Nota del editor: Julian Zelizer es profesor de historia y asuntos públicos en la Universidad de Princeton y miembro de New America. Él es el autor de “Jimmy Carter” y “The Fierce Urgency of Now: Lyndon Johnson, Congress and the Battle for the Great Society”. Las opiniones expresadas en este comentario son suyas.
(CNN) – Hubo mucho movimiento en Brooklyn el jueves en la noche. Los dos candidatos presidenciales demócratas se enfrentaron en su debate en Nueva York en Duggal Greenhouse en Brooklyn… y el ambiente fue tenso, como mínimo.
Era imposible perderse la animadversión que existe entre los partidarios de Hillary Clinton y Bernie Sanders: ellos se han involucrado profundamente en esta épica batalla entre dos voces muy diferentes dentro del Partido Demócrata, donde cada una sale de una tradición antigua y muy diferente.
Sanders es el guerrero de la izquierda que aprovecha el espíritu de Ted Kennedy, Eugene McCarthy y otros políticos que han argumentado que el cambio empieza desde arriba y los líderes necesitan ser firmes sobre los principios. Y Clinton es la defensora del liberalismo pragmático basado en Washington, quien —al igual que Lyndon Johnson, Hubert Humphrey, Jimmy Carter, Bill Clinton y en cierta medida Barack Obama— cree que los demócratas necesitan hacer ajustes con el fin de sobrevivir dentro de un mundo político muy conservador.
Anoche, cada campaña tuvo un reto muy diferente a medida que llegaban a Brooklyn listos para defender su enfoque. Sanders necesitaba asegurarle a los votantes que tiene un fuerte conocimiento de los detalles sobre la política pública, y necesitaba demostrar que aún está comprometido con el tipo de campaña que prometió cuando una vez le dijo al público que no le importaban los “condenados correos electrónicos” de Hillary Clinton.
Para Clinton, el desafío era el mismo que ha enfrentado desde el inicio de la campaña: la necesidad de inspirar a los votantes y ganarse sus corazones, no solo sus mentes. Más allá de los fuertes ataques que ambos terminaron haciendo el uno en contra del otro, estos eran los desafíos que estaban sobre la mesa cuando los candidatos entraron a la sala en Brooklyn.
Entonces ¿quién ganó? ¿Quién sale de Brooklyn en la mejor posición para ganarse a los delegados en las primarias del martes en Nueva York?
Sanders sin duda tuvo muchos buenos momentos. Anotó puntos particularmente en temas de dinero y política al plantear preguntas acerca del historial de Clinton sobre la política exterior: el hecho de que apoyara la guerra de Iraq y —según él— que fracasara en anticipar las consecuencias de la operación militar respaldada por EE.UU. para derrocar a Moammar Ghadaffi.
Sin embargo, a Clinton le fue bien en tres áreas. Primero, volvió el “asunto de interés especial” en contra de Sanders; es decir, el tema de las armas. Él se vio en dificultades por explicar su historial de votación sobre el control de armas y no respondió del todo a la pregunta de si se disculparía o no con las víctimas de Sandy Hook, como lo ha pedido uno de los familiares, por poner “la presión respecto a las armas antes que a nuestras familias”.
Segundo, hizo énfasis en un punto clave en varias ocasiones; es decir, que es fácil diagnosticar un problema, pero es más difícil hacer algo al respecto. Ella lo hizo —por ejemplo, con el tema de la fracturación, donde Sanders criticó su “incremento” de la política energética— mientras resaltaba un sentido de qué acuerdos hizo. Esta es un área de vulnerabilidad para Sanders.
Finalmente, durante una discusión de la Corte Suprema, ella mencionó su compromiso y decisión para pelear por los problemas de las mujeres, y criticó el hecho de que durante las campañas primarias se hubieran hecho tan pocas preguntas sobre los derechos reproductores de las mujeres.
Ambos candidatos aparentemente entraron a la sala el jueves por la noche listos para la acción, y en algunos momentos, las interrupciones y el hecho de que trataran de hablar más fuerte que el otro nos hizo recordar más los anteriores debates del Partido Republicano y no los intercambios relativamente civilizados que Clinton y Sanders han tenido hasta hace poco.
Pero en general, a Clinton le fue un poco mejor en términos de su desempeño. Ella no cometió muchos errores, y no permitió que Sanders dejara un impacto serio en su campaña.
Al mismo tiempo, ella puso en la agenda —a menudo sobre los gritos vociferantes de los partidarios de Sanders que se encontraban en la habitación— el mensaje básico que quiere que los votantes que aún no se han decidido consideren antes de que tomen su decisión el martes. Ella puede salir de Brooklyn segura de esto.