(CNN) – El primer bombardero suicida detonó sus explosivos tras los primeros 15 minutos del partido internacional de fútbol de la noche del viernes entre Francia y Alemania en el Stade de France.
Los explosivos utilizados eran de mala calidad, dijo el fiscal de París Francois Molins, pero fueron suficientes como para esparcir los sangrantes restos de los bombarderos a una distancia de docenas de metros.
Una persona que iba caminando cerca fue asesinada en el ataque. Otros resultaron heridos.
Los investigadores ahora están analizando la secuencia de los eventos: los guardias de seguridad en el área le dijeron a CNN que uno de los bombarderos trató de entrar al estadio, pero fue detenido por el personal de seguridad.
Sin embargo, aunque los equipos forenses han recorrido el área, el domingo en la mañana aún podía verse una truculenta evidencia en las calles afuera del estadio, más de 36 horas después.
Yves Buck vive cerca del estadio. “Me entristeció ver la sangre en las paredes”, dijo, “pero no cuando me enteré de que había sido un bombardero suicida”.
“No me puedo imaginar si hubiera ocurrido unos pocos minutos antes… el lugar estaba abarrotado. ¡Que Dios nos ayude!”
En el suelo, también yacían tuercas y tornillos que eran parte de uno de los cinturones suicidas del bombardero, incluso incrustados detrás del vidrio destrozado de las tiendas al otro lado del estadio. Una de las cercas al lado del punto de detonación había sido abollada por el impacto de un perno.
Los espectadores caminaban por la escena, aparentemente inconscientes de la sangre y de los pequeños pedazos apenas visibles de ropa destrozada que yacía en el suelo.
Pero otros no pueden olvidar lo que vieron el viernes por la noche.
Kevin Tulga acababa de pasar por la entrada del estadio con su hijo de 10 años de edad cuando el bombardero detonó su explosivo detrás de él.
“Vimos partes del cuerpo allí. No quería que mi hijo viera nada de esto. Estábamos frente al estadio. No pensamos. No teníamos idea de lo que estaba sucediendo. Así que cubrí sus ojos, lo tome del brazo y solo corrí”.
Las manchas afuera del Stade de France —el escenario de la victoria de la selección nacional en la Copa del Mundo de 1998— desaparecerán.
Pero el sentimiento de que otro ataque puede ocurrir persiste en París.
Tulga todavía tiene sus entradas para el juego del viernes. Su hijo no puede dormir y Tulga, quien vino a Francia como refugiado kurdo, dice que duda en llevar al chico a otro partido.