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Nota del editor: Ana Navarro, estratega y columnista republicana, fue directora nacional de campaña para los hispanos de John McCain en 2008, codirectora nacional para los hispanos de John Huntsman en 2012 y respaldó la candidatura de Jeb Bush en 2016. Síguela en Twitter en @ananavarro. Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.

(CNN) – No quería escribir esto. Evité tomar la decisión tanto tiempo como me fue posible. Paseé mi boleta para votar a distancia por todo el país durante casi cuatro semanas. A veces la sacaba de su sobre, la miraba, sacudía mi cabeza con disgusto y la volvía a meter en mi portafolio.

Decidí escribirle a mi madre como un simbólico voto de protesta contra los candidatos demócrata y republicano. No quería votar por ninguno de ellos.

Esperaba que a una semana de la elección, Trump estuviera perdiendo en Florida por tan amplio margen que mi voto no importaría. Pero, maldita sea, la elección en mi estado está muy apretada. Florida podría ser el estado que decida (otra vez) quién será el próximo presidente de Estados Unidos. Pensé en la elección del 2000, que se decidió por 537 votos en Florida. Pensé en cómo me sentiría si vuelve a suceder lo mismo en 2016. Pensé y pensé y pensé…

Entonces voté por Hillary Clinton. Déjenme decirlo de otra forma. Voté en contra de Donald Trump. Lo hice sin alegría ni entusiasmo. Lo hice como un deber cívico y por amor a nuestro país.

Voté contra Trump porque soy inmigrante. Trump se ha pasado la campaña enfocándose en las cosas muy malas que ha hecho un pequeño grupo de muy malos inmigrantes. Ha calificado a los inmigrantes de criminales, violadores y asesinos. Él no habla de las contribuciones que los inmigrantes han hecho a Estados Unidos. No habla de los inmigrantes que han hecho de éste un país mejor y más fuerte. No habla de los miles y miles de nombres de inmigrantes que llenan el memorial de la guerra de Vietnam en Washington o que están grabados en muchas de las lápidas en cada cementerio militar de Estados Unidos en todo el mundo.

Voté contra Trump porque soy hispana. El 16 de junio de 2015, en el primer día de su campaña, Trump calificó a los mexicanos de “violadores”. Yo no nací en México. No soy descendiente de mexicanos. Pero supe que también estaba hablando sobre mí.

Voté contra Trump por cada estadounidense que se ve y habla como yo. Porque amamos este país. Estamos orgullosos de este país. Somos iguales en los Estados Unidos de América.

Voté contra Trump por Alessia, que tiene 8 años. Ella es la mejor amiga de mi hija. Alessia nació en Miami. Sus padres son ciudadanos estadounidenses nacidos en Venezuela. Alessia no puede dormir por las noches. Teme que si Trump se convierte en presidente, sus padres serán obligados a abandonar el país.

Voté contra Trump por el juez Gonzalo Curiel. Él nació en Estados Unidos de padres mexicanos, inmigrantes pobres. El juez Curiel es el juez federal asignado al caso de la Universidad Trump. Trump lo llamó “mexicano” de forma despectiva y atacó su capacidad para realizar su trabajo de forma imparcial debido a su descendencia. Atacar las aptitudes de otro estadounidense basado únicamente en su pasado étnico es intolerancia. Simple y claro.

En medio de la controversia con el juez Curiel, me subí a un taxi en Washington D. C. El conductor era un inmigrante africano. Me dijo que trabajaba 14 horas al día, seis días a la semana, para que sus tres hijos pudieran algún día convertirse en profesionistas. Rompió en llanto al contarme que temía que si Trump llegaba a ser presidente, las aptitudes de sus hijos para convertirse en profesionistas serían cuestionadas debido únicamente a que su padre había nacido en Etiopía. Voté contra Trump por ese hombre y sus tres hijos.

Voté contra Trump por el senador John McCain. Lo considero un héroe nacional. Como varias generaciones de McCains antes y después de él, John McCain portó el uniforme de nuestra nación. Se enlistó a los 17 años. Fue prisionero de guerra en Vietnam. Pasó cinco años en cautiverio siendo salvajemente torturado. Trump no lo considera un héroe. A Trump le gustan aquellos “que no han sido capturados”. Sí, el mismo Trump que evitó el reclutamiento cuatro veces por un problema en el pie. Él no se acuerda qué pie era.

Voté contra Trump por Serge Kovaleski. Ese es el nombre del reportero con una discapacidad al que Trump imitó y se burló de él. Y voté contra Trump por Daniel Navarro, mi hermano discapacitado. Toda mi vida he sufrido y me he enojado al ver que los niños lo miraban e imitaban su discapacidad. Nunca había visto a un hombre adulto imitar a una persona con discapacidad. Trump lo hizo frente a miles de personas en uno de sus eventos de campaña. Frente a millones de personas que miraban la televisión. La mayoría de nosotros reprendería a sus hijos por mostrar tal comportamiento.

Voté contra Trump por todas las mujeres en mi vida que han sido sexualmente acosadas o violentadas y que han tenido que callar, soportando la vergüenza, incluso el oprobio, durante años. Escuché a Trump en una grabación en la que alardeaba y se reía de ser una celebridad y poder tocar a las mujeres sin temor y no ser capaz de contenerse para besar a las mujeres. Lo explicó diciendo que había sido una charla “de vestidor”. Trump no era un adolescente cuando hizo esos comentarios. Era un hombre de negocios de 59 años. Los ataques sexuales no son un tema de risa. Son un crimen.

Voté contra Trump por Megyn Kelly y Rosie O’Donnell y Alicia Machado y Carly Fiorina y Heidi Cruz y muchas otras mujeres a las que Trump les ha dicho “tonta” o “gorda” o “fea”, o a las que cosificó y degradó.

Voté contra Trump por el señor y la señora Khan, los padres del capitán Humayun Khan, quien perdió la vida en Irak en 2004. Voté contra Trump por mis amigos, el general retirado John Kelly y Karen Kelly, quienes perdieron a su hijo, el primer lugarteniente Robert M. Kelly, en Afganistán en 2010. Voté contra Donald Trump por todas las familias que han recibido la Estrella Dorada y que han soportado el dolor inaguantable e incurable de perder a un hijo, un esposo, un padre, un hermano peleando por nuestro país. De alguna manera, Trump fue capaz de comparar el dolor de perder un hijo con el “sacrificio” de construir un edificio. No tengo palabras.

Voté contra Donald Trump por Nykea Aldridge. Ella era prima de Dwyane Wade. le dispararon en la cabeza y murió mientras empujaba el carrito de su bebé por una calle de Chicago. Donald Trump tuiteó sobre su muerte para obtener rédito político. Terminaba con un “¡los afroamericanos VOTARÁN POR TRUMP!”. No, Donald. De hecho, todas las encuestas muestran que no lo harán.

Voté contra Donald Trump porque nuestro sistema no está “amañado”. Vivo en el sur de Florida, una comunidad llena de exiliados políticos de sitios como Cuba, Venezuela y Nicaragua, países con gobiernos corruptos, totalitarios y represivos. Nuestro sistema no es perfecto. Pero durante 240 años, nuestra democracia ha respetado la voluntad de la gente y permitió las sucesiones pacíficas. Cuestionar su legitimidad es irresponsable, peligroso y no estadounidense.

Voté contra Donald Trump porque creo en la libertad de expresión y la libertad de prensa. Voté contra Donald Trump por Wolf Blitzer. Algunos de sus parientes murieron en el Holocausto. Los padres de Wolf sobrevivieron y fueron a Estados Unidos. Trump ha fomentado una atmósfera en sus eventos políticos en los que sus seguidores gritan: ¡Jew S-A!” y lanzan insultos y calumnias antisemitas contra los miembros de la prensa.

Voté contra Donald Trump porque soy una persona de fe seriamente imperfecta. Si entrara en un confesionario ahora mismo, estaría ahí durante horas. Creo en la necesidad redentora de reconocer los errores, mostrar arrepentimiento y pedir perdón. Yo lo he hecho tantas veces que ya perdí la cuenta. La idea de un líder poderoso que carece de la humildad básica para reconocer un error y pedir perdón -ni siquiera al dios en el que dice creer- me asombra.

Voté contra Donald Trump porque soy republicana. Reconozco que Trump ganó correctamente la candidatura republicana. Pero no acepto que él represente los valores republicanos -no aquellos con los que crecí respetando.

Yo he sido republicana desde antes de que pudiera votar. Mi familia huyó del comunismo. Ronald Reagan luchó contra el comunismo. Eso fue lo que me convenció. He sido una partidaria activa toda mi edad adulta. Ésta es la primera vez que voto contra el candidato presidencial republicano.

No quería votar por Hillary Clinton. A diferencia del senador Bernie Sanders, a mí sí me importan sus “malditos emails”. Estoy preocupada por las líneas borrosas y la lucrativa mezcla entre los mundos filantrópico, político y de negocios de los Clinton.

La mayoría de nosotros sospechábamos que Hillary Clinton iría por la presidencia otra vez en 2016. Ella y Bill Clinton también lo sabían. Sabían que iban a estar bajo escrutinio. Si por ninguna otra razón, ellos podían y debían actuar de forma distinta.

No, ella no debió haber utilizado un servidor privado para sus emails, el cual podía haber comprometido la seguridad nacional. No, ella no debió haber ofrecido discursos pagados por Wall Street. No, su ayudante más cercana, Huma Abedin, no debería tener un acuerdo éticamente cuestionable que le permitía trabajar al mismo tiempo en cuatro diferentes entidades relacionadas con Clinton, incluyendo el Departamento de Estado. No, la Fundación Clinton no debió haber aceptado donaciones de países que abusan de los derechos humanos y discriminan a los homosexuales y las mujeres.

En cada una de estas instancias, Hillary Clinton y sus más cercanos asesores, incluyendo a Bill, ejercieron un mal juicio.

Como muchos otros estadounidenses, me vi obligada a decidir cuál de estos dos candidatos es el menor de los males, cuál es capaz de causar menor daño a nuestro país, a nuestro tejido social. La decisión personal para mí se redujo a elegir entre una persona de la que considero tiene mal carácter y una persona con mal juicio.

Nuestros Padres Fundadores nos dieron un gobierno de controles y equilibrios. Podemos y hemos sobrevivido a presidentes con mal juicio. Pero temo a los efectos que tendría en Estados Unidos un presidente con mal carácter.

Temo que Trump haga salir lo peor de Estados Unidos. División. Hostilidad. Racismo. Fanatismo. Misoginia. Cosas que solíamos ocultar. Sentimientos que solíamos tratar de superar. Bajo el disfraz de no ceder a la corrección política, algunas personas ya no se avergüenzan ni les da pena mostrar las verrugas de su alma.

Algunos me dicen que, en 2016, ya no debemos esperar que el presidente de los Estados Unidos sea un modelo a seguir. Yo me rehuso a aceptar eso.

El presidente de los Estados Unidos tiene que levantarnos en momentos de duelo nacional. El presidente de los Estados Unidos tiene que abrazar a los hijos y las esposas de los soldados caídos. Esa persona nos representa a todos nosotros. Esa persona es reconocida como el rostro y la voz de Estados Unidos ante el resto del mundo, y lo más importante, por nuestros hijos.

Una persona que es respaldada por el Klu Klux Klan y su antiguo Gran Hechicero David Duke no puede representarme. Nunca va a ser un modelo a seguir para mí.

Cada uno de nosotros tiene el derecho y el deber de tomar una decisión personal basada en las cosas que son más importantes para cada uno, las que valoramos más. Mi conciencia me obliga a hacer todo lo que pueda para asegurarme de que una mala persona no sea nuestra próximo presidente. En Estados Unidos, no elegimos a nuestros líderes mediante la violencia o insurrecciones armadas.

Un voto es nuestro derecho. Un voto es nuestra arma. Estoy ejerciendo el mío contra Donald Trump.