Un músico interpreta una canción delante de la imagen del cantante y compositor mexicano Juan Gabriel en la Plaza Garibaldi, el 28 de agosto de 2016, en la Ciudad de México. Crédito: YURI CORTEZ / AFP / Getty Images.

Nota del editor: Cynthia Hudson es vicepresidenta y gerente general de CNN en Español. Las opiniones expresadas en este comentario corresponden exclusivamente al autor.

Hoy solté una lágrima por EL DIVO de Juárez, Juan Gabriel, cuando me enteré de que había muerto en Santa Mónica, a los 66 años. Su influencia en generaciones de artistas contribuyó a impulsar la música latina a través de continentes y su vida y su generosidad ayudaron a abrir los ojos a la injusticia de la pobreza y a reconocer el arte, independientemente de la sexualidad del que lo produce. Era la voz de muchos de nosotros, y él me ayudó a darme cuenta de que la música y el lenguaje son una parte de lo que somos y a apreciar mis propias raíces culturales.

Cynthia Hudson

Fue una canción de Juan Gabriel la que me ayudó a aprender más sobre mí. Mi nombre inglés, pelo rubio, piel blanca, ojos color avellana e inglés impecable contrastan con mis gestos, mi tono y voz más apasionados y el amor por la música latina.

De niña, yo era simplemente Cyndi Hudson, nacida en California y que vivió en Georgia y Washington, DC. Pero mi madre, Ofelia Martin Llambi, nació en Cuba y conoció a mi padre - Donald Ray Hudson - siendo ella una estudiante extranjera en la Universidad de Tulane, en Nueva Orleans en 1958. Se casaron poco después de que mis abuelos y mi madre salieran de Cuba y su revolución en 1960.

Crecí hablando inglés y español durante toda mi vida. Mi madre obtuvo un doctorado y fue profesora de Literatura Española; mi padre se doctoró en administración de empresas después de retirarse del Cuerpo de Infantería de Marina tras servir como capitán en Vietnam. Mi abuelo murió cuando yo era muy joven así que mi abuela, Titi, vivía con nosotros mientras mi familia se trasladaba para acomodarse a los estudios de mis padres y más tarde a sus trabajos como profesores universitarios.

Durante toda mi infancia mi madre insistió en que mis hermanos y yo tomáramos clases particulares de español y francés (a pesar de que era una carga financiera para ellos). Mi madre estaba segura de que ser bilingües o trilingües sería una gran ventaja para nuestro futuro.

A comienzos de 1970, fuimos manejando a México desde Miami, a donde nos acabábamos de mudar para que mi padre asumiera una cátedra en la Universidad de Miami. Era una de nuestras típicas, largas vacaciones de verano en las que visitaríamos a los primos que nunca había conocido. Estos eran otros cubanos que habían emigrado a México por los problemas de Cuba y con los que manteníamos una cercana relación.

Nunca olvidaré cómo fuimos toda la familia en un “pisicorre” o Station Wagon junto con mi abuela como en una escena de las películas ‘Vacation’ de Chevy Chase.  Íbamos escuchando estaciones de radio mexicanas que reproducían la pegadiza melodía de la última estrella joven, Juan Gabriel, y su hit ‘Mi Guitarra’.

Mis hermanos y yo tarareamos y cantamos música en español en nuestro coche durante las 3 semanas que viajamos por México, desde las pirámides a las momias de Guanajuato a los clavadistas de Acapulco. Fue sorprendente ya que nunca había escuchado música en español, excepto los discos que traía nuestra madre a casa cada vez que visitaba a la familia en Miami. Miami era un lugar extraño para nosotros, ya que habíamos conocido primos que nunca vimos y comenzamos a entender que había mucha gente que hablaba español e inglés como habíamos hecho en lugares donde podría provocar una mirada extraña y donde rara vez conocimos a otros que hablaban español.

En realidad nunca entendí realmente que yo fuera diferente a cualquier otro porque nunca me lo dijeron en la escuela y mis amigos nunca nos cuestionaron. Pero ahora me doy cuenta cómo al escuchar el español de mi boca, con abuela cubana rubia y de ojos azules, siempre suscitaba un rápido giro y la pregunta: “¿qué idioma está hablando?” Por supuesto, tras mi respuesta, obteníamos el típico - “Oh, pero no parecen españolas”. Realmente no tenía ni idea de lo que eso significaba porque todas las personas que conocía que hablaban español en aquel momento se parecían a mí.

Cuando me mudé a Miami me di cuenta de que los cubanos se habían convertido en un poderoso grupo, educado y emprendedor. Estaban construyendo una nueva ciudad y la cultura cubana era venerada, aunque había un orgullo de ser estadounidense y gratitud hacia este país que los había recibido.

Y un mes después de mudarnos, yo estaba tarareando ‘Mi Guitarra’ y pidiendo a mi madre que me comprara el álbum en México. Sería mi primer disco en español, que ocuparía su lugar junto a Partridge Family, The Doobie Brothers, Chicago y KC y la Sunshine Band.

‘Mi Guitarra’ era tan sencilla. Era el himno de la juventud de cantar a tu corazón y el sonido de una guitarra podía tender puentes entre todas las culturas, el amor y la amistad- el idioma no importaba.

Juan Gabriel me ayudó a darme cuenta de que yo era algo más que Cyndi Hudson; también era la hija de una latina, la prima de cubano-mexicanos y había una pasión en esa parte de mí que se celebraba con la música, el lenguaje y la cultura.

Nunca he olvidado lo importante que fue una canción para ayudarme a definirme y abrazar cada parte de lo que soy y la inmensa mezcla de etnias y culturas que ha hecho de mí una estadounidense única y orgullosa.

Al enterarme de la noticia del fallecimiento de Juan Gabriel, llamé a mi madre y le di las gracias por insistir en que hablara el español con fluidez, ya que esto ha ayudado a construir mi carrera.

Descansa en paz, Juan Gabriel.

(Las opiniones expresadas en este artículo corresponden exclusivamente al autor)