Nota del editor: Hoy hace un año exactamente, Avijit Roy fue brutalmente asesinado en el lugar más público posible: regresaba de una concurrida feria del libro en Dhaka, Bangladesh. ¿Su crimen? Él era un bloguero estadounidense que escribía prominentemente sobre temas seculares, obras que sus equivocados atacantes consideraban como blasfemas. En los meses subsiguientes, fundamentalistas llevaron a cabo otros ataques contra escritores seculares.
En la siguiente nota, la hijastra de Roy, Trisha Ahmed, una estudiante de segundo año de la Universidad de Johns Hopkins, cuenta sobre el padre que recuerda y el ataque que está tratando de olvidar.
(CNN) – 2008.
Durante algún tiempo, me pareció extraño llamarle “papá”, porque él tenía el aura y el ingenio de un tío divertido. Cuando nos trasladamos a una nueva casa en el verano después de que cursé sexto grado, recogió dos palos largos en el jardín y me dio uno de ellos.
“¿Pelea de espadas?”, me retó.
“Será un placer vencerte”, respondí.
Nos enfrentamos con nuestros palos de madera hasta que oscureció. Cada vez que yo perdía, quería una revancha. Y siempre perdía.
Un día le pregunté por qué nunca me dejaba ganar.
“¿No quieres que te trate como mi semejante?”, preguntó.
Avijit Roy aparece aquí con su hijastra Trisha Ahmed y con su esposa Rafida Ahmed Banya.
2012
Aunque mi papá trabajaba como programador de computadoras durante el día, era un escritor cuando regresaba a casa. Sus libros se trataban de la ciencia detrás de la “homosexualidad” y el “virus” del extremismo religioso. Con el objetivo de incorporar una discusión más secular a la corriente dominante de Bangladesh, él también se estaba convirtiendo en un activista bien conocido.
Una semana antes del examen nacional AP cuando estaba en onceavo grado, mi maestro de cálculo renunció. Él nos dijo que lamentaba tener que irse, pero que era necesario porque no ganaba lo suficiente como maestro de secundaria.
Mi papá y yo cerramos un trato. Él me ayudaría con cálculo y física si yo lo ayudaba a hacer la transición a escribir en inglés.
“Papá, estas oraciones son terribles. ¿Cómo has logrado trabajar con esta gramática?”
“Trisha, por favor solo haz las ediciones. El contenido es bueno”.
Y siempre lo era. Nos iba muy bien.
13 de febrero de 2015
Todos los años en febrero, se lleva a cabo una feria del libro en Dhaka, la ciudad natal de mis padres en Bangladesh. Antes de viajar allá, mis padres decidieron visitarme en la Universidad de Johns Hopkins en Baltimore, donde estudiaba.
Me llevaron una caja llena de regalos: dulces, ropa, cuadernos, lapiceros. Me sentí culpable de no regalarles nada, así que rápidamente saqué dos bufandas de mi mochila.
Mi papá se puso la bufanda toda la noche.
“Le das algo nuevo y se lo pondrá con mucho orgullo”, bromeó mi madre.
26 de febrero (mañana)
A las 10:30 a.m., tomé asiento en la parte de atrás de mi clase de neurociencia cognitiva, en la que participaban 300 estudiantes. A mediodía, revisé mi celular y vi tres mensajes no leídos de mis primos en Bangladesh.
Empecé a llorar. Me temblaba el cuerpo. Llamé a mi compañera de habitación.
“¿Qué pasa?”, me preguntó. “¿Estás bien?”
“Mi papá ha muerto y mi mamá está en la unidad de cuidados intensivos en Bangladesh”.
26 de febrero (tarde)
Con los ojos hinchados y apagados, con círculos rojos alrededor, hice una publicación en Facebook:
Mi papá era un conocido escritor bengalí, famoso por sus libros sobre la ciencia y el ateísmo. Él y mi mamá fueron a Bangladesh la semana pasada para dar a conocer sus libros en la feria del libro nacional de Bangladesh. Hace 15 horas, fundamentalistas islámicos apuñalaron a mi papá hasta matarlo. Mi mamá resultó gravemente herida por el ataque y aún se encuentra en el hospital. Su muerte es noticia de primera plana en Bangladesh.
La razón por la que comparto esto no es por mí, sino por mi papá. Él era un firme creyente en expresar tu opinión para mejorar el mundo.
Él y mi mamá empezaron a salir cuando yo tenía seis años. En los 12 años siguientes, se convirtió en mi amigo, mi héroe, mi confidente, mi pareja de baile (aunque los dos bailamos mal) y en mi padre. En ninguna ocasión me dijo que me calmara o que fuera más amable; me enseñó a ser informada, audaz y a no tener miedo.
Decir que estoy furiosa o devastada se quedaría corto. Sin embargo, por muy arruinado que esté el mundo, nunca hay razón para dejar de luchar por hacer de él un lugar mejor. Siempre recordaré las lecciones y el amor que me dio. Te amo tanto, papá. Gracias por todo.
#WordsCannotBeKilled (Las palabras no pueden ser asesinadas)
Esas son las palabras que el público vio.
Pero lo que no vieron es que tenía que tomar pastillas para dormir todas las noches, para no soñar con mi papá en medio de un charco de su propia sangre. Lo que no vieron fue la preocupación en relación a que nunca vería a mi mamá de nuevo, y que si la veía, ella nunca sería la misma, y yo sería una cuidadora incompetente. Lo que no vieron fue que yo sintonizaba canales de noticias de Bangladesh a toda hora, para ver imágenes de miles de personas que marchaban en las calles con el rostro de mi padre en pancartas, exigiendo justicia por su asesinato.
Lo que no vieron fue una chica que llegó a estar muda.
3 de marzo
No reconocí a mi mamá cuando regresó a Estados Unidos. Se había afeitado la cabeza. Pensé en cuando la diagnosticaron con cáncer de tiroides, cuán limitada y lenta se volvió durante el tratamiento, y cómo yp sentía un vacío en el pecho durante días.
Eran las 10 p.m. y me encontraba en el aeropuerto para recibirla. La rodeaba un doctor, un agente del FBI y varios guardias de seguridad. Vimos con incredulidad cómo hacía una broma con el hombre que empujaba su silla de ruedas.
Mi abuelo lloró cuando la vio. Pasó los dedos sobre su cabeza afeitada, una y otra vez, y sobre sus vendas.
Los doctores en la clínica Mayo, a donde la trasladaron, levantaron las vendas, y pude ver los puntos. La habían apuñalado cuatro veces en la cabeza, pero ninguna había ocasionado daño cerebral directo. En el ataque le habían cortado el pulgar. Empecé a ver puntos negros y caí sobre una silla, la cual se convirtió en mi hogar por las noches.
Empezó a llorar cuando creyó que estaba dormida. Pasé mis dedos por sus brazos y su espalda hasta que se calmó. Este es un viejo truco de la mamá de mi abuela; ella se lo enseñó a mi mamá y mi mamá me lo enseñó a mí.
22 de marzo
Viajé al campus sola. Me dijeron que el mismo grupo que mató a mi papá podría atacarnos a mi mamá y a mí. Mi mamá me dio instrucciones de no ir sola a ninguna parte, sin importar la hora del día, y me dijo que no fuera a ningún lugar de noche, punto. Me reuní con una representante del FBI. Ella me aseguró que lo más probable era que estuviera a salvo. Pero eso no impidió que me invadiera la paranoia.
3 de mayo
El líder de Al Qaeda en el subcontinente indio publicó un video que asumía la responsabilidad por el asesinato de Avijit Roy en el nombre del Islam.
26 de mayo
Me encontraba en casa en Georhia luego de un semestre largo y cansado. Era inquietante. En cada rincón, esperaba ver a mi papá escribiendo en su estudio o leyendo en la habitación de mis padres.
Habían pasado tres meses después del ataque. Me encontraba en el suelo, llorando. Nada parecía ser real. Salí al balcón y me preparé para saltar. Mi novio me encontró antes de que lo hiciera. Me ayudó a entrar y me puso en la cama.
Septiembre
Mientras mi papá pasó la mayor parte de su vida leyendo sobre la ciencia y el secularismo, mi mamá leía sobre la política, la historia, el feminismo y las culturas del mundo. Luego de trabajar durante unos cuantos meses, mi mamá decidió dejar temporalmente su empleo como directora senior en una oficina de crédito.
“¿Estás segura de que esto es lo que quieres hacer?”, le pregunté.
“¿Quién sabe?”, rio. “Hoy estaba pensando que tu papá murió por su pasión, así que quizá debo tratar de al menos vivir por la mía”.
En cuestión de una semana había salido del país y se estaba reuniendo con asociaciones humanitarias en toda Europa. Empezó a trabajar por sacar a otros activistas de Bangladesh, antes de que sufrieran la misma suerte que mi papá. Aunque mi mamá aún no había resuelto todos sus problemas, ella quería desesperadamente ayudar a que otros encontraran la seguridad.
Hoy
Por muy brutal que haya sido la muerte de mi padre, no creo que él haya querido vivir la vida de manera distinta. Al morir por su causa, él ganó la atención de todo el mundo sobre la opresión y el asesinato del pensamiento científico en Bangladesh, un país que afirma ser gobernado por principios seculares.
Sé que Al Qaeda, ISIS y otras manifestaciones del extremismo religioso están activas y sin problemas. Pero al escribir y compartir mi historia, yo estoy teniendo un impacto. Al igual que muchas personas, estoy socavando de forma cuidadosa, certera y paulatina las ideologías que buscan destruirnos.