(CNN) – Los rusos son conocidos por su paciencia interminable… y a veces pienso que les gusta probarnos a nosotros los extranjeros, siempre que pueden.
Sin duda, nuestro viaje a Siria con el ministro de defensa ruso, nos puso a prueba: siete horas en un autobús hasta un aeropuerto militar de las afueras de Moscú, tres horas en los controles de seguridad, después seis horas en un avión de pasajeros Tupolev de la era soviética hasta Siria.
Eran la 4 a.m. cuando finalmente aterrizamos, con cara de sueño, en la base aérea de Hmeymin, en Lakatia, en la costa mediterránea noroccidental de Siria, la plataforma para la guerra aérea de Rusia contra los grupos terroristas islamistas que luchan por el control de Siria .
Mientras arrastrábamos nuestras pesadas cajas de equipo por la pista, el sol salía sobre las montañas en el horizonte, lo que iluminaba la inmensa base aérea… y la escala de la participación de Rusia en Siria.
Para los periodistas occidentales, cualquier tipo de acceso a las fuerzas armadas de Rusia que normalmente son reservadas es poco común. Pero cuando conceden el acceso, es verdaderamente sorprendente.
Involucrada del todo
A primera vista, es evidente que Rusia está involucrada del todo en Siria, desde el punto de vista militar y político.
Ha desplegado sus armas aéreas más modernas y sofisticadas al país, y las está utilizando para atacar implacablemente a los enemigos del presidente sirio Bachar al Asad, el aliado del gobierno del Kremlin.
Nos llevaron al borde de la pista para ver de cerca cómo los aviones rusos despegan en operativos de bombardeo, y regresan sin su carga explosiva.
No nos dijeron qué blancos específicos estaban siendo atacados. Pero puedo confirmar que la guerra de Rusia en Siria es un asunto extremadamente escandaloso. Nos quedó un pitido en los oídos —quizá de manera permanente— por el ensordecedor rugido de los motores de los aviones rusos.
En una ocasión, nuestros guardas militares nos acercaron demasiado.
Un bombardero aterrizó al centro de la pista frente a nosotros, y su ala sobresalió del borde donde nos encontrábamos. Mientras se movía a toda velocidad al lado nuestro, tuvimos que agacharnos para cubrirnos la cabeza. Incluso estar en el lugar viendo las máquinas resulta peligroso.
La comida nunca ha sido una fortaleza de las fuerzas armadas rusas… recuerdo que me daban rebanadas de lardo en Chechenia mientras cubría la brutal batalla por Grozni.
Casi exactamente 15 años después, el lardo —o salo— ya no es parte del menú. Lo que sí ofrecían era blandas salchichas de Frankfurt enlatadas con puré de papas para el desayuno, acompañadas de tomates verdes en escabeche.
Quienes saben sobre estas cosas a menudo dicen que en las fuerzas armadas, la Marina siempre come mejor que el ejército.
Eso aparentemente es cierto en Rusia, según lo descubrimos en nuestro segundo día en Siria.
Acceso sorprendente
El almuerzo era a bordo del crucero de misiles Moskva, desplegado frente a la costa de Siria al este del Mediterráneo.
El Moskva, como lo reiteré en mi informe desde su cubierta, es uno de los barcos rusos más importantes en la región y es parte de la intensa campaña militar en Siria.
Fue desplegado frente a Siria inmediatamente después del derribo de un bombardero ruso Sukhoi 24 por parte de interceptores F-16 turcos en noviembre.
Aparte de tener la capacidad de transportar misiles nucleares (lo cual según nos dijeron, no es el caso), está armado con un sistema de defensa con misiles altamente sofisticado.
Junto con los sistemas avanzados que ahora se encuentran desplegados sobre el terreno en Siria, esto significa que Rusia tiene la capacidad de controlar los cielos sobre Siria.
En realidad, el rango de los poderosos sistemas significa que también puede controlar los cielos sobre el sur de Turquía, el norte de Israel, Chipre y el Líbano.
El capitán del barco, cuyo rango real es “comandante”, me dijo que el número de aviones de la coalición liderada por Estados Unidos en misiones sobre Siria se ha reducido significativamente desde la llegada del barco… incluso sin hacer un solo disparo.
El almuerzo, por cierto, era un clásico ruso de la Marina: macaroni po flotski. Básicamente, es pasta con carne y sin salsa, con una porción de kétchup encima.
Influencia rusa
El Kremlin sistemáticamente se ha resistido a las exigencias por parte de países occidentales, y grupos rebeldes en Siria en relación a que Bachar al Asad renuncie antes de las conversaciones de paz.
El hecho de que no se haya mencionado el futuro de Asad en la reciente resolución de la ONU sobre Siria sin duda es el resultado de la creciente influencia diplomática rusa en el tema.
El Kremlin, por supuesto, tiene intereses económicos y militares en Siria que quiere proteger.
Aunque Rusia siempre ha dejado abierta la puerta a la posibilidad de un cambio de liderazgo en Siria, su formulación de que “debería ser el pueblo sirio el que elija” deja suficiente espacio para maniobrar a fin de rechazar a cualquier candidato que no parezca ser lo suficientemente favorable ante la opinión de Rusia.
Cualquier candidato, quizá, que no sea Asad.
En busca de protección
Con el propósito de ilustrar la naturaleza compleja del problema en Siria, asumo, nos llevaron —en el día tres de nuestro recorrido— a un campo controlado por el gobierno para las personas desplazadas por la guerra.
Rusia está proporcionando comida, refugio y suministros médicos a dos campos similares en Siria en lo que afirma, es su esfuerzo humanitario. Pero consideraron que era demasiado peligroso que fuéramos llevados cualquiera de ellos, así que en su lugar nos llevaron al campo de la “Ciudad deportiva” en Latakia.
Cerca de la entrada, un afiche de gran tamaño muestra a Vladimir Putin de Rusia y a Bachar al Asad mientras se dan un cálido apretón de manos.
“Esto es gracias a Rusia”, lee el afiche.
El campamento alberga a más o menos 5.000 personas desplazadas por la lucha, quienes han tomado la decisión de buscar refugio no en los grandes campamentos afuera de Siria, o en Europa, sino bajo la protección del gobierno sirio.
Una mujer, Aisha Adbulraheem, quien fue desplazada con su familia de Alepo, me dijo por qué.
Debido a que su esposo era parte del ejército sirio, ella se encontraba en riesgo de los “terroristas”, me dijo. Los rebeldes le cortaban la cabeza a los familiares de los soldados sirios, dijo.
Los sirios con los que CNN habló dijeron que estaban aterrorizados por lo que le sucedería a sus familias si Asad dejaba el poder. Sin embargo, los bombardeos indiscriminados por parte del régimen y la continua guerra civil que inició en 2011 ha dejado un saldo de más de 300.000 personas muertas y ha obligado a que 10,6 millones de personas —casi la mitad de la población— salga de sus hogares.
No es solo el Kremlin el que está decidido a que se garanticen sus intereses en Siria.