El sábado 16 de abril de 2016, a las 18:58 horas, un terremoto de magnitud 7,8 sacudió la zona costera de Ecuador dejando una estela de destrozos en el área y un saldo de más de 650 muertos.
Afectó severamente localidades como Calceta, Pedernales, Portoviejo, Crucita, Chone… Y se sintió hasta Guayaquil, la ciudad más poblada del país.
Pero las “ondas expansivas” del terremoto llegaron aún más lejos, al otro lado del Atlántico, hasta España, donde la comunidad de ecuatorianos es la mayor de entre todos los países latinoamericanos en esa nación.
Unos 410,000 ecuatorianos viven en el país europeo, según cifras del Instituto Nacional de Estadística de España hasta el 1 de enero de 2016. Aun a la distancia, el terremoto también fue una pesadilla para ellos.
Meli y Luisa Cobeña son dos hermanas ecuatorianas que viven en Parla, en la comunidad de Madrid. Aunque Meli lleva 18 años en España y Luisa 15, no se olvidan de su tierra. Ellas son de la provincia de Manabí, una de las zonas más afectadas por el terremoto.
“Nosotras somos de la provincia donde fue el terremoto, donde más afectados hubo”, contó Luisa. “La verdad es que es una pena, una lástima, porque a pesar de que estamos lejos y no vivimos ahí, tenemos familia”.
Desde la barra del bar que administran, adornado con bufandas de equipos de fútbol tanto ecuatorianos como españoles, así como por las banderas del país en el que nacieron y aquel que las acogió, cuentan a CNN en Español que se enteraron de la tragedia casi inmediatamente después de que sucedió.
“Ya era noche aquí, madrugada. Ya sería el domingo. Las noticias vuelan y enseguida la prensa se hizo eco de lo ocurrido y fue por lo que nos enteramos. Enseguida también los familiares que se comunicaron con nosotros y a través del teléfono se ha ido conociendo el desastre”, dijo Luisa.
Meli, de las hermanas la que más tiempo lleva en España, dijo que lo que más les preocupaba era saber qué había ocurrido con su familia.
“En ese momento todo estaba incomunicado, no entraban las llamadas, ni nada… De dos hermanos no se sabía nada porque ellos viven ahí cerca de donde fue el sismo, entonces, claro, estábamos muy preocupadas, eso fue horrible”.
“Ellos perdieron sus casas. Ahora mismo viven como pueden, en tiendas de campaña, y ahora con lo que hay, con las inundaciones, lo mal que lo están pasando por los bichos que hay, por los mosquitos”.
Reconocen que en ese momento las embargó un sentimiento de impotencia difícil de soportar.
“Fatal, nos sentimos muy mal, muy impotentes de no poder hacer nada, de no poder estar allí, que aunque nos hubiera tocado pero hubiéramos podido ayudar en algo, también nos sintiéramos más tranquilos, pero no con esa incertidumbre de no saber de tu familia, de no saber qué pasó.
“¡Y ya no de tu familia, de toda la gente en general, porque todos somos humanos y todos somos hermanos! Y ver cómo sacaban esos cuerpos, ver que hay gente que no aparece todavía…”, lamentó Meli.
Meli y Mario Oña, otro compatriota suyo con 12 años viviendo en España, son parte de una organización de ecuatorianos migrantes, M50, que se dedica a realizar eventos de integración y culturales en Parla, pero además trabajan en asuntos solidarios. El terremoto fue uno de esos casos en que se movilizaron para ayudar a la gente de su país.
¿La comunidad ecuatoriana en España es solidaria?, se le pregunta a Mario. “Bastante, en cada ciudad de (la comunidad de) Madrid hay una agrupación que hace estas situaciones; hay gente que quiere coordinar con la embajada o el consulado y lo hace. O como nosotros, como ente independiente, somos una entidad española, lo podemos hacer sin canalizar por medio de la embajada”.
“Ahora nos han llegado noticias de que hay un nuevo desastre por las inundaciones y ahora mismo ya están armando plataformas de ayuda, se están centralizando y vamos a eso, a ayudar a la gente de allá”.
Obligados a volver
Luisa contó que algunos ecuatorianos que vivían en España y que se habían acogido a programas de repatriación voluntaria, como Retorno Voluntario, del gobierno de la Comunidad de Madrid, o el Plan Bienvenido a Casa, del gobierno ecuatoriano, tuvieron que volver al país europeo luego del terremoto al no encontrar oportunidades en su tierra.
“Te vas con la ilusión de regresar a tu tierra, volver a empezar, llegas en un momento en que piensas que ya vas a arrancar y pasa lo que pasa, de alguna manera te sientes decepcionado”.
“La gente está con mucho miedo. De hecho la situación económica tampoco es favorable, no encuentras trabajo pronto y tienes familia. Y de alguna forma, quieras o no, te toca volver (a España), porque no tienes las facilidades que deberías para otra vez poder empezar y empezar bien”.
Ahora, Luisa y Meli al menos están más tranquilas al saber que sus familiares, pese a todo, están saliendo adelante.
“Poco a poco, con ayuda de familiares, se están por lo menos reconstruyendo las viviendas, que es lo primordial ahora mismo, y poco a poco se está saliendo”, dijo Luisa.
‘Mi amor, llama a tu familia, hubo un terremoto’
Guillermo Toala y Diana Zumbana son un matrimonio de ecuatorianos residentes en Madrid. Él tiene 11 años viviendo en España; ella, solo seis meses. Ambos son de Guayaquil, donde se conocieron en el colegio. Él ya estaba en Europa cuando decidieron formalizar su relación. Estaban decididos a casarse en 2015, por poderes, pero los trámites obligaron a retrasar la fecha hasta 2016.
En abril del año pasado, Diana, quien todavía residía en Ecuador con sus padres, estaba lista para darles la noticia, lo haría la noche del 16. Luego vino el terremoto.
“En abril, el 15, fue que llegaron los papeles y nos dieron la fecha del 2 de junio para casarnos, yo se lo conté y ella se lo iba a decir a sus padres”, dijo Guillermo.
“El 16 de abril, por la noche, se lo iba a decir”, añadió Diana.
Por la diferencia horaria, Guillermo dormía cuando ocurrió el terremoto en su país. Una llamada en medio de la noche lo despertó para darle la noticia. Al otro lado del teléfono estaba Diana.
“Él estaba dormido, le digo: ‘Mi amor, llama a tu familia, hubo un terremoto, nosotros estamos bien, estamos en la casa pero no hay energía eléctrica, llama a tu familia para ver cómo está’”, dijo Diana.
“Ella me llamó después que ocurrió, yo estaba durmiendo. Me llama, “¿pero qué ha pasado?”, me empezó a contar, yo ya rápido a ver noticias, a preguntar a mis padres, que tengo allá a mis padres, mi hermano, entonces que me digan que cómo están, qué ha pasado, si algo ha pasado porque el terremoto fue en la costa, de 7,8, en Manabí…”, contó Guillermo.
Él, desde España, observaba la situación y se informaba a distancia. Ella, en Guayaquil, lo vivía en primera persona.
“Estaba en mi trabajo, trabajaba con mis padres en el negocio familiar, estábamos en el trabajo todos, los tres en el trabajo con más personal, y de repente se sintió como un ligero temblor, pero te quedas así como que ¿es o no es temblor? Porque fue muy rápido. Y en segundos pasó y al instante vino un remezón más fuerte, pero superfuerte”, contó Diana.
“Sentíamos que no pasaba, que seguía, seguía y seguía, y ya empezamos hasta a rezar: ‘¡¿Qué hacemos, Dios mío?! ¡No permitas que nos pase algo!’”.
De un momento a otro, el movimiento se detuvo. La energía eléctrica se interrumpió pero volvió casi inmediatamente. Al menos en la zona donde estaban. Encendieron la televisión y nada, de inicio ningún canal mencionaba el suceso, según Diana.
Hacia las 7:15 p.m., relató Diana, empezaron a decir que se había caído un puente por el centro de la ciudad. “No podíamos creerlo”. Al volver a su casa, no había luz.
La energía eléctrica volvió hacia las 9:20 p.m. y antes de las 10 p.m. todos los canales ya daban la noticia: la zona costera había sido la más afectada por el terremoto.
“Dijeron que la gente estaba mal, que los daños habían sido muy fuertes. No nos imaginábamos, pero a medida que fueron dando noticias ya vimos cómo se habían destruido todos los edificios allá”, dijo Diana.
En Madrid, tras la llamada de su novia, Guillermo ya no volvió a dormir.
“Yo ya me metí a internet, ya estaba, ahí empecé a ver que había sido superfuerte, todos los daños que hubo, los lugares donde hubo, el epicentro que fue en Manabí, entre Manabí y Esmeralda, se quedó prácticamente destruida Pedernales, que es una playa ahí en Manabí.
“La mayoría fue en Manabí. En Portoviejo, la capital también se habían quedado edificios, mucha gente debajo de los escombros”.
Inmediatamente, tanto en Ecuador como en España, comenzaron las acciones solidarias con los afectados.
“Fue inmediato, como ya fue lo de las noticias que reportaron los daños y que se iba a necesitar ayuda, fue innato, la gente empezó a llevar donaciones. Fue algo de la gente, se motivó y lo empezó a hacer y fueron algunos días que lo hicieron”, dijo Diana.
“Aquí igual, también la comunidad ecuatoriana empezó a hacer comidas públicas para mandar cosas a la Cruz Roja… Aparte los gobiernos también, el gobierno español enseguida mandó un arsenal de gente para ayudar, mandó comida, se organizaron de esa manera, los consulados aquí también recogían la ayuda”, añadió Guillermo.
Impotencia
Guillermo cuenta que la sensación de impotencia por no poder hacer algo más por su gente lo hizo ponerse a pensar si valía la pena estar tan lejos de su país.
“Claro, yo no podía ayudar, pero aparte personalmente te digo que a mí una de las cosas que te pones a pensar, imagínate que me llaman que ha fallecido alguien, ¿qué hago yo desde aquí? ¿Salgo corriendo? ¿Qué hago? Yo siempre me he preguntado si merece la pena estar lejos y perderme muchas cosas de allí, pero que a mí que me digan que mi abuela o alguien ha fallecido por un terremoto, ¿qué hago yo desde aquí? Eso también te deja pensando”.
Reunión
Guillermo y Diana finalmente se casaron, por poderes, el 2 de junio, como estaba planeado. Posteriormente, él viajó a Ecuador a realizar los trámites necesarios para que ella pudiera trasladarse a España. Después de algunos contratiempos burocráticos, finalmente viajaron juntos a Madrid.
¿La sensación que les queda tras lo ocurrido?
“Yo creo que, a nivel personal, es como ‘el amor lo puede todo’”, dijo Diana.
“Sí, que hemos pasado tantas cosas que ahora la verdad que muy bien, todo lo vemos como todo lo que pasamos pero esto afianza más, eso en lo personal”, agregó Guillermo.
“En cuanto a después de haber pasado eso, ver que tu país haya sufrido algo que no imaginábamos”, añadió Guillermo. “Todo lo que veíamos era lo que pasaba en otros lugares, en Asia, nunca te imaginas que puede pasar en tu país. Cuando ves que sí, das gracias a Dios que primero a nuestra familia no le pasó nada
“Y luego, claro, ver que hay que actuar rápido, tienes que ayudar, eso te deja pensando”.