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(CNN) – “Bájense en la carretera en la playa Las Cabañas a unos cuatro kilómetros a las afueras de la ciudad de El Nido”.

“Caminen hasta el final de la playa, luego pregúntenle a las personas que están en el puesto de venta de cocos por la casa de Mark y Camille”.

Esas fueron las instrucciones para encontrar The Birdhouse, un nuevo lugar de retiro en la selva para hacer glamping (acampar con glamour) en El Nido, una esquina remota de la isla de Palawan en el suroeste de Filipinas.

La dirección difícil de encontrar es una ocurrencia de Mark Anthony y Camille Domson Villaflor, quienes construyeron The BirdHouse después de haber viajado por todo el mundo en en su luna de miel de 16 meses, que documentaron en su blog 365 Travel Dates.

Inspirado por el transformador viaje de la pareja por todo el mundo, las tiendas rústicas de lujo ofrecen un refugio romántico para parejas de recién casados que quieran pasar su luna de miel allí o para viajeros aventureros.

Pregúntale a los trabajadores del puesto de cocos.

Una luna de miel de un año

La historia de amor de los Villaflores empezó en 2009 cuando se conocieron a través de un amigo. Dos años después, Mark estaba en una rodilla en el hotel W Hong Kong proponiéndole matrimonio a Camille con la melodía de fondo de la canción “Marry Me” de Train.

Se casaron dos meses después.

“Me mudé desde Singapur a Shanghai donde Mark estaba trabajando y vivimos juntos por primera vez”, dice Camille Villaflor.

“Ese primer año fue duro. Peleábamos todo el tiempo”, añade.

Mark, quien en ese momento era profesor,  le propuso a su nueva esposa una idea: ¿Por qué no tomaban una luna de miel de un año?

“Sonaba como la idea más genial del mundo, ¿cómo decir que no?”, recuerda Camille. “Pero estábamos ganando buen dinero y teníamos buenos trabajos… ¿Íbamos a dejar todo eso para tomar un sabático?”

Haciendo que funcionara

El viaje empezó con una prueba. Ambos pasaron 40 días de mochileros por Camboya y el oeste de China.

Luego de la experiencia, la aventurera pareja regresó a Shanghai sintiéndose con un nuevo aire.

“Sabíamos que viajar era nuestro campo en común”, recuerda Camille, que es originaria de Manila, Filipinas.

“En lugar de centrarnos en el otro y en nuestros defectos, estábamos distraídos por las cosas asombrosas que estábamos viendo y nos sentíamos muy agradecidos por la experiencia”.

Convencidos de que una luna de miel era totalmente factible, la pareja empezó a ahorrar para el viaje.

Inicia el viaje

La pareja tomó varios trabajos de medio tiempo y trabajó durante los fines de semana, invirtiendo entre el 40% y 50% de sus ingresos mensuales a un ahorro para el viaje.

Mark estimó que podrían arreglárselas con cerca de 100 dólares diarios o 3.000 dólares por mes.

Una vez ahorraron 30.000 dólares, la pareja empacó dos morrales —de 28 libras para Camille y 44 libras para Mark— y se dirigieron a Estados Unidos para empezar su viaje.

La historia de amor de los Villaflors empezó en 2009 cuando se conocieron a través de un amigo. Dos años después, Mark estaba en una rodilla en el hotel W Hong Kong, proponiéndole matrimonio a Camille con la melodía de fondo de la canción “Marry Me” de Train.

“Lo hicimos bien con lo del presupuesto y, en realidad, al final duró 16 o 17 meses”, dice Mark.

La luna de miel épica de Mark y Camille los llevó a Estados Unidos, Kenya, Tanzania, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Colombia, Brasil y Ecuador.

Fue un año de experiencias reveladoras: tomaron clases de salsa en Colombia y los robaron en África, por suerte no sufrieron daños físicos.

El dinero sí importa

A parte de los contratiempos, la pareja fue capaz de estirar su presupuesto con una serie de estrategias.

Aprovecharon las promociones de las tarjetas de crédito, acumularon puntos redimibles y recompensas. Mark estima que para el final del viaje tuvieron entre 10 y 15 tarjetas de crédito.

La pareja también trabajó durante todo el viaje, tomando todo tipo de trabajos, desde servicios de check-in en hostales hasta manejo de redes sociales, consulta de diseño, comentarios de blog, incluso trapear pisos.

“Habíamos resuelto publicar en nuestro blog y en las redes sociales para el cuarto mes, así que empezamos a negociar comentarios [en el blog] y publicidad a cambio de acomodación”, cuenta Mark.

Construyendo la ‘jaula’

Mark y Camille posan en una playa de Nicaragua.

Después de 16 meses de viaje, Mark tuvo una oferta de trabajo en Australia.

Para arreglar el tema de la visas, la pareja tenía que aplicar desde sus países de residencia.

Eso significaba viajar a Estados Unidos para resolver lo del pasaporte de Mark y luego viajar a Manila para el de Camille.

Mientras esperaban a que la visa de Camille fuera aprobada, la pareja viajó a El Nido, una esquina prístina en el sur de Filipinas.

El Nido es una remota playa, hogar de hermosas aguas turquesas e imponentes acantilados de piedra caliza.

Organizaron viajes de trabajo mientras exploraban potenciales inversiones en finca raíz en la isla.

La pareja pudo ver que El Nido estaba destinada a tener un gran auge turístico.

Se encontraron con una parcela de media hectárea de selva salvaje en una montaña apartada de la playa.

La poderosa selva

“El terreno era bastante denso”, recuerda Camille. “Mark fue y me llevó después y nos enamoramos de la vista. Decidimos comprarlo. Fue pan comido”.

Compraron la tierra en noviembre de 2015 y empezaron a construir en febrero de 2016.

“Habíamos estado desempleados por un año y medio, así que terminamos vendiendo una propiedad en Manila para financiar la construcción”, dice Mark.

Salir de un año del viaje liberador no fue la transición más glamurosa.

“Pasamos de ser totalmente libres a trabajar casi todo el día en la construcción”, recuerda Camille. “No teníamos electricidad, excepto luciérnagas en nuestra habitación. No teníamos agua potable. Era temporada de lluvias y recolectábamos agua lluvia para bañarnos y para todo”.

“Pero estábamos en casa”, interrumpe Mark.

Entrando al nido de amor

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Seis meses después abrieron The Birdhouse con tres tiendas glamping —a los que la pareja llama “nidos”— un albergue comunal con vistas a la playa de Marimegmeg.

Está tan fuera de la vía que la pareja tuvo que construir su propio camino.

Desde el puesto de cocos mencionado más arriba, señas dibujadas a mano en pedazos de madera pegados a los troncos guían a los viajeros por puentes de bambú para adentrarse más en la selva.

Después del corto viaje, una escalera empinada lleva a los viajeros a una ladera donde modernas tiendas son visibles entre las ramas de los árboles.

En la parte superior, un albergue en forma de árbol llamado “El Nido Madre” se triplica como un vestíbulo, restaurante y la casa de Mark y Camille.

Diseñado por Camille, la casa comunal tiene una vibra ecléctica, con sillas de bambú colgantes románticas, alfombras de estilo marroquí, una biblioteca de libros de viaje y un ukulele.

El gato de la pareja se relaja bajo el sol de la tarde, mientras los visitantes disfrutan una comida preparada en casa y disfrutan de la vista de la bahía de Bacuit.

Detrás de la cabaña principal, cada tienda está ubicada en una plataforma en los árboles, con un pequeño cobertizo para disfrutar la vista y una noche llena de estrellas.

Dentro de las tiendas de lona, hay una cama tamaño queen, una alfombra amarilla y mobiliario de madera de fabricación local.

Manteniendo El Nido amigable con el ambiente

Pero The Birdhouse espera ser más que una escapada única

¿Cuál es la meta a término medio? Ser un restaurante y retiro completamente auto sostenible.

En cuanto al panorama general, Mark y Camille están en el proceso de implementar una organización sin fines de lucro de gestión de residuos, con el objetivo de trabajar con más hoteles en el área y proteger la belleza natural El Nido en medio del aumento del turismo.

La oficina municipal de turismo estima que El Nido recibió 12.000 visitantes mensuales en 2015, de los 10.000 que hubo en 1994.

“Lo que normalmente pasa en El Nido es que el manejo de residuos es visto como un gasto de los hoteles”, explica Shyo Sayajon,el diseñador de permacultura de tiempo completo del lugar de retiro.

“Los hoteles transfieren la mayor parte del gasto al gobierno local, lo que se requiere para gestionar los residuos. Tristemente, el gobierno local no maneja los desechos de manera eficaz y ecológica”, dice Sayajon.

Como un exempleado del gobierno, Sayajon se trasladó al campo para tener un impacto más directo en el medio ambiente.

Hasta el momento Sayajon ha implementado varias soluciones a The Birdhouse, incluyendo compost, recliclaje de agua, almacenamiento de agua natural y jardinería orgánica.

“No creo que en El Nido se haya empezado un ‘boom’, pero está llegando”, dice Mark.

“Queremos presentar un estilo de vida ecofriendly para otras personas y ser un ejemplo que otros hoteles de El Nido repliquen”.