Nota del editor: Tom Rogan es un columnista de política exterior en el National Review, un columnista de política doméstica en Opportunity Lives, expanelista en The McLaughlin Group e integrante del Instituto Steamboat. Las opiniones expresadas en esta columna son solo las del autor.
(CNN) – Como estadounidense que creció en parte en el exterior, estoy muy al tanto del hecho de que los ciudadanos de otros países a veces encuentran que la política estadounidense es, bueno, muy extraña. Eso nunca ha sido tan más cierto que en esta elección.
“Después de todo”, muchos extranjeros preguntan, “¿cómo los estadounidenses pueden llegar a considerar a un multimillonario fanfarrón sobre una experimentada exsecretaria de Estado?”.
La respuesta tiene cuatro aristas: enojo, economía, amiguismo e identidad política.
Estados Unidos está enojado
Para empezar, los estadounidenses están excepcionalmente enojados con su establishment político. Como una conocedora de Washington y oponente de Donald Trump, Hillary Clinton siempre ha sido un blanco natural para este enojo.
Pero el enojo tiene un origen. Muchos estadounidenses ven que el presidente Barack Obama y a los miembros del Congreso han fallado a la hora de cumplir sus promesas de una mejor nación.
Los votantes republicanos lamentan el creciente gasto y la cada vez más inmensa deuda nacional. Los demócratas lamentan la inhabilidad de Obama de lograr que más leyes se aprobaran en el Congreso. Los independientes lamentan la implacable discordia partidista.
Como un forastero político no visto en una generación, Trump ha podido capitalizar este descontento. Sí, la gran mayoría de sus simpatizantes son republicanos, pero muchos otros, en estados competidos como Florida y Ohio, son independientes. Inclusive algunos son demócratas.
El éxito central de Trump aquí ha sido la usurpación de un enojo amorfo para crear su identidad política. Al convertirse en el candidato de los enojados desencantados, Trump ha hecho de Clinton la candidata del estatus quo.
El segundo asunto que ha causado daño a Clinton es la economía.
Aunque la recesión ya se acabó y los niveles de desempleo han caído, muchos estadounidenses no lo sienten así. Su suda es apoyada por una cada vez más débil tasa de participación en el empleo y un número récord de estadounidenses atorados con trabajos de medio tiempo. Sin importar lo que uno piense de sus políticas o personalidad, Trump ha capitalizado esta duda económica.
Usando el declive de los trabajos en la industria manufacturera como metáfora para todas las dudas económicas, Trump culpa a China y al libre comercio e ignora los cambios tecnológicos. Aunque falso, ese populismo, entregado con enojo y carisma, es el Excalibur de Trump. Y él lo empuña al tomar como armas esas dudas para atacar a su oponente.
Trump asegura que traerá de vuelta cientos de miles de trabajos. Luego, en su siguiente frase, ataca a Clinton como una globalista que agradece al liberalismo mundial, en vez de a los trabajadores estadounidenses. Trump usó esta estrategia con buen efecto durante los debates.
El carisma de Trump no debe ser desestimado cuando se refiere a la economía. Aunque muchos estadounidenses lo miran como un vil narcisista, él está ofreciendo opciones fáciles y un liderazgo con confianza es tentador. Una vez lamenté en programa de televisión de The McLaughlin Group la negativa de Trump de considerar una reforma al derecho. Como conservador, creo que este es un asunto clave que enfrenta Estados Unidos ahora mismo.
Mi compañero de panel, conservador y simpatizante de Trump Pat Buchanan contraatacó: “Déjame decirte lo que sería una broma”, dijo, “salir y decir que vamos a cortar Medicare”.
En términos de campaña, Pat está en lo correcto. De la misma forma, el mensaje económico de Trump es uno que la gente quiere escuchar y evita el que no se quiere ser escuchado. Funciona.
Cansados de Clinton
Enseguida está Clinton Inc. Así sea un lío con los correos, las acusaciones de pago de favores cuando estaba en el Departamento de Estado o sus discursos bien pagados en Wall Street, Hillary Clinton no tiene una reputación basada en la honestidad.
Por el contrario, de muchas formas Clinton es una caricatura hecha para Trump sobre el amiguismo en Washington. Su historial y su negativa persistente de mostrar su pesar por esto, ha ayudado a Trump a delinear una inusual narrativa para el electorado: No te puede gustar su retórica desmarañada, pero al menos es de él. Clinton, en cambio, es simplemente una mentirosa.
Sin embargo, quizás el tema más importante contra Clinton y a favor de Trump es la identidad política. Así sea su promesa de prohibir la entrada a los musulmanes o de construir un muro fronterizo, o sus amenazas rimbombantes de aniquilar a ISIS, Trump ha podido persuadir a los votantes de que él los protegerá.
La sociedad estadounidense es más diversa y el mundo se está volviendo más peligroso. Para los estadounidenses enfocados principalmente en pagar sus cuentas, la retórica de Trump contra los extranjeros que o se roban los trabajos o amenazan vidas da en el meollo.
Obama también tiene algo de culpa. Su fallida política exterior y su actitud hacia la ley inmigratoria ha hecho enojar a muchos votantes y ha desacreditado a Clinton.
Eso significa que Clinton tiene mucho por lo cual culparse a ella misma cuando se habla sobre el éxito de Trump. Por ejemplo en el libre comercio. Su posición contra el libre comercio ha puesto a Trump a la delantera en el estado clave de Ohio. A vez de explicar cómo el libre comercio ayuda que cientos de millones de estadounidenses ahorren miles todos los daños, Clinton ha cambiado de opinión. Ella estaba a favor del libre comercio y ahora no se sabe en qué posición está. Es un error perfecto. Nadie le cree a Clinton algo sobre libre comercio por lo que ella cedió el debate a Trump. ¿La única crítica de Clinton? Quejarse de que Trump fabrica sus corbatas en China.
A pesar de todo, no tome esta columna como una predicción de una victoria de Trump. Él quizás puede hacer enojar a muchos republicanos, más notablemente por sus comentarios sobre mujeres y sobre el personal militar caído en combate. Pero él puede ganar, y si lo hace, esas serán las razones.