Abril del 2016: Roger Casas viaja como voluntario de la Cruz Roja a Ecuador, sacudido por un terremoto de 7,8 de magnitud que dejó 671 muertos. Abril del 2017: Roger Casas sufre por no poder viajar como voluntario de la Cruz Roja a Mocoa, ciudad en el sur de Colombia que quedó prácticamente destruida por una avalancha de lodo y piedras que dejó al menos 300 muertos.
La vida de Casas es ayudar. Ayudar a los demás. Aunque eso le haya traído problemas. Como, según él, perder el trabajo.
Pero para entender esos problemas, primero hay que conocer la historia de este hombre.
Roger Casas nació hace 45 años en Ibagué (Colombia). Es profesional en Salud Ocupacional (algo que en otros países se conoce como Seguridad y Salud en el Trabajo) y auxiliar de Enfermería.
Cuando tenía 11 años entró a los Boy Scouts y a los 15, en lugar de dedicarle su tiempo libre a divertirse con otros adolescentes, ingresó como voluntario a la Defensa Civil Colombiana, una organización que con la ayuda de miles de personas atiende emergencias de todo tipo.
“Siempre me ha gustado ayudar a los demás. Siempre ha sido muy importante para mí”, le cuenta Casas a CNN en Español vía telefónica desde República Dominicana, donde trabaja en este momento como paramédico.
Sí, tiene que gustarle mucho, porque en la Defensa Civil duró 17 años. Y luego entró como voluntario a la Cruz Roja, también seccional Colombia. Eso fue hace 12 años.
Trabajo en binomio
El 17 de abril del 2016, a las 9 de la mañana, Casas recibió una llamada de la Cruz Roja. Le preguntaron si estaba listo para viajar en unas horas a Ecuador, sacudido por un terremoto que dejó 671 muertos y más de 80.000 personas desplazadas.
La pregunta no era sólo para él. Incluía a Lenox, un golden retriever con el que ha formado uno de los mejores binomios que hay en Colombia para atender desastres naturales. Un binomio es la pareja que forman un guía –en este caso Casas– y su perro, que previamente tiene que haber sido entrenado y certificado para labores de rescate.
Cuando Lenox llegó a la vida de Casas era “flaco, feo, orejón y patilargo; nadie daba plata por ese perro”, según explica su dueño. Nadie excepto él, por supuesto. Los golden retriever tienen una gran habilidad para las labores de rastreo y Casas, sabiendo eso, comenzó a entrenarlo con paciencia y sacrificio. A los ocho meses, su entrega dio los primeros frutos. Hoy, está certificado nacional e internacionalmente.
“Las entidades no certifican a Roger o al perro sino al binomio, a lo que podemos hacer los dos para ayudar a otros. Somos una fusión, un equipo”, explica el rescatista voluntario.
‘Necesito ayudar a esa gente’
El 17 de abril del 2016, Casas recibió la llamada de la Cruz Roja. “Me llamaron directamente de la Dirección Nacional, en Bogotá. Me dijeron que necesitaban un perro con las características de Lenox, certificado, y al guía de ese perro. Dije que sí inmediatamente”.
Tan pronto colgó, afirma que llamó al gerente de la empresa en la que trabajaba en ese momento prestando servicios de acompañamiento a actividades de alto riesgo. La empresa se llama Hazclean y tiene su sede en Yumbo, muy cerca de la ciudad de Cali, en el suroccidente de Colombia.
“Le expliqué la situación y me dijo que me comunicara con mi coordinadora para avisarle y ver qué actividades había pendientes. Eso hice y, por orden de ella, le envié un correo tanto a ella como al gerente”, explica Casas. “Ni siquiera pedí permiso, sino una licencia no remunerada por ocho días. Yo no quería que me pagaran esa semana, lo que quería era ayudar a esa gente en Ecuador, nos necesitaban”.
Ese domingo, el socorrista voluntario dice que no recibió ninguna respuesta por parte de la compañía. A las 3 de la mañana del día siguiente, emprendió el viaje a Ecuador con Lenox y con otros dos binomios de la Cruz Roja. Cuando llegaron a Pasto, el lunes en la tarde, Casas dice haber recibido una llamada de su coordinadora en la que le preguntaba cómo estaba y el voluntario le decía que en pocas horas se iba a quedar sin señal porque iba a cruzar la frontera.
“Su respuesta fue: “Bueno, que le vaya muy bien y que Dios lo guarde”. Yo entendí eso como un sí, obviamente. Con esas palabras entendí que no había problema y me habían aprobado la licencia no remunerada”, recuerda Casas.
‘Una bebé que podría haber sido mi hija’
Durante ocho días, Roger Casas y Lenox trabajaron de 3 de la mañana a 6 o 7 de la noche, en Canoas, Jama y Portoviejo. Al binomio le asignaban distintas zonas para que las inspeccionaran —barrieran, en el lenguaje de los socorristas— en búsqueda de personas que aún estuvieran vivas bajo los escombros o de cuerpos.
Las jornadas eran intensas, y no solo desde el punto de vista físico. A veces, al mediodía la temperatura podía llegar a 40 grados, afirma Casas. Pero emocionalmente también fueron días agotadores, difíciles.
“En ese momento mi hija tenía un mes de nacida y en una de esas misiones encontré a una bebé sepultada por unos escombros, pero estaba muerta. Todavía lo cuento y se me hace un nudo en la garganta”, narra el socorrista. “Claro, yo inmediatamente lo relacioné con mi niña, eso me impactó muchísimo”.
Durante los ochos días que Casas y Lenox estuvieron en Ecuador no pudieron encontrar sobrevivientes. “El perro sí marcó varios puntos, pero cuando veíamos eran de personas ya fallecidas”. Eso también angustia, dice.
Y está el tema de las réplicas. “Si me pregunta si en algún momento sentí miedo mientras estuve en Ecuador, fue durante cada réplica del terremoto. Eran unos movimientos muy fuertes, nos asustábamos mucho y como estábamos tan cerca de la orilla del mar, daba zozobra porque pensábamos en un tsunami”, explica. En los días que siguieron al terremoto se registraron 3.429 réplicas, de las cuales nueve fueron mayores a 6 grados.
La montaña rusa del regreso
Al volver, Casas vivió una montaña rusa de emociones. Primero, los recibieron como héroes en Cali. Supo qué era ser buscado por periodistas, responder entrevistas. Pero al día siguiente, cuando llegó a su puesto de trabajo, encontró un correo electrónico en el que se le notificaba que le habían suspendido el contrato “por abandono y por incumplimiento”.
“Yo no había podido mirar mi correo corporativo, por razones obvias. Fue muy chocante. Mi trabajo pendiente esos días era entregar unos planes de emergencia que mandé con mi esposa. No entendí nunca porqué incumplimiento. Además, sabían que viajaba a Ecuador por el terremoto para ayudar a otras personas, yo no iba de paseo”, asegura Casas.
Tras varios intentos de comunicarse con la empresa, CNN en Español logró hablar con Andrés Felipe Rendón, quien en el momento del terremoto era gerente de Hazclean y es uno de sus socios.
Según él, Casas sí lo llamó para decirle que le estaban pidiendo que fuera con la Cruz Roja a ayudar a Ecuador tras el terremoto, pero el socorrista se fue sin recibir el permiso y dejó abandonadas varias labores con las que tenía que cumplir la semana que estuvo por fuera, que Hazclean debió cubrir contratando a personal externo e incurriendo en pérdidas.
“Cuando Roger me llama, le digo que hable con la coordinadora para ver qué actividades tenía pendientes. Él le envía un correo, pero al ser fin de semana cuando no trabajamos, solo lo vimos hasta el lunes siguiente. Sí es verdad que la coordinadora lo llamó el lunes y le dijo que ojalá le fuera bien, pero eso de ninguna manera fue una llamada oficial en la que le estuviéramos dando el permiso”, afirma Rendón.
Desde ese momento, el exgerente de la empresa dice que intentaron comunicarse telefónicamente con Casas en varias ocasiones, pero fue imposible porque ya había cruzado la frontera.
“Lo esperamos nueve días. Tenía muchas actividades pendientes, las reasignamos y nos asesoramos con la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), que nos dijo que estábamos amparados por la ley general del voluntariado en Colombia (Ley 1505 del 2012) y nos confirmó que hasta el momento solo había autorizado a tres cuerpos de bomberos para colaborar con la tragedia en Ecuador, no a la Cruz Roja”.
Rendón explica que “puede que la Cruz Roja Internacional sí hubiera enviado voluntarios, pero Roger tenía que regirse por la ley colombiana de voluntariado y la Cruz Roja en Colombia no tenía la autorización para llevar equipos y personal a Ecuador. Él se fue por su cuenta, sin respetar los protocolos a los que debía regirse como voluntario en el país”.
Sobre la licencia no remunerada que Casas dice que solicitó, Rendón afirma que antes de irse jamás mencionó que eso era lo que pedía. “Eso él lo dice después de que llega, no antes. Nunca nos envió un correo diciéndonos que pedía licencia no remunerada”.
Según el exgerente de Hazclean, ese hecho, sumado a quejas previas sobre el trabajo de Casas, llevó a las directivas de la empresa a declararlo “insubsistente”.
‘Hasta la Conchinchina’
Casas no lo duda ni un segundo. A pesar de lo crudo que puede ser enfrentarse de manera voluntaria con la muerte tras un desastre natural que deja solo paisajes apocalípticos, y tras regresar a la vida normal y encontrarse sin trabajo, volvería a alistar las provisiones suyas y de Lenox para salvar vidas. Para salvar a otra gente.
“Si me llaman un día y me dicen que me tengo que ir a la Conchinchina, pues allá llegamos con Lenox”, dice. “Para eso me he preparado toda mi vida”.
Tal vez por eso, le dolió tanto no poder viajar inmediatamente a Mocoa, arrasada el pasado 1 de abril por una avalancha producida por la creciente de tres ríos y que dejó al menos 300 muertos.
“Sé que hubiéramos podido ayudar, pero no podía dejar mi trabajo como paramédico aquí en República Dominicana”, explica. “Es esa locura que tenemos todos los rescatistas de querer ayudar como sea”.
Este artículo fue actualizado una semana después de su publicación, cuando la empresa Hazclean respondió a los llamados de CNN en Español para dar su versión al respecto.