo llamen criminal, o que digan que es alguien que se aprovecha de los contribuyentes estadounidenses. “Mi padre en México dice que estamos en una jaula de oro”, me dice. “Pero creemos que es mejor”.

Papa Francisco, hable con libertad. Avergüence a nuestros políticos para que desarrollen una política realista que sea severa, pero a la vez compasiva hacia los inmigrantes. ¿No es eso lo más importante en Estados Unidos?