(CNN) – En la mañana de un sábado, Erika Bernal anima a Lindsey, su hija de 7 años, a saltar el medio metro que separa dos rocas en un parque de Canton, un suburbio de Atlanta. Lindsey se quita sus chanclas y salta, consiguiendo un aterrizaje perfecto. Su orgullosa mamá y sus tres hermanos le aplauden.
Este es un momento especial para Bernal, quien dice que le es difícil pasar tiempo con sus cuatro hijos, debido a su horario de trabajo.
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“Cada mañana hago lo que puedo para disfrutar de ellos, porque no sé si voy a tener que trabajar un turno doble y no los vería hasta la hora de la cena del día siguiente”, explica.
Esta madre es la principal proveedora de sus seres queridos desde hace tres años, cuando su segundo marido fue arrestado por violencia doméstica y ella se unió al creciente número de latinas que son jefas de familia.
De acuerdo con un estudio realizado por la Universidad de la Ciudad de Nueva York y encargado por CNN en Español, el porcentaje de hogares latinos encabezados por mujeres aumentó de 30,2 % en 1990 a 49,1 % en 2014.
Las nuevas responsabilidades son estresantes para Bernal, quien emigró de México a los 18 años y quien dice que aquí encontró libertades que no disfrutaba en su país. Consiguió empleo y con él, rápidamente la libertad financiera.
“Estaba muy orgullosa de lo que había logrado, sobre todo cuando vi a hombres que batallaban económicamente, teniendo que encontrar múltiples compañeros para vivir en un apartamento y yo era capaz de vivir por mí misma”, relata.
Pero el padre de sus hijas mayores insistió en que dejara de trabajar y cuando se fue, ella dice que su familia la presionó para casarse con un hombre que no estaba segura era el adecuado para ella. Ese también insistió en que no trabajara y se quedara en casa.
“El haber sido ama de casa y solo cuidar a los niños, y ahora solo tener tiempo de vez en cuando, es muy pesado emocionalmente”, reflexiona Bernal.
Una lucha que no es solo emocional. Explica que su salario, aún trabajando doble turno en un centro de prevención de la violencia doméstica apenas le alcanza para sobrevivir.
El estudio de CUNY muestra que aunque la tasa de pobreza entre los latinos ha cambiado poco desde 1990 un mayor porcentaje de hogares encabezados por mujeres latinas vive en la pobreza, el 29,7% comparado con el 17,3 % de hogares encabezados por los latinos.
El 29,7% es una mejora del casi el 40 % de los hogares encabezados por mujeres latinas que vivían en la pobreza en 1990.
Y la desigualdad de ingresos también es un problema. La investigación muestra que el ingreso anual promedio de los latinos es de 51.000 dólares, mientras que las latinas ganan en promedio alrededor de 40.000.
Belisa Urbina, fundadora de Ser Familia, una organización dedicada a ayudar a las familias con problemas en Georgia, dice que hay cada vez más mujeres como proveedoras principales de sus familias, pero que al menos hay un aspecto positivo en ello.
“Ellas están demostrando que pueden cuidar de sí mismas y de sus familias”, explica Urbina, especialmente entre quienes emigraron a Estados Unidos, donde dice que encuentran apoyo y la aceptación cultural que a menudo no tienen en sus países.
Como Carolina Sena, que vino de Uruguay de 21 años. Estaba casada y con una hija de un año. Dice que fue víctima de abuso doméstico desde antes de salir de su país, pero que al año de su llegada pudo separarse y encontrar ayuda. Su hija tiene ya 18 años y Sena dice que espera que su experiencia le ayude cuando tenga una relación.
“Que no dependa de nadie, que estudie, que haga una carrera para que pueda mantenerse en caso de que se case y no funcione o por cualquier otra circunstancia”.
Sena está divorciándose de su segundo esposo, quien es el padre de su hijo de 8 años, y apenas comienza su negocio inmobiliario. Espera que su hijo crezca aprendiendo de los retos de su madre y entienda que la familia ideal es aquella en que ambas partes son iguales.