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(CNN Español) – A propósito de la letrilla de hoy, lo que vi en una callecita de Palermo en Buenos Aires; “Feliz cumple, Chuchy, que te lo mereces”. Y ahora la letrilla:

“Felices fiestas”. Alguien me lo suelta en plena cara. Y la frase me suena como un pistoletazo. Si la hubiera pronunciado en alemán, no me habría parecido una frase tan definitoria, tan lapidaria  y de algún modo, tan  perversa. Porque lo es y mucho. Y no es que yo sea como Scrooge, el personaje de Dickens que odiaba la navidad. al contrario a mí me encanta sobre todo por todas las navidades que me deben. En Cuba estuvo prohibida o si prefieren, mal mirada, hasta 1996.

El asunto es que lo de “Felices fiestas”es tal vez el engendro más estridente de la corrección política en Estados Unidos. La sueltas y automáticamente estas blindado porque te sirve para felicitar a los cristianos y a los judíos sin sobresalto alguno.

El expresidente George W. Bush, cristiano donde los haya, también sucumbió al virus de la corrección política y para estar a bien con todos, enviaba en 2005, tarjetas navideñas desde la Casa Blanca con un texto que puso como erizos enloquecidos a los predicadores evangelistas que le ayudaron a llegar al trono: «Happy Holidays»

Y claro, después de algo así, ya no basta con que Dios nos coja confesado. Con algo así, uno necesita que el mismo Dios diga algo.

La corrección política no es algo reciente como creen algunos. los que saben han encontrado su presencia en el siglo XVIII en Estados Unidos. Dos siglos después, es una costra que empercude a buena parte del país por ese afán de unificar las ideas; de menospreciar el debate y el incordio. Es como si cambiando la palabra, se difumina el significado y se maquilla la realidad. Así, nos empezamos a referir un buen día a opción sexual, discapacidades cognitivas o a invidencia, por ejemplo, para evitar palabras que hieren a algunos… Es la orgía del eufemismo, del no decir nada, del no compromiso. Pero es al mismo tiempo, el esfuerzo más estéril que alguien pueda hacer, porque haciendo ese trueque vil con las palabras no desaparece lo que las palabras denuncian. El ninguneado no recibe un abrazo ni el “rarito” empieza a ser respetado.

Mi tía abuela Coloy, que no era de ir a misa, pero sí de creer, habría dicho algo poco delicado pero real y majestuoso como una catedral: “Mijo, eso es querer estar en paz con Dios y con el Diablo”. Por tanto, y de corazón, feliz Navidad tengan todos.