Nota del editor: Mike Downey es un excolumnista de Los Angeles Times y del Chicago Tribune y un frecuente colaborador de CNN. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
(CNN) – Usain Bolt tiene el nombre de un superhéroe. Si un escritor inteligente de Marvel o de DC Comics quisiera crear un nuevo personaje que tuviera una altísima velocidad y creara una gran expectativa en todo el mundo, Usain Bolt podría cumplir el cometido.
Seamos realistas, cuando pasó zumbando por la pista del estadio con “Bolt” escrito en su pechera el domingo por la noche en Río de Janeiro, convirtiéndose en el primer atleta tres veces ganador de la carrera de 100 metros planos en los Juegos Olímpicos: eso era lo que queríamos ver. ¡Un rayo!
Tal vez las mayores emociones que hemos tenido durante estos juegos en Brasil han provenido del más sorprendente velocista y del más sorprendente nadador en la historia olímpica, un par de maravillas físicas ridículamente altas, con duros abdómenes, Usain Bolt de Jamaica y Michael Phelps de Estados Unidos, que, aunque se están haciendo mayores (con 29 y 31 años, respectivamente) simplemente siguen mejorando.
Phelps ha acumulado más medallas de oro que nadie en la historia, casi dos docenas. Bolt ahora ha ganado siete, con una buena posibilidad de conseguir dos más esta semana.
¿Cómo no amarlo? Él es el rey de Kingston, el hombre más famoso en su isla, la superestrella de la sección de deportes del Daily Gleaner, más popular que el reggae o el ron. Es un personaje cómicamente colorido cuya madre una vez le dijo al Gleaner que a su hijo nada le gusta más que “payasear”, pasársela bien, no tomarse nada demasiado en serio.
Él hace poses divertidas. Baila. Se toma selfies con las multitudes. Usa un par de zapatos de oro. Juega a que es el dios Apolo, posando mientras flexiona sus músculos o pretendiendo apuntar una flecha hacia el cielo.
La primera vez que me encontré con este personaje fue en China. Salió corriendo de entre el espeso smog de Beijing en los Juegos Olímpicos de 2008 como un tornado soplando a través de Oklahoma. Hizo todo menos levantar polvo. Un torbellino humano, eso era él.
¡Qué personaje también! “Bailó para nosotros antes de la carrera y se puso a bailar para nosotros después de la carrera”, dijo Shawn Crawford, un estadounidense que ganó la medalla de plata en los 200 metros de esa noche. Bolt estaba ocupado deslumbrando al universo, incluso mientras celebraba su cumpleaños número 22.
Me pregunté de dónde surgió ese baile. Resultó que Ding Ding, Overmars, Johnny Bravo, Mundo y Sir Yummy se le enseñaron. “¿Quiénes?”, pregunté. Ellos eran chicos ostentosamente apodados de un grupo de danza de Jamaica llamado los Ravers Clavers que habían creado un baile conocido como el Nuh Linga, y de repente le pertenecía a Bolt.
Me pregunté de dónde surgió esa velocidad. Resultó que tenía un ingrediente secreto, como Popeye comiendo espinacas. Comía camotes. Su padre, Wellesley Bolt, dijo que toda su vida, su hijo Usain tuvo una gran afición por comer camote. Le daban fuerza. Creció hasta los 1,95 metros de altura, con los brazos musculosos que caracterizan a muchos jugadores de futbol americano, no los brazos flacos de muchos corredores.
Bolt atravesó los 100 metros en Beijing a una velocidad ridícula: 9,69 segundos. Para darte aún una vaga noción de qué tan rápido fue, la primera carrera de 100 metros masculina de los primeros Juegos Olímpicos modernos, allá por 1896 en Grecia, fue ganada por un estudiante de derecho de Boston llamado Thomas Burke, cuyo tiempo ganador fue de 12 segundos.
Desde entonces, el “ser humano más rápido del mundo” era un título no oficial dado al ganador de los 100 metros. Varias personas famosas lo reclamaron. El que lo ganó en 1924, un inglés con el nombre de Harold Abrahams, vio su historia relatada en la película ganadora del Oscar Carros de fuego. En 1936, el gran Jesse Owens hizo fruncir el ceño a Adolfo Hitler en el Estadio Olímpico de Berlín.
Y después llegaron personajes como “Bullet” Bob Hayes, un velocista que se convirtió en receptor de los Vaqueros de Dallas. Y el increíble Carl Lewis, a quien llegué a ver conseguir medallas de oro en los 100 metros, tanto en 1984 como en 1988. Lewis era un extrovertido a su manera, al imitar ciertos gestos y vestuarios de Michael Jackson. Tenía una personalidad contrastante que algunos encontraban arrogante, mientras que otros simplemente lo consideraban seguro de sí mismo.
Bolt puede sentirse identificado. No todo el mundo lo adora. A algunos les parece demasiado confiado, demasiado extravagante. Pero él cumple sus dichos. “Les dije que iba a ganar”, fue uno de los primeros comentarios que hizo después del triunfo de la noche del domingo.
Durante unos segundos, no estuvimos tan seguros. Bolt salió de los bloques de salida con una fracción de retraso, siendo muy cuidadoso de no adelantarse al disparo, cometer una salida en falso y ser descalificado.
Justin Gatlin, que había ganado los 100 metros planos en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, antes de que llegara el gran Bolt, salió de los bloques un poco más rápido que Bolt. Corrió con todas sus fuerzas, pero en los pasos finales de la carrera, las zancadas de Bolt lo superaron. Gatlin es un gran corredor todavía a sus 34 años, pero fue un segundón con esta compañía, un subcampeón.
Bolt cumplirá 30 años antes de que estos Juegos Olímpicos terminen. Se convirtió en el segundo hombre más viejo en ganar los 100 metros olímpicos, que fueron ganados por Linford Christie de 32 años de edad en 1992. Por lo que sabemos, Bolt regresará en 2020 en busca de más oro.
Todavía le falta competir en los 200 metros planos y en una carrera de relevos en Río. Los aficionados en las gradas corearán: “¡Bolt! ¡Bolt! ¡Bolt!”, como lo hicieron la noche del domingo, porque reconocen un superhéroe cuando lo ven.