Nota del editor: Este es el cuarto capítulo de una serie sobre Jesús y su familia, inmigrantes guatemaltecos que viven con incertidumbre por el temor de ser deportados de Estados Unidos. Para leer el capítulo anterior, haz clic aquí.
(CNN) – Jesús se acurruca cerca del calefactor en el apartamento. Es febrero y la temperatura afuera ha descendido por debajo de los 30 grados. Adentro no está más caliente que afuera. Llegó a casa de la escuela hace más de una hora pero aún tiene su abrigo puesto.
Antes, se habría plantado en frente del televisor o de la computadora después de comer un refrigerio. Pero el televisor está apagado y la pantalla de la computadora, colocada en un extremo de la mesa esquinera contra la pared, está negra.
La familia de al lado se ha mudado y se ha llevado sus conexiones de Internet y de cable. Pedro le dijo a Jesús que no quiere pagar por un nuevo servicio hasta que sepa por cuánto tiempo se quedará la familia en Estados Unidos. Ellos esperan averiguarlo mañana.
Para pasar el tiempo en esta tarde de invierno, Jesús escucha un CD de música de marimba de Guatemala y juega un videojuego en el celular de su padre. Su meta es ganar 200.000 monedas en “Temple Run”. En este momento lleva 20.000. Mientras su avatar salta por encima de túneles y puentes, Jesús piensa en su otra meta y si logrará alcanzarla: aprender inglés.
En la pared que está a su lado, hay un calendario con días marcados. El 28 de enero, escribió: “Feliz Cumpleaños”.
Jesús decidió escribir las palabras en inglés para marcar el cumpleaños que él y su madre comparten. Cuando llegó el día, no hicieron mucho para celebrarlo. Angélica no le dijo a sus compañeros de trabajo en el restaurante porque no quería que la agobiaran. La familia quería comprar un pastel, pero no sabía dónde encontrar uno.
En la escuela, Jesús disfrutó de la atención de celebrar su decimoquinto cumpleaños con amigos. En la clase de ciencias, su maestro y sus compañeros de clase utilizaron Google Translate para aprender a decir “Feliz Cumpleaños”.
Las cosas están empezando a tener sentido para él en la escuela y está ansioso por seguir estudiando.
Pero él está preocupado porque no logre tener esa oportunidad. Mañana, un juez podría decidir si deporta a su padre. Una vez más, faltará a la escuela y hará el viaje de dos horas a Memphis con su familia.
Pase lo que pase, él quiere verlo con sus propios ojos.
Una fecha para recordar
Jesús se instala en el banco detrás de sus padres, sus ojos recorren toda la habitación. Es su primera vez en la corte y el ambiente se siente siniestro. El juez no ha llegado todavía. Todo el mundo está susurrando.
Él tiene miedo, pero trata de sonreír. Se inclina hacia delante y le recuerda a su padre que debe poner su teléfono celular en vibrador.
Pedro se sienta silenciosamente en una banca en la primera fila, inclina la cabeza y mira la alfombra azul. Se pasó dando vueltas toda la noche y apenas pudo dormir. Son tantas las personas que dependen de él. ¿Qué van a hacer si lo mandan de regreso?
Angélica se sienta junto a él, mirando al frente. Ella está orando para que Dios les dé un poco más de tiempo para que puedan ahorrar más dinero para los estudios de sus hijos.
En solo unos minutos, todos los bancos dentro de la sala están llenos. Una mujer con un traje a cuadros anuncia que cualquier persona cuyo nombre no esté en la agenda del día tiene que salir.
Jesús y Angélica salen, volteando a ver atrás una última vez a Pedro.
Cuando el proceso empieza, ellos se acurrucan cerca de la puerta, tratando de escuchar. Un abogado le dice al juez por qué su clienta presenta tarde un formulario: “Ella recibió un mal consejo de un abogado en Little Rock”.
Otro explica por qué acaba de comenzar a trabajar con un cliente, después de que el caso lleva años: “Él es de Seymour, Tennessee. El lugar no es exactamente un semillero de abogados de inmigración”.
El juez critica la forma en que los funcionarios de inmigración han manejado un caso: “Parece que el Departamento de Seguridad Nacional ha sido cualquier cosa menos directo”.
Fuera de la sala, una joven pareja derrama lágrimas de alegría después de que el juez programa su próxima audiencia para diciembre de 2016.
Jesús se da cuenta de que el juez está dando fechas de audiencia para meses, incluso años después. Él espera que eso también suceda en el caso de su padre.
“Que nos den hasta el 2100”, dice, sonriendo.
Mientras que Jesús se esfuerza por escuchar, un guardia de seguridad le dice a él y a otros que esperan cerca de la puerta de la sala que el área está muy aglomerada; ellos tienen que alejarse de donde pueden escuchar.
Jesús divisa a González, su conductor, al otro lado de la habitación y se coloca en una silla cercana. Él intenta distraerse al observar lo que sucede a su alrededor… la manera en que los zapatos de una mujer crujen sobre el suelo, lo mucho que pareciera que el guardia disfruta de su taza de café. Él estira el cuello en dirección a la sala, pero no ve ninguna señal de su padre.
Treinta minutos más tarde, Pedro regresa a la sala de espera y se ve aturdido.
“Nos dieron un poco más de tiempo”, le dice a su familia.
Las cortes están tan ocupadas que la fecha que le programaron para que regrese es dentro de dos años.
Angélica se ríe. Jesús sonríe y hace rebotar sus dedos a los lados de la silla de la sala de espera como que si estuviera tocando las primeras notas de una fanfarria.
Pedro aún no está listo para celebrar. Otras palabras que el juez dijo colocan un gran peso sobre él.
“Si no me presento, me sacarán durante 10 años”, dice.
Bueno, entonces, no te olvides de la fecha, le dice González. “Apúntala en la puerta de entrada, en el refrigerador, en el calendario”.
2 de febrero de 2017.
Jesús dice que lo hará.
Rostros familiares
Hace frío cuando salen de la corte, pero el sol se siente cálido. Jesús toma fotos de sus padres de pie en una calle de Memphis. Por encima de un umbral en el fondo, él puede ver una bandera estadounidense.
Cuando llegan a casa, deciden caminar hasta la tienda de comestibles. Es raro tener una tarde libre como familia y quieren aprovecharla.
Jesús mira una pequeña sandía sin semillas en el pasillo de verduras y frutas.
“Mira toda la fruta de Guatemala”, le dice a su madre.
Él reacciona cuando un niño y su madre entran por la puerta, empujando una carretilla de compras.
“Ese es mi compañero de clase”, dice.
Angélica saluda y sonríe.
La tienda abrió hace poco y la fila es tan larga que se necesita una hora para entrar. Es la primera tienda de comestibles de la ciudad y todos estaban emocionados. Pedro paga 53,87 dólares por las frutas, pollo, bocadillos y agua embotellada para la semana.
Afuera, Jesús espera con las bolsas de las compras mientras que sus padres van a una farmacia cercana. Él rodea un exhibidor con rastrillos de plástico de color naranja que están a la venta y piensa en el otoño. Era precioso, dice, ver cómo cambian de color las hojas por primera vez. Luego ellas parecen caer de los árboles tan repentinamente. Su padre le dijo que una ráfaga de viento las había hecho caer.
El invierno es muy frío, pero él espera experimentar pronto otro por primera vez: Él nunca vio nieve en Guatemala.
Mientras espera, observa a la gente caminar de la tienda hasta el estacionamiento. Él ve a otro compañero de clase, luego a la enfermera de su escuela y luego al conserje.
El sonido de las aves arriba perfora el aire. Jesús mira hacia arriba. “Mira, están migrando”, dice.
Las aves son afortunadas. Ellas vuelan sobre las ciudades, a través de fronteras, de un país a otro.
Se pregunta si van a Guatemala.
Una bandada masiva voló sobre su ciudad natal una vez… tantas que era difícil ver el cielo.
Sigue esta historia en las próximas entregas diarias en CNNEspanol.com
Capítulo 1: Más allá de la frontera: la vida en el limbo para una familia inmigrante en EE.UU.
Capítulo 2: “¿Temen por sus vidas?”
Capítulo 3: Conocer y amar a Estados Unidos