La prisión Pollsmoor abrió a principios de la década de 1960 y el preso más famoso del lugar fue Nelson Mandela.

Nota del editor: Esta nota fue publicada inicialmente el 25 de febrero de 2016 y republicada este 18 de julio de 2018, fecha en la que Nelson Mandela estaría celebrando su cumpleaños número 100. 

(CNN) – Incluso antes de ver la celda, podemos olerla. Es el hedor sofocante de 86 hombres apretados en una habitación construida para 19.

Un guardia mete una llave en una puerta de metal oxidada. “Muévanse hacia atrás”, grita. Los reclusos se empujan hacia atrás para permitir que se abra la puerta.

La celda es una habitación rectangular con literas de tres niveles. En una esquina los detenidos comparten un baño y una ducha con agua fría, pero a menudo a lo más que llegan es a usar una cubeta.

Algunos detenidos están vestidos con el atuendo amarillo reglamentario, algunos en varios niveles de desnudez. Es verano y el ambiente aquí se siente sofocante. En invierno el lugar es despiadadamente frío. Los detenidos dicen que, en el mejor de los casos, les permiten salir a ejercitarse una vez por semana. Las enfermedades de la piel son endémicas y contagiarse de tuberculosis es altamente probable.

Además, ninguno de los hombres ha sido condenado.

“Lo peor es ver cómo las personas deben acostarse en el suelo uno al lado de otro por la noche”, dice Clive, quien ha estado en la prisión Pollsmoor durante dos años y dos meses en espera de su juicio. “Los animales podrían vivir así, pero no los seres humanos”.

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Algunos, como Clive, están atrapados aquí por los interminables retrasos de su juicio, algunos porque no pueden pagar una fianza tan baja como 50 rands (menos de 5 dólares), algunos porque son extranjeros en espera de su deportación.

“No los traemos aquí como servicios penitenciarios, vienen porque supuestamente cometen delitos”, dice Cecil John Jacobs, director en funciones del centro de prisión preventiva.

Pero los observadores dicen que los problemas aquí son endémicos y que reflejan un sistema de justicia penal sudafricano en crisis.

“Es un problema de 20 años, sin final a la vista, en términos de las condiciones y la magnitud del número de detenciones”, dice Clare Ballard, un abogado de Lawyers for Human Rights (Abogados a favor de los Derechos Humanos), quienes están demandando al gobierno sudafricano.

Una fachada sosa con un historial preocupante

La descascarada entrada verde de la prisión Pollsmoor le da la bienvenida tanto a los visitantes como a los internos a “un lugar de nuevos comienzos”. Flanqueada por una finca vinícola de lujo y un barrio rico de Ciudad del Cabo, el extenso complejo parece fuera de lugar.

Pero la fachada de ladrillo y concreto estaba allí antes que la colonia residencial.

La prisión Pollsmoor abrió a principios de la década de 1960 y el preso más famoso del lugar llegó aquí en 1982.

Nelson Mandela dijo que la prisión tenía una “fachada moderna pero un corazón primitivo”.

Mandela y los prisioneros políticos de alto rango estaban alojados en una sola celda y no se les permitía mezclarse con los prisioneros comunes.

En su autobiografía, el futuro presidente de Sudáfrica especuló acerca de que ellos eran traídos a las instalaciones para evitar que influenciaran a otros prisioneros políticos en la isla Robben.

Jacobs, quien entonces era un guardia de bajo nivel, vio a Mandela solamente una vez.

“Él estaba siendo escoltado por guardias, alguien tuvo que señalarlo para que yo pudiera identificarlo”, dice. En aquel entonces, las imágenes del líder del ANC fueron prohibidas en Sudáfrica.

En ese momento, los guardias de color a menudo estaban confinados a las torres de vigilancia y sus derechos no eran mucho mejores que los de los prisioneros a quienes ellos vigilaban.

Incluso entonces, las condiciones eran tan malas que hasta Mandela contrajo tuberculosis.

Jacobs dice que el legado de las prisiones de la era del apartheid –las cuales fueron diseñadas para quebrantar a los presos negros en lugar de rehabilitarlos– continúa contaminando el sistema más de veinte años después de que entrara la democracia.

“Esta prisión fue construida para personas como yo”, dice Jacobs.

¿Un paraíso para un mafioso?

Jacobs nos conduce a través del segundo nivel del centro de detención preventiva. Este ha sido establecido como un cuadrado gigantesco. En setiembre evacuaron a miles de presos cuando sobrevino un brote de leptospirosis. Dos presos murieron a raíz de la enfermedad transmitida por las ratas.

Ahora los pasillos están impecables, pero las autoridades han hecho de todo menos renunciar a controlar otra epidemia en el sistema penitenciario.

“El segundo nivel es donde están los miembros de las pandillas”, dice Jacobs.

“¿Acaso las pandillas controlan este nivel?”, le pregunté.

“No, están separados porque no queremos que influencien a los mas jóvenes para que se involucren en el pandillismo”.

Pero las entrevistas con varios antiguos detenidos dicen que las pandillas prácticamente manejan el centro de detención.

Dicen que la pandilla Numbers está consolidada. En muchas de las abarrotadas celdas, los miembros de la pandilla 26 y de la pandilla 28 controlan el acceso a la comida, el acceso a los guardias, incluso la breve oportunidad de mantenerse al pie de la rendija para respirar aire fresco.

Athenkosi Myoli es un delincuente reincidente que ha estado en varias ocasiones en Pollsmoor. Él dice que se unió a la pandilla 26 después de su primer arresto.

“Ellos violaron a uno de los hombres en mi celda porque quería unirse a esa pandilla”, dice.

“Sentí una sensación de la necesidad de pertenecer a algo y necesitaba su protección. Antes de entrar en una pandilla, yo solía dormir en el suelo y usaba mantas viejas. Después tuve una cama”, dice.

En el pasado, ellos eran confinados, en su mayoría, en prisiones, pero la pandilla Numbers ahora ha extendido su influencia hacia afuera de la prisión hasta llegar a las redes criminales en el exterior.

Aunque algunos detenidos llegan a Pollsmoor siendo inocentes de los supuestos delitos de los cuales los acusan o declarados culpables de infracciones menos graves, muchos de ellos son arrastrados hacia lo que asciende a una cadena perpetua incluso antes de su condena.

Intentar sacarlos

"Las condiciones en la detención preventiva son peores que cuando has sido condenado", dice Athenkosi Myoli, de 30 años de edad y quien ha pasado por Pollsmoor varias veces.

A diferencia de muchos jefes de prisión, el primer objetivo de Jacob es conseguir que sus detenidos salgan de allí. Él se pasea con una hoja donde ha escrito lo esencial para un acuerdo por el que el acusado admite ser culpable para reducir su sentencia. Le gusta entregársela a los detenidos cuando expone sus argumentos.

“Con esto consiguen salir más rápido”, dice.

Jacobs inmediatamente admite que las condiciones para los prisioneros condenados, quienes a menudo califican para obtener privilegios, son mucho mejores que para aquellos que están en el centro de detención preventiva. Este es un incentivo poderoso, culpable o no, para salir de las abarrotadas celdas de detención.

Pero él está perdiendo la batalla.

“Si cuatrocientos son liberados hoy, quinientos llegarán mañana”, dice, “hoy en día, aquí hay 4.284 detenidos. Se supone que la capacidad es para 1.619”.

El centro a menudo está a 300% de su capacidad. Si es difícil comprender las estadísticas, la realidad es mucho peor.

Cada mañana, de lunes a viernes, llegan a Pollsmoor camiones azul y blanco de la policía. Sacan a los detenidos, se les verifica y son apilados en la parte posterior. Los camiones se dispersan hacia montones de tribunales en las ciudades vecinas… algunas ubicadas a una distancia hasta de 80 kilómetros.

Sin embargo, funcionarios de prisiones y antiguos detenidos están de acuerdo en que con frecuencia faltan los documentos de la corte, los abogados no se presentan y la evidencia clave se pierde.

Así que los camiones regresan, de igual manera, llenos de detenidos. Y estos entran nuevamente de manera directa a sus abarrotadas y enfermizas celdas, donde pasarán meses o quizás incluso años en esta prisión.

“Esto es inhumano”, admite Jacobs. “El hecho es que esto es inhumano”.

Brent Swails y Hamilton Wende contribuyeron con este reporte.