(CNN Español) – ¡Al fin llegó!
El vuelo del papa Francisco, el AZ4000, tocó suelo mexicano a las 7:17 de la noche en la Ciudad de México.
La algarabía estalló en el Hangar Presidencial. Una escuadra de mariachis apostada al lado izquierdo del avión de Alitalia que traía al pontífice desde La Habana entonó ‘Cielito Lindo’.
“Se ve, se siente, el papa está presente”… “Esta es la juventud del papa”, gritaban los asistentes mientras batían pañuelos blancos desde dos graderías improvisadas.
El papa bajó los peldaños de la escalinata visiblemente cansado, pero sonriente. Abajo lo esperaban el presidente Enrique Peña Nieto y la primera dama de México, Angélica Rivera. Sonrió. Saludó… juntos empezaron a recorrer la alfombra roja dispuesta para su recibimiento.
Unos metros más adelante se encontró con tres niños y una niña vestidos con traje típico. Le entregaron un pequeño cofre con tierra de los 32 estados estados de la república. Francisco les regaló su mejor sonrisa y “platicó” varios minutos con ellos.
En ese momento, al otro lado de la ciudad, repicaban las campanas de la Catedral… la bienvenida se hizo sentir en todo México.
La serenata a Francisco apenas comenzaba. Entre coplas y tonadas se escuchaban las porras de los invitados. “Bendiciooooón, bendiciooooón…”, le gritaban a su paso.
El momento mágico de la noche llegó cuando un grupo de niños vestidos todos de blanco, al igual que el papa, corrieron a su encuentro y lo abrazaron. Se fundió entre ellos y le faltaron brazos para arroparlos a todos.
Seguían las porras: “Queremos que el papa nos dé la bendición, queremos que el papa nos dé la bendición”…
Se las dio. Una y otra vez. Muchas veces. Francisco bendijo en nombre de los presentes a todo el pueblo de México, a donde vino a contagiarse de “la riqueza de su fe”.
Siguió su recorrido alrededor de las graderías saludando con su mejor sonrisa hasta toparse con una escena que se ha vuelto habitual a su paso: le acercaron un niño enfermo, a quien bendijo y besó en su frente.
Luego fue la hora del “bautizo”: un mariachi vestido de oro y negro le impuso a Francisco un sombrero charro, ícono de la tradición y la cultura mexicana. “Francisco, hermano, ya eres mexicano”, le gritaron.
La alfombra roja se bifurcó en forma de V, como presagio o símbolo de “Victoria”. Del triunfo pastoral-personal por su llegada a México, la tierra de su madre la Virgen de Guadalupe. Porque él mismo se ha declarado “guadalupano”.
Está que la ve, está que la abraza. Sí, el papa vino a México a abrazar la fe de los mexicanos, pero también a reunirse con su Madre del Cielo, para mirarla a los ojos y suplicarle “que no deje de mirarnos con misericordia”.
¡Ya casi!
Francisco se verá cara a cara con la Virgen de Guadalupe este sábado, cuando oficie una misa solemne en la Basílica dedicada a la patrona de todos los mexicanos. Allí tendrá un rato a solas con ella. Pondrá una coronilla a sus pies. Lo dijo antes de viajar, que su mayor deseo era simplemente rezar ante la Virgen morena.
Terminado el recorrido por la alfombra roja del Hangar Presidencial, el papa saludó a algunos de sus hermanos religiosos y a otros invitados que formaban parte de la comitiva de bienvenida a México.
“¡Viva el papa!…¡Viva! Viva Francisco…¡Viva! Viva consuelo bendito de Dios… mi sangre por ti daré yo”, fue el último estribillo que se escuchó del mariachi.
Terminó el saludo oficial. Francisco se dirigió hacia el papamóvil que lo esperaba para trasladarlo por las calles de la Ciudad de México hasta la Nunciatura Apostólica, donde dormirá.
En los alrededores del aeropuerto Benito Juárez y en las calles aledañas lo feligreses se agolparon para saludar al papa. Eran 19 kilómetros hasta la residencia, ubicada en el cruce de la calle Juan Pablo II y Avenida Insurgentes, en el sur de la ciudad.
“El papa, el papa, el papa”… “que se pare, que se pare, que se pare”, le gritaban a su paso. Pero era imposible detener la marcha. Sin embargo, Francisco no “paró” de saludar de izquierda a derecha a los fieles, hasta su llegada a la Nunciatura, donde fue recibido entre aclamaciones por una multitud.
¡Al fin llegó! El papa ya está en México, rodeado de millones de mexicanos, a quienes vino a decirles que “Jesús los quiere mucho”.
“¡Francisco, hermano, ya eres mexicano!”