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Opinión

Inmigración y los ataques en París

Por Roberto Izurieta

Nota del editor: Roberto Izurieta es director de Proyectos Latinoamericanos en la Universidad George Washington. Ha trabajado en campañas políticas en varios países de América Latina y España y ha sido asesor de los presidentes Alejandro Toledo de Perú, Vicente Fox de México y Alvaro Colom of Guatemala. Izurieta también es analista de temas políticos en CNN en Español. Las opiniones expresadas en este artículo corresponden exclusivamente a su autor.

Luego de los ataques a París, las clase políticas en Europa y los Estados Unidos, influenciados por la opinión pública, están tentados con la idea de detener los flujos inmigratorios, especialmente los que vienen de Siria. Esta es una respuesta simplista a un problema mucho más complejo.

En primer lugar, los inmigrantes sirios y de otras áreas del Oriente Medio vienen huyendo de los mismos bárbaros de ISIS de los cuales nosotros nos queremos proteger. Segundo, la inmigración compuesta de ciudadanos que comparten nuestros mismos valores fundamentales como el amor a la familia, al trabajo y al progreso, es la más sana que cualquier país pueda tener. Con una buena política de selección y filtro para disminuir los riesgos de seguridad, esa es la inmigración que sobre todo los países desarrollados necesitan para incrementar su población joven y poder mantener los beneficios de su población mayor camino a un retiro que la sociedad en su conjunto debe mantener.

La Cámara Baja de los Estados Unidos votó esta semana por detener la venida de refugiados sirios. Lo más seguro es que esta decisión no sea aprobada por el Senado, porque EE.UU. necesita mostrar solidaridad en la crisis de refugiados sirios. Estados Unidos tiene, en mi opinión, la inmigración más sana y fácil de manejar, pues permite  recibir e  integrar rápidamente grupos diferentes con relativa facilidad, lo cual beneficia a todos. Primero, porque EE.UU. es un “melting pot”, un país de inmigrantes donde conviven y trabajan en relativa armonía múltiples grupos étnicos y culturales sin mayores tensiones.

Pero sobre todo, porque los relativamente recientes inmigrantes que vienen de México, América Central y el resto de la región buscan unir sus familias (que ya están trabajando y produciendo en EE.UU. por más de 20 años), y comparten la idea de que trabajando todos progresamos. En otras palabras, vienen en busca del “sueño americano”. Sus hijas no usan hiyabs en los colegios; pero a veces se tiñen el cabello para asimilarse más rápidamente.

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En su mayoría, los terroristas que atacaron París son ciudadanos europeos por nacimiento que nunca se asimilaron a los nuevos países de sus familias, quizás porque se han sentido rechazados al buscar oportunidades de trabajar e integrarse a su nueva sociedad, pero también porque  algunos son hijos de migraciones  nacidas de errores políticos, como lo fue por ejemplo la guerra de Argelia. A diferencia de la mayoría de individuos que entraron a Francia y otros países de Europa porque compartían sus valores, su amor al trabajo y el  deseo profundo de integrarse a esa nueva sociedad.

Estoy convencido que los inmigrantes sirios que huyen de la guerra hacia Europa comparten los valores de trabajo, progreso y deseo de integración que han demostrado los inmigrantes hispanos en EE.UU. Además, estos inmigrantes sirios tienen un alto nivel de educación: son profesores, maestros, médicos y profesionales que la sociedad y la economía europea necesitan. Por último, la naturaleza dice que optarán por vivir en los mismos barrios de París y Europa donde viven la mayoría de los inmigrantes árabes y por lo tanto ayudarán a crear una dinámica de trabajo y adaptación a la sociedad que los recibe.

Se sumarán a todos aquellos inmigrantes árabes que comparten el mismo deseo de vivir en paz, progresar, trabajar e integrase y serán todos ellos los que lucharán (en el mismo territorio) contra esa muy pequeña pero extremadamente peligrosa minoría extremista que amenaza a Europa y a toda la civilización moderna. Aceptar con brazos abiertos a estos inmigrantes que escapan de la guerra y darles posibilidades reales de integración puede ser, en el mediano y largo plazo, la estrategia más efectiva para combatir los radicalismos nefastos que han llevado a los sucesos de París.