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Opinión

El ruido de las campanas es ensordecedor

Por Camilo Egaña

Nota del editor: Camilo Egaña es el conductor de Encuentro. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor.

(CNN Español) -- Uno se aferra a una imagen, como la de la mujer embarazada que salvó su vida colgándose de una ventana. O la del chico que frente a la sala de fiestas desplegó su piano portátil y comenzó a tocar “Imagine” de Lennon; o la de los miles de personas que entonaban La Marsellesa cuando evacuaban el estadio.

Y uno rebusca por aquí y por allá la palabra exacta pero ni modo: el ruido de las campanas es ensordecedor.

“Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra.; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti”.

Tras la masacre resulta irrelevante que muchos no sepan que lo que acabo de decir no es de Hemingway, aunque presida una de sus mejores novelas, sino de John Done, un poeta  inglés del siglo XVII.

Las campanas no han parado desde el viernes. Y no van a parar. Eso es lo peor, que no van a parar.

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