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'The Economist': Trump tiene ínfulas de rey
02:30 - Fuente: CNN

(CNN) – El presidente de Estados Unidos Donald Trump tiene varias teorías muy heterodoxas sobre política. Pero su hipótesis sobre por qué es malo el ejercicio es la más extraña que he escuchado.

“Aparte del golf, él considera que hacer ejercicio es un error, con el argumento de que una persona, como una batería, nace con una cantidad finita de energía”, escribió Evan Osnos en un artículo titulado “How Trump Could Get Fired” (¿Cómo podría Trump ser despedido?), que apareció el pasado 8 de mayo en la edición de la revista The New Yorker.

No es la primera vez que oímos que Trump y el ejercicio no son amigos. Esto apareció el pasado 6 de febrero, en el medio Axios: “El único ejercicio que Trump hace, de manera ocasional, es jugar golf. E incluso en esos casos suele movilizarse en carrito. Durante la campaña, tomaba sus mítines como una forma de ejercicio”.

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En su libro Trump Revealed (Trump revelado), los periodistas del diario The Washington Post Mike Kranisch y Marc Fisher escribieron de manera más extensa sobre la teoría de la energía de Trump, aquella de la “batería”:

“Después de la universidad, luego de que Trump renunciara a sus intereses atléticos personales, llegó a la conclusión de que el tiempo que pasaba jugando deportes era tiempo perdido. Trump creía que el cuerpo humano es como una batería, con una cantidad finita de energía, que el ejercicio no hace nada más que agotar. Así que no buscó ejercitarse. Cuando supo que John O’Donnell, uno de sus ejecutivos de casino más importantes, entrenaba para la triatlón ‘Ironman’ (Hombre de acero), lo reprendió y le dijo que iba a morir joven por culpa de eso”.

Y luego está este extracto de un perfil sobre Trump que publicó la revista de The New York Times en el 2015: 

“Trump dijo que no seguía ninguna dieta especial y que no hacía ninguna rutina de ejercicios para la campaña. “Todos mis amigos que se ejercitan todo el tiempo necesitan ahora reemplazos de rodillas, reemplazos de cadera, son un desastre”, afirmó. Él se ejercita lo suficiente al pararse frente a una audiencia por una hora, como acaba de hacerlo. ‘Eso es ejercicio’”.

Sus contraproducentes teorías no se limitan al ejercicio. Alguna vez hizo en Twitter una observación sobre las personas que bebían cierto tipo de gaseosa dietética, al escribir que nunca ha visto “a una persona delgada beber Coca Cola dietética”.

La salud de Trump, en términos generales, es un misterio. Aunque a sus 70 años es el presidente de mayor edad en ser elegido para un primer mandato, conocemos muy pocos detalles de su estado de salud.

En septiembre del 2016, el médico personal de Trump, Harold N. Bornstein, publicó una carta que señalaba que los padres de Trump vivieron “hasta los 80 y tantos años y hasta los 90 años”. También aseguró que el entonces candidato presidencial tenía una “excelente salud física”.

Unos meses antes, en diciembre del 2015, Bornstein había escrito otra carta similarmente hiperbólica: “Si el señor Trump es elegido, puedo asegurar inequívocamente que será el individuo más sano en haber sido elegido para la presidencia” de Estados Unidos.

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Aunque la creencia generalmente aceptada entre la comunidad médica es, contrario a lo que opina Trump, que el ejercicio es bueno para la salud, encontré un estudio publicado en el 2015 en la revista Circulation (de la que soy suscriptor, por supuesto), que sugiere que las personas que se ejercitan vigorosamente entre 4 y 7 veces por semana tienen un mayor riesgo de sufrir enfermedades vasculares, comparado con aquellas que se ejercitan vigorosamente solo 2 o 3 veces por semana.

Claro, los hallazgos de esa investigación no aplican para Trump, quien se ejercita cero veces a la semana, a menos de que contemos el tiempo que pasa jugando golf (o algo) durante sus habituales visitas a sus clubes de golf. (La Casa Blanca de Trump se niega a confirmar que juegue golf en esas salidas; este domingo sugirió que el mandatario “podría pegarle a algunas bolas”). Una periodista de The Washington Post escribió en Twitter, por ejemplo, que según el departamento de prensa de la Casa Blanca, Trump se dedicaría a “hacer llamadas, almorzar y tal vez golpear algunas bolas en Virginia”.

Aunque se ha dicho que se siente un poco acomplejado por su peso –Trump mide 1,90 metros y pesa 107 kilos–, hasta donde sabemos, durante la campaña él proclamó con frecuencia lo bueno que era su estado físico, en comparación con el de Hillary Clinton.

“Para derrotar al crimen y al terrorismo islámico radical en nuestro país, para sacar adelante al comercio en nuestro país, se necesita una tremenda fortaleza y resistencia física y mental”, dijo en agosto del 2016. “Hillary Clinton no tiene esa fortaleza ni esa resistencia”.

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En medio de la actual investigación relacionada con Rusia, el despido del director de FBI James Comey y los rumores de una gran reestructuración de personal en la Casa Blanca, la extraña teoría sobre el ejercicio de Trump no es la cuestión más apremiante del día. Pero eso no la hace menos extraña.