(CNN) – Zulmarys Molina llega a la clínica de embarazo de alto riego en San Juan, Puerto Rico, poco después del amanecer, emocionada por ver a su bebé.
Dentro de la habitación de evaluación, ella se levanta su blusa para que el Dr. Alberto de la Vega puede colocar un lector óptico de ultrasonido sobre su vientre.
Se dirige directamente hacia el cerebro del bebé.
Cuando Molina tenía tres meses de embarazo, contrajo el virus del Zika de un mosquito. No fue un gran problema para ella… se sintió enferma solo durante algunos días.
Pero podría ser devastador para su bebé. El Zika puede tener una afinidad por el tejido cerebral del feto, al comérselo y destruirlo.
Ahora, con cinco meses de embarazo, Molina observa ansiosamente el monitor del ultrasonido mientras de la Vega examina a su hija, a quien ha llamado Micaela.
“Esta es una situación muy estresante”, dice Molina. “No quieres pensar en ello, pero siempre recuerdas lo que el Zika puede hacerle a tu bebé”.
A medida que el Zika continúa propagándose, esta escena se repite una y otra vez en los consultorios médicos en muchas partes del Caribe y América Latina.
Más de 950 casos de malformaciones fetales potencialmente asociadas con el Zika se han reportado en todo el mundo, según la Organización Mundial de la Salud.
Los expertos dicen que solo es cuestión de tiempo antes de que también ocurra en el territorio continental de Estados Unidos.
“Hay razón para estar preocupado”
De la Vega mueve el lector óptico con cuidado, tomando varias mediciones del cerebro de Micaela. Cuidadosamente calibra el grosor de su corteza, la capa exterior de neuronas del cerebro y el tamaño del cuerpo calloso, la banda de nervios que conecta los dos hemisferios del cerebro.
“Su anatomía cerebral se ve normal”, dice de la Vega.
Puedes sentir cómo se desvanece la tensión en la habitación mientras una enorme sonrisa se dibuja en el rostro de Molina.
De la Vega toma un descanso de la medición del cerebro y le muestra a Molina las imágenes en 3D del rostro de su hija y su corazón que late. Ambos se ven perfectos.
“¡Ella tiene mi nariz!”, nota Molina, sin dejar de sonreír.
Luego vuelve al cerebro para hacer una medición adicional. Y algo en su rostro nos dice que algo no está del todo bien.
Mide la circunferencia de la cabeza de Micaela.
“El crecimiento de la cabeza de tu bebé se está retrasando”, le dice. “Dada la situación, hay razón para preocuparse”.
La “situación” es que el Zika ha sido relacionado con la microcefalia, una condición en la que los bebés tienen cabezas inusualmente pequeñas y cerebros subdesarrollados.
Cuando Molina tenía 18 semanas de embarazo, el tamaño de la cabeza de Micaela estaba casi en la media… en algún lugar entre el percentil 40 y 50 en comparación con otros bebés, dice de la Vega.
Sin embargo, hoy, a las 22 semanas, está por debajo del percentil 20.
Esto podría solo ser una casualidad, le explica a Molina. Las cabezas de los bebés crecen a tasas inestables, y pronto podría acelerarse. Además, debido a la posición de Micaela, era difícil medir su cabeza. Él repite que es reconfortante que las estructuras dentro del cerebro de Micaela se ven normal.
Le pide a Molina que vuelva en dos semanas para otro ultrasonido. Eso le ayudará a saber si el número de hoy fue un hecho aislado o una señal de daño cerebral.
Decisiones difíciles
A Molina no le importa qué encontrarán en dos semanas. Ella ya ha decidido que tendrá a su bebé, sin importar nada.
Ella sabe que será más difícil cuidar de Micaela si tiene defectos cerebrales graves, pero Molina sabe lo que es el trabajo duro. Su ingreso como funcionaria de admisiones de la universidad la mantiene a ella, a su hijo de 2 años y a su madre, quienes viven juntos en un apartamento de una vivienda pública.
Dado que creció en un hogar católico y ahora es pentecostés activa, Molina dice que sus creencias religiosas no permitirán que ella, bajo ninguna circunstancia, interrumpa el embarazo.
Otras mujeres en su situación han tomado decisiones diferentes.
El 30 de marzo, un día antes del ultrasonido más reciente de Molina, el New England Journal of Medicine publicó un informe sobre una mujer con Zika en Washington que optó por interrumpir su embarazo porque el feto presentaba graves malformaciones cerebrales.
Hasta ahora, 32 mujeres embarazadas han contraído el Zika en Estados Unidos, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.
Estas mujeres no fueron picadas por mosquitos en su hogar. Contrajeron el Zika por viajar a un área donde el virus se está propagando o por tener relaciones sexuales con un hombre que había viajado, según Tom Skinner, portavoz de los CDC.
Sin embargo, en los próximos meses, conforme el clima se vuelve más cálido, los expertos anticipan que los mosquitos también comenzarán a picar a las mujeres embarazadas en Estados Unidos continental.
“No es un asunto sobre si el Zika vendrá aquí, sino cuándo”, dijo el Dr. José Cordero, profesor de salud pública de la Universidad de Georgia y exdirector del Centro Nacional de Defectos Congénitos y Discapacidades del Desarrollo de los CDC.
Esto significa que las madres aquí tendrán que tomar decisiones como la que tuvo que tomar Molina.
Las decisiones sobre el aborto nunca son fáciles, pero con el Zika existe un elemento añadido de dificultad: el daño cerebral causado por el virus no parece presentarse sino hasta relativamente tarde en el embarazo, cuando ponerle fin al embarazo es más complicado, tanto médica como emocionalmente.
En el caso de la paciente en Washington, los defectos del cerebro de su bebé no aparecieron sino hasta las 19 semanas, casi a la mitad del embarazo. Los padres decidieron ponerle fin al embarazo dos semanas más tarde.
“Esta fue una decisión muy difícil que tuvieron que tomar”, dijo la Dra. Rita Driggers, profesora asociada de obstetricia y ginecología en Hopkins y obstetra de dicha mujer.
En el caso de otra paciente, también informado en el New England Journal of Medicine, los defectos no aparecieron sino hasta más adelante… en la semana 29. La madre también optó por interrumpir su embarazo.
El próximo ultrasonido de Molina es el 13 de abril. Ella espera con un poco de ansiedad.
“Pero me siento muy optimista”, dice ella. “Sé que todo saldrá bien”.