(CNN) – Solo es necesario un beso, una tos, un contacto o incluso un mordisco para cambiar nuestra vida y la de quienes nos rodean, por meses y hasta por años.
En la mayoría de los casos, entre más cercanas sean a ti las personas, más grande el riesgo. Pero no siempre es tan simple.
Expertos en salud pública creen que estamos en el momento de mayor riesgo de la historia de experimentar brotes infecciosos a gran escala y pandemias globales como las que hemos visto antes: síndrome respiratorio agudo grave (o SARS, por sus siglas en inglés), gripe porcina, ébola y zika.
Más de 28.000 personas se infectaron entre el 2014 y el 2016 con la epidemia de ébola, dejando unos 11.000 muertos. Y el 10 de marzo pasado, 84 países habían reportado la transmisión del virus del Zika, una enfermedad que fue descubierta en la década de 1940 pero que tuvo su primer brote en el 2007 en Micronesia y solo comenzó a expandirse más recientemente, a finales del 2015.
La llegada de la infección siempre es inesperada y su magnitud no tiene precedentes, lo que deja al mundo más vulnerable. Los expertos creen, de manera unánime, que lo más probable es que la próxima pandemia sea una sorpresa, por lo cual tenemos que estar preparados.
“Las enfermedades infecciosas no respetan fronteras”, dice Jimmy Whitworth, profesor de salud pública internacional del London School of Hygiene & Tropical Medicine.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) alerta de cientos de pequeños brotes cada mes, destaca el experto, que investiga y usa para predecir las probabilidades de que ocurra un brote mayor. “Hay grupos pequeños de brotes ocurriendo todo el tiempo, en todo el mundo”, afirma Whitworth.
Sin embargo, cree que la forma en que vivimos actualmente agranda el riesgo. “Muchos aspectos de la vida moderna nos ponen en un mayor riesgo. Estamos más listos hoy que antes”, dice, destacando las Regulaciones Internacionales de Salud, la Red de Alerta y Respuesta Global de la OMS y los equipos nacionales de respuesta rápida de países como Estados Unidos, Gran Bretaña y China, listos para enfrentar emergencias.
“Pero los desafíos siguen creciendo”. Aquí están las siete razones para que así sea.
1. Más gente y más urbanización
Los hechos alrededor de la vida urbana son simples: vives, comes, trabajas y te desplazas más cerca de la gente que en cualquier asentamiento rural, y eso conlleva un serio riesgo de que una infección se expanda a través del aire, de los mosquitos o del agua que no es potable.
A medida que crecen las poblaciones también crecen las viviendas. Naciones Unidas predice que el 66% del total de la población mundial vivirá en áreas urbanas en el 2050.
Más personas en las ciudades “ponen más presión en el saneamiento”, dice David Heymann, cabeza del Centro para la Seguridad Sanitaria Global del centro de pensamiento Chatham House.
Más allá de la cercanía de la gente, “esta es una segunda fuente de infecciones”, dice, y una tercera es el aumento en la demanda de comida, lo que hace que los agricultores cultiven más, con más animales, y genera que probablemente vivan cada vez más cerca de esos animales. Los animales son depósitos de muchos enfermedades, incluyendo tuberculosis, la enfermedad del sueño africana (trypanosomiasis) y la gripa aviar.
Dado que la gente se mueve cada vez más frecuentemente desde -y entre- las zonas rurales hacia las urbanas, hay cada vez más probabilidad de infección y si vivimos en barrios cada vez más pegados los unos a los otros, el potencial de expansión de la enfermedad es enorme.
2. Invasión de nuevos ambientes
A medida que crece el número de personas, también crece la cantidad de tierra necesaria para su vivienda. Las poblaciones se expanden cada vez más a territorios antes inhabitados, como bosques y selvas. Y con la llegada a estos nuevos territorios vienen el contacto con nuevos animales e, inevitablemente, nuevas infecciones.
Por ejemplo, “la fiebre de Lassa ocurre porque la gente vive en el bosque y lo destruye para labores de agricultura”, dice Heymann.
La fiebre de Lassa es una enfermedad viral que se expande mediante el contacto con heces de roedores infectados. También se transmite entre humanos, aunque es menos común. Los brotes suelen ocurrir en África occidental, con altos niveles en Nigeria, por ejemplo, desde el 2016.
Heymann explica que la fiebre de Lassa es un ejemplo de gente que vive cerca de bosques donde residen roedores infectados, pero con la destrucción de esos bosques para la agricultura los animales se quedan sin lugar a dónde ir y por eso terminan en las casas de los humanos.
3. Cambio climático
Cada vez hay más evidencia de que el cambio climático está produciendo olas de calor e inundaciones, el caldo de cultivo ideal para enfermedades que se transmiten por el agua, como el cólera, y vectores de enfermedades, como los mosquitos en nuevas regiones.
Entre el 2030 y el 2050 el cambio climático causará cerca de 250 mil muertes adicionales anuales por estrés por calor, malnutrición y expansión de enfermedades infecciosas como la malaria, según la OMS.
Con portadores de enfermedades, como los mosquitos, viviendo cada vez más en territorios nuevos que no están protegidos, el riesgo de un brote es muy alto.
Whitworth cita la actual epidemia de fiebre amarilla en Angola, que hasta el momento ha infectado a 350 personas. Según él, a medida que los trabajadores de China vuelvan a casa desde Angola, cualquier infección de fiebre amarilla puede transmitirse por mosquitos en China.
4. Viajes globales
“Somos vulnerables porque cada vez viajamos más”, dice Whitworth.
Las llegadas turísticas internacionales alcanzaron un récord de casi 1.200 millones en el 2015, según la Organización Mundial del Turismo. Ese fue el sexto año de crecimiento consecutivo de esa cifra. Y cuando grandes cantidades de personas se desplazan de un lugar a otro, al mismo tiempo, las opciones de que haya una pandemia se multiplican.
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“Muchas veces, los agentes infecciosos viajan en los humanos en su periodo de incubación”, dice Heymann. Ese periodo es el que transcurre entre la infección y la aparición de los síntomas, lo que significa que la gente puede transmitir una infección incluso sin sentirse enferma.
Se cree que así fue como se desarrolló la pandemia de SARS del 2003, cuando un hombre que desarrolló los síntomas del virus viajó de Huang Xingchu, en China, a visitar a su familia en Hong Kong. Infectó a personas en su hotel y a su familia. Fue hospitalizado y murió, lo que también le ocurrió a uno de sus parientes.
En menos de cuatro meses se registraron cerca de 4.000 casos y 550 muertes por SARS en Hong Kong, y más de 8.000 personas resultaron infectadas en cerca de 30 países.
Pero Heymann destaca que “no solo los humanos” expanden enfermedades al viajar. También los insectos, la comida y los animales que se mueven entre países.
5. Conflictos civiles
Si un país está a punto de entrar en una guerra civil, la capacidad de manejar un brote intenso y repentino puede poner de rodillas al pueblo y hacer que la infección florezca.
“Los brotes pueden paralizar por completo a un país”, dice Whitworth, citando la epidemia de Ébola del 2014, en la que Sierra Leona, Guinea y Liberia “estuvieron muy cerca del colapso”.
En el caso de los tres países, conflictos civiles habían deteriorado previamente sus economías y sistemas de salud, incluidas las infraestructuras hospitalarias. Eso, sumado al movimiento humano entre los tres países y con otras naciones, permitió que el ébola se expandiera fácilmente.
“Si una infección se queda en lo local, se quema ahí”, dice Heymann. “La gente aprende qué hacer”.
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6. Menos médicos y enfermeros en regiones con brotes
Más allá de la debilidad de los sistemas de salud, los países donde con mayor frecuencia ocurren los brotes suelen tener menos médicos y enfermeros para tratar a la población. La mayoría se han ido buscando mejores oportunidades en otras naciones.
“Tenemos que enfrentar esto, es una realidad”, dice Heymann, y agrega que incluso algunos países motivan a sus médicos jóvenes para que viajen a otras regiones. “Es difícil manejar la migración de los trabajadores de la salud”.
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7. Información más rápida
En la era de la información, nuevos niveles de comunicación traen nuevos niveles de miedo y multiplican las formas de expandir ese temor, aseguran los expertos.
Aunque la mayoría de los brotes pequeños suelen quedarse sin ser conocidos por las poblaciones lejanas a su epicentro, las personas hoy están cada vez más informadas que nunca y requieren información transparente y completa para actuar rápido.
Google ha utilizado las búsquedas sobre síntomas en su página para identificar cuándo puede ocurrir un brote, como en el caso de la gripa.
“El mundo necesita una autoridad”, dice Heymann, quien cree que la OMS juega ese papel pero necesita ser más rápida y más transparente en la información que transmite.
La organización fue muy criticada, de hecho, por haber respondido lentamente y sin la suficiente preparación al brote de ébola del 2014.
“Pero las redes sociales se han vuelto muy activas… y eso es muy difícil de controlar”, asegura Heymann. “El hecho de que muchas personas publiquen y compartan información pueden cambiar el mensaje y lo que la gente lee y cree”, dice.