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Nota del editor: Este es el cuarto capítulo de una serie sobre Jesús y su familia, inmigrantes guatemaltecos que viven con incertidumbre por el temor de ser separados por la deportación de sus miembros de Estados Unidos. Para leer el capítulo anterior, haz clic aquí.

(CNN) – Una mañana de mayo, mientras que Jesús está en la escuela, Angélica presenta su caso en relación a por qué no pueden regresar a Guatemala.

La entrevista es parte clave del proceso de asilo conocido como una evaluación de miedo creíble. Para obtener asilo, una persona tiene que demostrar que es objeto de persecución a causa de su raza, religión, nacionalidad, opinión política o pertenencia a un determinado grupo social. Pasar la evaluación significa que tendrás la oportunidad de convencer a un juez. Si no logras hacerlo, tus días en Estados Unidos posiblemente están contados.

Para los funcionarios de Estados Unidos, es un paso que evita que los casos no elegibles obstruyan el sistema judicial.

Para los grupos anti-inmigrantes, esta es una estafa explotada por personas que afirman tener miedo para obtener un pase libre a Estados Unidos.

Para los defensores de derechos de los inmigrantes, es un sistema defectuoso diseñado para regresar a sus países de origen a la mayor cantidad de personas que les sea posible, sin importar qué amenazas enfrentan.

En el caso de Angélica y Jesús, esta es su única oportunidad para permanecer en Estados Unidos.

A Angélica le tomó más de una hora explicarle a un funcionario de asilo en Houston por qué tiene miedo.Ellos hablan por teléfono. Un traductor le dice qué preguntas le están haciendo y comparte las respuestas de Angélica con él.

De acuerdo con un informe oficial de la entrevista, este es el resumen que el funcionario de asilo lee al final:

“Usted ha sido amenazada por criminales desconocidos que exigían que les pagara dinero. Ellos la llamaban por teléfono y la amenazaban con matarla a menos que les pagara. Usted les dijo que llamaría a la policía y la dejaron de llamar. Secuestraron a su madre y la llevaron a un pueblo diferente, pero la policía la encontró. …Después de que reportara el hecho, los hombres trataron de llevarse a sus hijos cuando iban a la escuela, pero no pudieron llevárselos. Sus hijos trataron de decirle a la policía y la policía le dijo que lo reportara si volvía a suceder. La policía no investigó ninguna de las denuncias que presentó. Alguien le pasó el auto encima del pie de su hermana. Ustedes iban caminando a través de un área bloqueada y alguien pasó por los postes y pasó encima del pie de ella”.

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En una entrevista con el mismo funcionario varios meses después, en septiembre, Jesús corrobora lo dicho por su madre.

El funcionario marca una casilla en el informe en el que india que considera que las afirmaciones que Angélica y Jesús han hecho son creíbles.

Luego marca otra casilla. Dice que el caso no cumple con los lineamientos necesarios para proceder con una solicitud de asilo.

La decisión del funcionario le da a Angélica y a Jesús la primera opción real que han tenido en meses: darse por vencidos y prepararse para volver a Guatemala o seguir luchando para tener la oportunidad de permanecer en Estados Unidos.

Solo un juez de inmigración puede revocar la decisión del funcionario de asilo.

Para Angélica, eso es algo obvio. Ella quiere presentar su caso ante la corte.

Un largo recorrido desde Tucson  

Angélica y Jesús estaban en Tucson en el verano de 2014. También estaba allí el juez Matthew W. Kaufman.

Estaban abasteciéndose de suministros en una estación de autobuses Greyhound después de haber sido puestos en libertad. Él estaba trabajando como asesor asistente en jefe del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas, la sección de la agencia que representa al gobierno en casos de deportación.

Dieciséis meses después y a más de 1.900 kilómetros de distancia, se encuentran frente a frente en una corte de inmigración de Memphis.

Kaufman fue contratado recientemente como juez, como parte de un esfuerzo para ayudar a un sistema que está a punto de colapsar. Dado que el número de nuevos casos está creciendo a un ritmo exponencial, los retrasos alcanzaron su punto más alto. A nivel nacional hay más de 430.000 casos pendientes en los tribunales de inmigración, y solo alrededor de 250 jueces están disponibles para escuchar los casos.

Es por eso que Pedro ha estado esperando su cita en la corte durante años. Angélica y Jesús están en un proceso más rápido. Dado que “cruzaron la frontera recientemente”, sus casos están en una lista que el gobierno se ha comprometido a tratar con rapidez.

En esta mañana de octubre en la sala de Kaufman, Angélica y Jesús tienen una simple petición: revertir la decisión del funcionario de asilo y dejarlos proceder con su caso.

Angélica le dice al juez que el novio de su hija recientemente comenzó a recibir amenazas y a ser extorsionados por una banda local. Su familia está aterrorizada. Ella describe el día en que su madre fue secuestrada. A medida que revive la experiencia, sus ojos se llenan de lágrimas.

A los jueces de inmigración no se les permite hacer comentarios fuera de la corte sobre los casos específicos que escuchan. Pero la jueza Dana Leigh Marks, jefe de su unión, utiliza una frase para resumir lo que se siente al presidir un caso de asilo. “Es como escuchar casos de pena de muerte”, dice ella, “en un ambiente de tribunal de tráfico”.

“Una orden de expulsión podría, en efecto, ser una sentencia de muerte. Estos casos incluyen a menudo el riesgo de que la persona pueda morir si se le obliga a regresar a su tierra natal, ya sea a causa de la violencia o de enfermedades endémicas que no son controladas por un empobrecido y/o gobierno corrupto”, escribió en un artículo de opinión para CNN en el 2014. “Sin embargo, un juez no puede permitir que una persona permanezca aquí con base en el riesgo —o incluso si hay certeza— de muerte, a menos que se cumpla con otros requisitos técnicos determinados”.

Después de escuchar a Angélica y a Jesús hablar en la corte, Kaufman mantiene la decisión de los funcionarios de inmigración que el caso de asilo que están presentando no podría ganarse.

Él firma los papeles con sus nombres en ellos, lo cual no deja lugar a dudas.

“El caso es devuelto al Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos (DHS, por sus siglas en inglés) para que regresen a los extranjeros”, dice cada papel. “Esta es una orden final. No hay apelación disponible”.

Él les pide su dirección y les dice que les llegará un aviso por correo. Podría asignarles otra cita para hacer una comprobación con las autoridades, o podría indicar el lugar y fecha en que serán deportados.

Angélica cree que el juez no creyó su historia. Se pregunta qué tan mal deben ser las cosas para lograr que alguien los ayude. Al menos, dice, Dios sabe que lo que dijo es verdad.

Esa noche, Jesús se acuesta en su cama. Les dice a sus padres que está muerto y que no quiere volver a la escuela.

Marcando el tiempo  

Casi todo en las paredes de la sala de estar marca el paso del tiempo.

Hay tres calendarios, un post-it amarillo indica qué color de uniforme se debe usar cada día de la semana y un reloj que marca cada segundo de distancia.

Pero dentro del apartamento donde Pedro, Angélica y Jesús viven, no hay señales de la fecha que todo el mundo está temiendo.

No saben cuándo llegará. O si alguna vez llegará.

Tratan de olvidarse de los resultados de la corte. Los días de trabajo se hacen más largos. El autobús escolar sigue llegando.

Ellos esperan tener otra oportunidad.

Sigue esta historia en las próximas entregas diarias en CNNEspanol.com

Capítulo 1: Más allá de la frontera: la vida en el limbo para una familia inmigrante en EE.UU.

Capítulo 2:¿Temen por sus vidas?

Capítulo 3: Conocer y amar a Estados Unidos

Capítulo 4: ¿Qué depara el futuro para los inmigrantes?