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Nota del editor: Jeff Hancock es docente de la Universidad de Stanford, donde estudia sobre engaño y tecnología. Sus opiniones expresadas en esta columna son solo las de él.

PALO ALTO, California (CNNMoney) – Donald Trump y Hillary Clinton son vistos igual de confiables por parte del público y sin embargo Trump realiza comentarios falsos casi cuatro veces más que Clinton.

¿Cómo es eso posible?

Estudio engaño y confianza y frecuentemente hacen esta pregunta, debido al hecho de que los que verifican las declaraciones de Trump ven que un 52% de las veces él miente, comparado con un 12% de Clinton.

Hay varias posibles explicaciones. Una es que nos gusta y creemos en gente que hace lo que hacemos, un efecto conocido como homofilia. También nos permite eliminar o ignorar cosas que, de otra forma, no podríamos. Eso podría explicar por qué muchos hombres de raza blanca apoyan a Trump a pesar de sus persistentes mentiras.

Los dos candidatos también tienen distintos estilos de comunicación. Trump habla de una forma directa, con palabras y frases simples, un estilo que suele verse auténtico y confiable. Clinton habla más cautelosamente, calificando sus comentarios y usando frases más complejas, un estilo que lleva a la gente a creer que ella está ocultando algo, aunque en realidad no lo esté haciendo.

Pero ninguna de esas explicaciones explica completamente por qué las frecuentes mentiras de Trump no le afectan más a su integridad. Una explicación es que esto no es realmente sobre mentir, sino sobre porquería. En su libro On Bullshit, Harry Frankfurt distingue entre las dos cosas al notar que, al mentir, uno tiene que esconder la verdad a propósito a otros.

Un artista de la porquería no está preocupado por la verdad, sino por hacer que las cosas se acomoden a su propósito. A él no le importa si las cosas que describe son precisas. Cuando el pescador sabe que el pez es esto de grande, con sus manos abiertas, el actual tamaño del pez no es lo importante, es el entretener a los que escuchan.

La idea de que las mentiras de Trump son porquería puede explicar por qué a sus simpatizantes no les importa que se compruebe que está mintiendo.

Por ejemplo, Trump ha dicho que construirá un muro y que hará que México pague por él. Si eso es porquería, Trump no tiene por qué preocuparse sobre su factibilidad o el verdadero costo, ni menos sus simpatizantes. Lo que es importante es el mensaje sobre detener la inmigración ilegal. O cuando Trump hace faltas declaraciones sobre el déficit comercial o la tasa de desempleo, la realidad es menos importante que la sensación que tienen sus simpatizantes, sobre que la economía está dejándolos atrás. Cuando Trump dice que ha crecido el crimen y a ti no te disparan mientras caminas por un centro urbano, la realidad es menos importante que el mensaje de ley y orden.

Frankfurt enfatiza en la porquería de la gente cuando hablan sobre temas en los que no están bien versados o cuando los hechos no coinciden con el mensaje en general. Trump ha sobresalido por su estatus de externo y su falta de preparación para los debates, así como de su falta de conocimiento sobre políticas de gobierno. El hecho de que él responde a temas completos con porquería quizás no es tan sorprendente.

Este argumento se ilustra muy bien en un reciente artículo de The Atlantic sobre Trump y sus simpatizantes contra los medios: La prensa lo toma de forma literal, pero no seriamente; sus simpatizantes lo toman seriamente, pero no literal.

Pero este no es un argumento para dejar bien explicado la seriedad de las falsedades de Trump. Por lo contrario, el artista de la porquería podría o no podría saber la verdad, pero eso mucho menos le importa. Tal como escribe Frankfurt, “la porquería es mucho más grande enemigo de la verdad que las propias mentiras”. Al menos con un mentiroso, tu puedes presentar evidencia de lo contrario, pero el que despide porquería no le da importancia a los hechos.