“Cada vez se investiga menos en antibióticos porque es relativamente fácil saber cuántos pacientes fallecen de cáncer, pero es difícil conocer el número de personas que mueren por una infección provocada por un microorganismo multirresistente, ya que no hay registros adecuados”, explica el Dr. José Luis del Pozo, director del Servicio de Microbiología Clínica y del Área de Enfermedades Infecciosas de la Clínica Universidad de Navarra.
El especialista asegura que parte del problema radica en que los laboratorios tardan más de diez años en desarrollar antibióticos nuevos, y es una inversión que les cuesta mucho recuperar porque no son rentables para las compañías. “La situación actual es un callejón sin salida. No es que no tengamos antibióticos nuevos, si no que no hay antibióticos de familias nuevas, tenemos solo mejoras sobre fármacos que ya utilizábamos”.
La resistencia a los antibióticos se produce cuando las bacterias mutan en respuesta al uso de estos fármacos. Estas bacterias resistentes pueden causar infecciones en el ser humano y en los animales, que son más difíciles de tratar que las causadas por microorganismos no resistentes.
“Estamos pagando el precio del mal uso que hemos hecho de los antibióticos en los últimos 25 años. El problema es complejo, porque hasta ahora se decía que hay resistencia porque se venden los antibióticos sin receta en la farmacia, porque los pacientes no completan el tratamiento, porque como los antibióticos los utiliza cualquier especialista, quizá hay especialistas que no tienen el conocimiento adecuado… en realidad se trata de un problema de salud global”, concreta.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha hecho un llamamiento: se trata de una de las mayores amenazas para la salud mundial. De hecho un creciente número de infecciones, como la neumonía, la tuberculosis, la septicemia o la gonorrea, son cada vez más difíciles —y a veces imposibles— de tratar, a medida que los antibióticos van perdiendo eficacia.
Según explica el especialista de la Clínica Universidad de Navarra, “la sociedad no es consciente de que todos los años fallecen pacientes en nuestros hospitales debido a infecciones por bacterias multirresistentes”. Además, este hecho genera mortalidad y complicaciones, y además un gran coste económico porque se prolongan las estancias, se requieren nuevas intervenciones quirúrgicas, más medicación…
El problema radica en que, aunque ha habido un boom de fármacos nuevos para el cáncer o para las enfermedades cardiovasculares, “para las infecciones estamos un poco huérfanos porque el desarrollo de estos fármacos no es tan rentable como el otros (cardiovasculares, oncológicos…)”. Así, la falta de nuevos medicamentos, se une a la escasez de vacunas (que evitan el número de infecciones y por tanto disminuye el uso de antibióticos) y la falta de apoyo por parte de las instituciones para desarrollar programas que prevengan esta situación. La OMS es muy clara: si no se toman medidas urgentes,el mundo está abocado a una era post-antibióticos en la que muchas infecciones comunes volverán a ser potencialmente mortales.
Pero, ¿cuáles son las infecciones más difíciles de combatir? El Dr. Del Pozo explica que las peores son las que se contraen en los hospitales, las llamadas infecciones nosocomiales, es decir, las que ocurren tras complicaciones de una intervención quirúrgica. “Ha mejorado mucho la tasa de vida, los pacientes oncológicos sobreviven más tiempo, y eso hace que tengamos una población de un riesgo especial. A los pacientes con factores de riesgos, en edades avanzadas, cualquier infección puede desestabilizarlos”, añade.
De hecho, las infecciones quirúrgicas, causadas por bacterias que penetran a través de la herida, ponen en peligro la vida de millones de pacientes cada año, y contribuyen a la propagación de la resistencia a los antibióticos.
Según la OMS, en los países de ingresos económicos bajos y medios, un 11% de los pacientes operados sufren infecciones. En África, hasta un 20% de las mujeres sometidas a cesárea sufren infecciones de la herida que comprometen su salud y su capacidad para cuidar a los hijos. Pero las infecciones quirúrgicas no son un problema únicamente para los países pobres. En Estados Unidos, por ejemplo, los pacientes pasan 400.000 días más en el hospital, con un coste adicional de 900 millones de dólares al año.
Otro hecho importante es que las nuevas directrices de la OMS recomiendan que, para prevenir infecciones, solo se utilicen antibióticos antes y durante la cirugía, una medida crucial para detener la propagación de la resistencia a los antibióticos. Al contrario de lo que es habitual, no se debe prolongar el tratamiento con antibióticos.
En definitiva, la resistencia a los antibióticos está poniendo en riesgo los logros de la medicina moderna. Dada la facilidad y la frecuencia con que se desplazan ahora las personas, la resistencia a los antibióticos es un problema de dimensiones mundiales.
“Así, aunque la mayoría de microorganismos multirresistentes se inician en países con recursos sociosanitarios limitados, en cuestión de horas, el paciente puede estar en la otra punta del planeta portando un microorganismo que ya puede haber pasado a otras personas”, concluye.