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Lo que un reportero encubierto halló en Venezuela
03:22 - Fuente: CNN

(CNNMoney) – La alegría y la tristeza invadieron a Emelina Guerra cuando entró por primera vez a un supermercado de Miami.

Estaba lleno de comida: una escena que ella llevaba sin ver en su país de origen, Venezuela, al menos por los últimos cinco años.

“Estaba muy emocionada porque me di cuenta de que mi familia estaba aquí y por fin lo teníamos todo”, explica Guerra ahogando las lágrimas, mientras recuerda ese momento. La vista del supermercado la hizo sentir agradecida por estar en Estados Unidos, pero también muy triste porque sus padres se quedaron en casa.

Guerra, de 32 años, huyó de Caracas hace apenas dos meses con su hijo de dos años Jesús y su esposo Miguel. Buscaban escapar de la creciente violencia en Venezuela, de su caos político y de la escasez de alimentos, así como de las preocupaciones por la persecución política.

Guerra está considerando solicitar el asilo, pues cree que es la mejor opción de su familia para quedarse en territorio estadounidense.

Si pide el asilo, se unirá a una alarmante tendencia: ahora los venezolanos son los principales extranjeros que están pidiendo el asilo en Estados Unidos, incluso por encima de ciudadanos provenientes de China, México, Guatemala y El Salvador. Esta es la primera vez que los nacionales de Venezuela lideran esta lista.

Guerra, quien tiene un título universitario, dejó atrás el trabajo de clase media que tenía en una oficina de comunicación relacionada con el presupuesto del gobierno.

Llegó a Estados Unidos con pocas maletas, un par de juguetes para Jesús y algunos ahorros que obtuvieron al vender su carro en Miami, que también ayudaron a pagar los boletos para Miami.

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Guerra y su esposo se encuentran desempleados en Florida, sin posibilidad de trabajar hasta que obtengan visas a largo plazo. Por ahora, están en el país con el permiso de turistas.

Más de 14.700 venezolanos buscaron asilo en el año fiscal de 2016, lo que representa un incremento del 160% en comparación con 2015, cuando apenas 5.605 nacionales de ese país aplicaron para el refugio.

Y, apenas a la mitad del actual año fiscal, las solicitudes se dirigen a duplicarse de nuevo y están muy por encima de China, que está en el segundo lugar, según datos del Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos (USCIS, por sus siglas en inglés).

Una de cada cinco personas que solicitan el asilo, en este año fiscal, es venezolana.

Patricia Andrade, quien dirige la organización de voluntarios la Fundación Venezuela Awareness en Florida, está abrumada por la ola de personas que están llegando del país. La organización entrega ropa donada, utensilios de cocina y otros elementos esenciales a los nuevos refugiados venezolanos.

Andrade reveló que en 2014, justo antes de que la crisis empeorará gravemente, recibía una que otra llamada ocasional de una familia recién llegada pidiendo ayuda. Ahora atiende a 30 familias por semana, todas pidiéndole cualquier cosa que les pueda proporcionar.

Patricia Andrade, quien dirige la Fundación Venezuela Awareness en Florida, con dos niños que llegaron recientemente a Estados Unidos provenientes del país latinoamericano.

La semana pasada, Andrade trasladó el centro de donaciones a un espacio de almacenamiento más grande en Doral, Florida, para poder atender el creciente número de venezolanos que llegan con muy poco, con algo de ropa y títulos universitarios.

Andrade ayuda a las familias con lo básico: platos, ropa, toallas, ropa de cama, utensilios, ollas y sartenes.

“Ellos nunca se imaginaron que pudieran terminar en esa situación de estar pidiendo donaciones”, explica Andrade, quien se mudó a Estados Unidos desde Venezuela a principios de la década de 1980 para casarse con su esposo que estudiaba en el primer país. “Necesitaban sobrevivir y por eso se fueron”, insiste.

Los venezolanos están abandonando un país que rápidamente llegó a convertirse en un caos. Mientras crece la escasez de alimentos y medicinas, las protestas contra el presidente Nicolás Maduro se han extendido por tres meses y dejando casi 50 personas muertas. Recientemente, un tanque de la Policía atropelló a manifestantes y el fin de semana pasado un hombre fue quemado vivo en medio de una protesta.

El presidente de Estados Unidos Donald Trump lamentó la crisis el pasado jueves.

“Lo que está sucediendo es realmente una desgracia para la humanidad”, aseguró el mandatario en la Casa Blanca.

Buena parte de la crisis venezolana se debe a un colapso económico sin precedentes. Se espera que el desempleo alcance el 25% este año, mientras que la inflación podría dispararse más de 1.100%, según el Fondo Monetario Internacional.

Ante estos hechos, los venezolanos están huyendo a cualquier parte menos a casa. Además de Estados Unidos, estos ciudadanos llegan a España, Colombia, Brasil y Argentina, donde las barreras del idioma son pocos y la entrada es más fácil.

Según Tomás Páez, experto en inmigración de la Universidad Central de Venezuela, cerca de dos millones de venezolanos han salido del país desde 1999, cuando un régimen socialista tomó el poder. Al igual que Estados Unidos, Europa y Sudamérica también están viviendo enormes escaladas en los números de refugiados venezolanos, hechos que apoyan los hallazgos de Páez.

Para cuando salió de su país en marzo, Guerra ganaba 98.000 bolívares al mes, un poco más del salario mínimo en ese entonces que equivalía a unos 26 dólares. Y sostiene que los trabajadores en todas las entidades estatales se vieron obligados a asistir a marchas políticas o podrían estar arriesgando su trabajo.

En Caracas, Guerra y su familia usualmente vivían sin leche, arroz y otros alimentos esenciales, debido a la escasez de comida y a los altos precios.

Guerra acudió al centro de donación de Andrade cuando ella y Miguel llegaron a Florida. Andrade les dio ropa y juguetes a Jesús, su hijo, que es el principal motor detrás de la decisión que tomó la pareja para salir de Venezuela.

La familia vive con el hermano de Miguel y su familia en Medley, Florida, justo fuera de Miami. Es una casa llena: nueve personas bajo un mismo techo, incluyendo los niños de todos, un primo y su marido.

Por ahora, Guerra está feliz y mantiene la esperanza de que su hijo tenga una vida mejor, libre de la violencia en Caracas.

Ahora espera encontrar pronto cursos de inglés asequibles para poder comenzar una nueva vida en Estados Unidos.

“No me imagino regresando”, concluye.