(CNN Español) – Siria y Corea del Norte, problemáticas aparentemente inconexas, tienen un aspecto en común: un juego de estrategias en el que está muy presente Estados Unidos, pero en el que no actúa solo y no es la única voz de mando.
De hecho, en ambas circunstancias parece estar maniatado por otros actores que, por lo menos en el campo militar, son amenazantes. Washington no acostumbra a estar tan cómodo con esta clase de situaciones en las que no es el único que marca la pauta de acción. Estos casos no son la Guerra del Golfo de 1990, la invasión a Afganistán mediante la operación Libertad Duradera en octubre del 2001 o la Guerra de Iraq del 2003, en la que EE.UU. lideraba coaliciones y negociaba con posición sólida de liderazgo.
Esto ocurre en las primeras semanas de gobierno de un presidente que legó al poder con la promesa de poner a ” Estados Unidos primero”.
“No soy, y no quiero ser, el presidente del mundo”, dijo Trump este martes a la prensa. “Soy el presidente de Estados Unidos, y de ahora en adelante será Estados Unidos primero”.
Trump había dicho que no quiere meter a Estados Unidos en crisis que, según él, son problema de otros.
Antes de que hablara el martes, imágenes impactantes de atrocidades en Siria provocaron indignación. Horas más tarde, Corea del Norte probó otro misil balístico, una aparente exhibición de poder militar antes de la muy esperada cumbre de Trump con el presidente chino Xi Jinping en Florida el jueves y el viernes.
Trump reconoció el miércoles que los problemas del mundo eran ahora suyos. Pero ofreció poca explicación de cómo planeaba enfrentarse a ellos. “Ahora tengo la responsabilidad, y tendré esa responsabilidad y la llevaré muy orgulloso”, dijo Trump durante una conferencia de prensa..
Rusia: el tapón en Siria
La Guerra Civil en Siria es la consecuencia más grave de la Primavera Árabe, que desde finales del 2010 revolucionó a gran parte de los gobiernos de Oriente Próximo. Las fuerzas de la oposición y el régimen de Bashar al Assad se lanzaron a un conflicto que va para su sexto año, que ha desgarrado al país y que ha permitido que en Siria puedan tener asiento grupos como ISIS, que en el 2014 estableció un califato con capital en Raqqa.
La explosión del conflicto en Siria coincidió con el deseo estadounidense, o por lo menos del gobierno demócrata de Barack Obama, de darle fin a su intervención militar en la región, que tuvo su punto más crítico en la Guerra de Iraq en el 2003, la más importante respuesta de EE.UU. a los ataques del 11 de septiembre del 2001. Desde el comienzo, la política de Obama estaba orientada a que la salida del poder de Al Assad era un requisito indispensable para una salida pacífica al conflicto, y por esa razón Washington apoyó la lucha de los así llamados rebeldes moderados que combaten al régimen de Damasco, mientras ISIS sacaba ventaja de todo el caos, establecía su califato y atacaba tanto en Siria como en Iraq.
Desde el principio del conflicto, el régimen de Bashar al Assad ya contaba con el apoyo político de Rusia. De hecho, el 4 de febrero del 2012, el Kremlin, junto con China, vetó en las Naciones Unidas un proyecto de resolución en contra del gobierno de Damasco tras un ataque oficialista en Homs en el que murieron 260 civiles.
La disputa entre Washington y Moscú por el tema Siria aumentaba en su volumen mientras los primeros apoyaban a los rebeldes moderados y combatían a ISIS mediante la coordinación de una coalición internacional y los segundos bloqueaban toda intención de castigo al gobierno de Al Assad en Naciones Unidas. Mientras las relaciones entre la Casa Blanca y el Kremlin llegaban al punto de congelamiento por el papel de Rusia en el conflicto en el oriente de Ucrania, una decisión estratégica del presidente ruso, Vladimir Putin, cambió la correlación de fuerzas en Siria. El 30 de septiembre del 2015, aviones rusos atacaron blancos en territorio sirio, lo que marcaría el inicio de un cambio en el signo de la guerra, que se evidenciaría en el drama que vivió la sitiada ciudad de Aleppo.
En septiembre del 2016, Obama y Putin se encontraron al margen de la reunión del G20 en Hangzhou (China) como colofón a varios días de negociaciones entre sus responsables de Exteriores, John Kerry y Sergey Lavrov, pero de estos acercamientos no se sacó mucho. Ambos países acordaron atacar a ISIS, pero en cuanto al punto del fin del conflicto, la bandera estadounidense de sacar a Al Assad del poder distanció las posiciones. Organizaciones como el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH) han informado que Rusia ha atacado más a los rebeldes moderados que combaten a Al Assad que a los propios yihadistas de ISIS.
Obama se fue de la Casa Blanca el 20 de enero de este año. El nuevo presidente, Donald Trump, usó como uno de sus caballitos de batalla en la campaña la presunta “debilidad” de Obama en cuanto a Siria, pero no hizo muchas referencias a Rusia. Trump, que ha dicho tener simpatías por Putin, tiene enormes problemas con esto. Su cercanía, o al menos simpatía, por Rusia, le puede traer consecuencias. ¿Cómo podría marcar una posición diferente a la de Rusia en cuánto, por ejemplo, al presunto ataque químico de este martes en Idlib? Rusia ya ha dicho que el régimen de Al Assad atacó un depósito de armas químicas y que esto provocó las muertes de niños y civiles inocentes. ¿Podrá desmarcarse de eso? No obstante, Trump señaló este miércoles durante una rueda de prensa junto al rey Abdalá de Jordania que el ataque era “totalmente inaceptable”.
El Pacífico: un muy activo teatro de operaciones
En el extremo oriental de Asia, Corea del Norte representa el otro dolor de cabeza para EE.UU. Y, tal como pasa en Siria, Washington tiene ahí otro obstáculo: China. Precisamente Trump y el presidente chino, Xi Jinping, tendrán una reunión entre este jueves y el viernes en la propiedad de Trump en Florida, Mar-a-Lago, en la que el mandatario estadounidense espera que su contraparte china acceda a poner más en cintura al dictador norcoreano, Kim Jong-un.
Pero Pyongyang sigue en sus propósitos provocadores al lanzar este miércoles lo que Estados Unidos cree que es un misil balístico al Mar de Japón o Mar del Este. “El Mando Norteamericano de Defensa Aeroespacial determinó que el lanzamiento de misiles desde Corea del Norte no representaba ninguna amenaza para Estados Unidos”, señaló el portavoz del Comando del Pacífico, Dave Benham.
Sin embargo, llama la atención una afirmación que hizo el actual secretario de Estado, Rex Tillerson, con respecto a esta problemática: “Corea del Norte lanzó otro misil balístico de rango intermedio. Estados Unidos ha hablado lo suficiente sobre Corea del Norte, no tenemos más comentarios”.
¿Qué significa exactamente esto? ¿Que no se hablará más del tema hasta la conclusión de la reunión con Xi en Mar-a-Lago? ¿Que se va a proceder de una forma más directa? Hubo otra afirmación que también dejó interrogantes: “Al reloj se le agotó el tiempo y todas las opciones están sobre la mesa”, aseguró este martes un alto oficial de la Casa Blanca a propósito del fracaso de los sucesivos gobiernos en Washington para negociar el fin del programa nuclear del país asiático.
Pero la acción directa de Washington contra Pyongyang es un recurso que se antoja de último recurso y severamente peligroso. Es por eso que en las últimas décadas utilizó mecanismos multibandas (hasta el fracaso de este mecanismo en el 2009) para hacerle llegar su mensaje a uno de los países más aislados del planeta, pero que ha demostrado ser una amenaza para sus vecinos.
Estados Unidos ha utilizado a China como su interlocutor con Corea del Norte, pero Trump, en medio de transición de candidato a presidente, ha tenido una serie de gestos que no han sido del agrado de Beijing. Uno de ellos fue el hablar con la presidenta taiwanesa, Tsai Ing-wen, justo después de su elección. Según Beijing, esto es una afrenta a su política de “una sola China”, un complejo tema en las relaciones entre la República Popular China y Taiwán. Entonces, es como querer colgarle a quien puede ayudarnos a arreglar un grave problema. La reunión en Mar-a-Lago puede ayudar a limar estas asperezas.
Por otra parte, EE.UU., China y Corea del Norte no son los únicos actores en este conflicto. También está Japón, con recursos suficientes para adquirir armamento, y… Rusia, que tiene su Flota del Pacífico en Vladivostok, una ciudad muy cercana a las fronteras con China y Corea del Norte. Además, esa región del Pacífico está tan plagada de diferendos y reclamaciones que cualquier acción desequilibrada haría explotar una guerra de enormes proporciones.
(Vea también: Tensiones en el mar de China Meridional: ¿qué está en juego en realidad?)
¿Qué hacer?
Tanto en Siria como en Corea del Norte, EE.UU. enfrenta a superpotencias que lo contienen y la diferencia entre el actual status quo y un conflicto globalizado la hacen la cautela, la prudencia y el sentido común en el campo de la alta diplomacia.
Pero el actual gobierno estadounidense se encuentra en una particular disyuntiva entre la dialéctica muy fuerte e insinuante de Trump durante la campaña y lo que plantea la realidad. En Siria, tendrá que actuar, como lo pidió este miércoles un grupo de congresistas republicanos, pero no perder de vista que Rusia es una fiel escudera de Al Assad y que ha cambiado a su favor el balance bélico, mientras que en cuanto a Corea del Norte tendrá que mostrar los dientes lo suficiente para convencer a los norcoreanos de no seguir provocando a la región, pero que ese gesto no llegue a una mordida que provoque una guerra atroz.
Con información de artículos de Tim Lister, Chris Cillizza, Z. Byron Wolf, Ashley Fantz, Kevin Liptak, Katie Hunt, Serena Dong, James Griffiths, Stephen Collinson, Nicole Gaouette, Elise Labott, Laura Smith-Spark y Jeremy Herb, de CNN.