NUEVA YORK (CNNMoney) – Carmen Mendoza vino a Nueva York para visitar a su hija Anabella, y también para comprar papel sanitario, jabón, pasta de dientes, frijol, harina, atún, mayonesa y aspirinas.
Mendoza, de 66 años, no puede encontrar esos productos básicos en su país: Venezuela.
La profunda recesión económica de Venezuela se ha convertido en una crisis humanitaria. Los venezolanos están sufriendo debido a una escasez severa de comida y medicinas, mientras el crimen se dispara y protestas masivas piden la renuncia del presidente Nicolás Maduro.
Mendoza ha pasado el último mes en Nueva York con su hija, lugar donde se dio cuenta que ha perdido el sentido de lo que significa la normalidad. En Venezuela, ella vivió sin papel de baño todo julio, usando servilletas.
A solo media cuadra del apartamento de su hija en Brooklyn, una nueva tienda Whole Foods abrió recientemente y Anabella le dijo a su mamá que visitara el lugar. Mendoza se contuvo las lágrimas cuando vio los estantes con comida, frutas y verduras.
“Se me pusieron llorosos los ojos”, dice Mendoza, que se conmueve al recordar su visita a Whole Foods. En Venezuela, “te sientes muy feliz cuando encuentras algo tan básico como la leche”.
Ella no es la única. Alrededor de medio millón de venezolanos visitaron Estados Unidos el año pasado. Venezolanos que viven en Estados Unidos cada vez más aseguran que sus amigos y familiares que tienen los medios, están viajando a Estados Unidos para comprar cosas básicas.
“Es solo un testamento de qué tan mal está siendo administrado el país”, dice Beatriz Ramos, una emprendedora de tecnología originaria del país sudamericano, quien vive en Nueva York. Ramos ha hospedado a seis amigos venezolanos este año. “Se ha vuelto peor y peor y peor”.
Ramos, Mendoza y otros creen que la vida en Venezuela no siempre será tan mala, pero no están optimistas sobre ver mejoras dentro de poco. Sin embargo, podría haber pronto un cambio.
El Consejo Nacional Electoral de Venezuela anunció recientemente que les dará a los líderes opositores tres días a finales de octubre para reunir las firmas necesarias para realizar un referendo que podía terminar en la remoción de Maduro.
Los oponentes a Maduro necesitan que el 20% de los votantes registrados firmen una petición y entonces el referendo podría ocurrir a principios de 2017.
Algunos venezolanos, como el restaurantero Ernesto Chang, creen que la vida no mejorará por al menos otros cinco años. Tras ahorrar por dos años para pagar el viaje, él trajo a su esposa y a sus cuatro hijos a Estados Unidos en septiembre.
Chang y su familia volaron a Miami y tomaron un viaje en tren de 28 horas para llegar a Nueva York, parando por pocas horas en Orlando para enseñarles a los niños Disney World.
Tras llegar con sus hermanos a Nueva York, Chang se dio cuenta que la crisis ha afectado a sus hijos.
“Aunque los niños son tan inocentes, ellos no dejan de preguntarme cada vez que voy al supermercado: ‘Por qué no están los pasillos de los supermercados venezolanos igual que estos?’”, dice Chang, de ascendencia china.
“Ojalá pudiera llevar todo a casa, desde comida hasta medicina”, dice Chang, quien vive en la ciudad industrial de San Diego, a unas tres horas en auto de Caracas.
Antes de su viaje a Estados Unidos, el hijo de dos años de Chang se enfermó. Fue a siete farmacias solo para darse cuenta que en ninguna había penicilina. Eventualmente, un vecino “le prestó” la medicina. Chang ahora tiene Tylenol, leche en polco, lentejas, sopa y otros productos.
Chang y Mendoza dicen que son parte de la clase media venezolana. Ambos visten bien, hablan inglés y tienen iPhones. El fallecido esposo de Mendoza fue diplomático en la década de 1970 y la pareja vivió en Londres por tres años. Chang se graduó del Baruch College en Nueva York en 1994 y se estableció en Venezuela en el 2000.
Pero inclusive la vida de la clase media venezolana es todo menos normal debido a que no están disponibles las cosas más básicas.
Llegar a Estados Unidos fue una pesadilla, dicen ellos. Además de que no hay vuelos directos, ninguna aerolínea estadounidense acepta la moneda venezolana, el bolívar, debido a que ha perdido mucho de su valor. Los viajeros deben usar ahorros en efectivo o depender de la ayuda de sus familiares en Estados Unidos.
Mendoza enseña a estudiantes de preparatoria con necesidades especiales y gana 150 dólares al mes. Ella solía tener de siete a ocho estudiantes diariamente. Ahora ella solo tiene de tres a cuatro, ya que algunas familias no pueden pagar a tiempo.
Chang gana 60 dólares al mes en varios trabajos: administrando el restaurante de la familia, trabajando en un banco y ayudando a un importador local de comida. Hace cinco años, cuando la economía de Venezuela no estaba sufriendo tanto, Chang ganaba 200 dólares al mes, un sueldo con el que se podía vivir, dice.
Pero el valor de su ingreso ha sido pulverizado por el incremento exponencial de la inflación. Solo este año, el Fondo Monetario Internacional estima que la inflación alcanzará el 700% en Venezuela. El gobierno del país no da a conocer datos confiables. No importa cuánto se incrementen los salarios, los precios se incrementan mucho más.
Mendoza alguna vez soñó que para este punto de su vida ya se habría retirado. Pero luego de que robaron dos veces su casa y de que sus ahorros se esfumaron, ella debe seguir trabajando. Su hija Anabella le ayudó a cubrir algo del costo del vuelo, dice.
En su tiempo libre, Mendoza a veces acompaña a su hijo de 25 años durante protestas callejeras contra el gobierno, esquivando latas de gas lacrimógeno que le dispara la policía.
“No hay ningún lugar en Caracas donde te puedas sentir segura”, dice.
¿Qué es lo que más extrañará de Nueva York cuando regrese a Venezuela esta semana?
“Extrañaré caminar por las calles porque eso no lo puedes hacer allá”, dice Mendoza.