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¿Qué peligro representa el desprendimiento del gigantesco iceberg?
05:50 - Fuente: CNN

(CNN Español) – Era su cumpleaños número 38. Eric Dorado abría sus ojos por primera vez en el fin del mundo. En el confinamiento de la Antártida, se despertaba a unos 1.300 kilómetros del polo sur, lejos de sus familiares y amigos, pero con otros 17 hombres que se serían familia en la aventura que cambiaría su vida.

El 20 de diciembre de 2011, Eric Dorado, un capitán del Ejército Argentino, se despertaba como jefe de la base Belgrano II, la más austral de las 13 bases que Argentina tiene en la Antártida. Allí 18 hombres trabajan de día y de noche en el último lugar donde se registra tierra firme.

“Llegué en una época del año en que eran las 2 a.m. y el sol estaba arriba, eran las 3 a.m. y el sol arriba, las 5 de la tarde y el sol también arriba. Por la situación geográfica donde se encuentra, el sol daba vueltas sobre nuestra cabeza”, recordó Dorado en conversación con CNN en Español desde Buenos Aires.

Tres vuelos hicieron falta para trasladar a Dorado desde Buenos Aires hasta la base. “Estar ahí fue totalmente asombroso, hermoso, sorprendente, con todos los calificativos que uno pueda ponerle”, explica emocionado. “Y uno pisa y es todo hielo y no hay tierra”.

El clima

En la base Belgrano II, hay cuatro meses de noche y cuatro de día. El resto de los meses se reparte similar a un día convencional en el resto del mundo, dice Dorado. Según explica la Fundación Marambio, otra de las bases principales en el continente blanco, las temperaturas oscilan entre los -2ºC y los -54ºC, y  durante lo conocido como la ‘noche polar’ se observa una gran cantidad de auroras.

Cortesía: Eric Dorado

Belgrano registra las temperaturas más bajas de todas las bases antárticas argentinas. En su primera estadía, Dorado tuvo que soportar temperaturas de -47 grados celsius, que se tradujeron en -60 de sensación térmica, debido a los grandes vientos que corren en el área.

“(El frío) es el peor enemigo para todo, para el material, para el equipo que uno usa, para uno mismo con el cuerpo. Una mano que quede al aire libre diez minutos con esa temperatura, ya seguramente algún dedo perdés…”.

Cortesía: Eric Dorado

El traslado

Dorado llegaba para ser jefe de base por un año sin posibilidad de arrepentirse. En la base Belgrano II “no hay escapatoria”.

“Uno va en verano y vuelve en verano. Al estar tan aislada del mundo, no hay ni avión ni barco que llegue en épocas invernales, por eso se manda gente joven, en buena salud, que no tengas problemas - explica Dorado y agrega - porque no hay forma de que durante el año lo puedan evacuar si hay alguna emergencia”.

Es que el confinamiento de la Antártida no es para cualquiera. Casi como si fuera un astronauta que quiere ir al espacio, los postulantes deben pasar exámenes físicos, psicológicos y hasta personales. “Siempre se manda gente que sea joven porque demanda mucho esfuerzo físico y que no tenga problemas familiares”, explica el capitán y agrega que estar aislado allí complicaría por ejemplo una situación de separación de pareja por ejemplo.

Durante el período que Dorado estuvo en la base Belgrano II, se albergaba en un alojamiento compartido a 18 hombres de entre 43 y 19 años: un médico, un enfermero, un carpintero, dos mecánicos, dos hombres que patrullaban, dos meteorólogos, tres científicos, y el que él considera fundamental, un cocinero.

Cortesía: Eric Dorado

La comida

“Un buen cocinero es el espíritu de la base (…) El cocinero siempre tiene algo rico y calentito para recibirte, y eso levanta el espíritu de la gente”, cuenta Dorado.

Es que la comida es otro de los grandes temas en la Antártida. Según explica el capitán, se lleva comida para 12, 14 meses y se racionaliza por mes en una cueva de 526 metros de largo. Allí se guardan carnes congeladas, conservas y verduras y frutas congeladas y en lata.

“La comida es la misma(…) la milanesa napolitana con papas fritas se come igual. No es que vamos con lo justo y pasamos hambre. Al contrario, hay épocas del año en que algunos ya dejan de cenar porque ven que comienza a crecer la barriga por la poca actividad que uno hace, uno no puede salir a correr, a hacer deporte”.

La convivencia

En estas situaciones, Dorado explica que algo tanto o más fundamental que la comida, es la buena convivencia y la sana camaradería.

Para ello se organizan las “tareas del hogar” y también disfrutan de la compañía. Para pasar el rato, las bases están equipadas con cartas para torneos de truco, juegos de mesa, Play Station y hasta mesas de ping pong, pool y metegol.

Para él, “al que fue, y le fue bien, la termina amando (la Antártida) y vuelve”.

Tal fue su amor por el continente blanco que desde aquel 2011 ha regresado constantemente para diferentes temporadas. La última fue el año pasado a Base Esperanza, la base argentina más grande con 54 personas, incluyendo hombres, mujeres, familias y niños, donde hasta funciona una escuela con una pareja de maestros para los más pequeños.

Cortesía: Demian Cichirillo

Esta vez, cambió el alojamiento general de 18 hombres, por la privacidad de las casitas de Esperanza. Un lugar, que por albergar familias, cuenta con diferentes casas para resguardar la intimidad de cada una. Le tocó compartir alojamiento con Demian Cichirillo, el odontólogo antártico argentino de 28 años, el único en todas las bases y quien, ese año, atendió a todas las personas que habitan las bases de ese país.

Para su compañero, la Antártida fue un escape.

“Esperanza es como una vecindad. La vida dentro de todo es tranquila, estas aislado de la problemática del día a día de Capital Federal o de cualquier ciudad. Es otra cosa”

Cortesía: Demian Cichirillo

Su función era el cuidado dental de la gente que vive en la Antártida. Cuenta que llegó y en dos semanas revisó las bocas de todos, les hizo limpiezas, sacó caries y puso coronas. También les enseñó a los niños de la base a lavarse los dientes. Juntos compartieron viernes de pizza, cumpleaños y la Navidad. “Eran las doce de la noche, estábamos brindando y era como si fuesen las 6 a.m., casi de día,” cuenta sobre la Navidad del 2016.

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Vivir en la Antártida

Para la subsistencia de la comunidad, se dividen en comisiones que realizan tareas comunes además de las específicas de cada uno.

Obtención del agua: El agua no se lleva en aviones, se produce del mismísimo hielo antártico. Todos los días, un grupo designado sale a buscar el hielo que luego se filtra para hacerlo potable y para el propio consumo.

Tratamiento de residuos: La basura vuelve con ellos. “Los residuos se clasifican en 4 grupos, se preparan y eso se regresa al continente, no queda nada en la Antártida. Uno va genera ese basura y se vuelve con la basura, no se deja nada, se trae todo devuelta”, explica Cichirillo.

Mantenimiento de motores: Son los que nos dan la energía eléctrica que es el corazón de la base. La energía proviene de gasoil antártico que soporta las bajas temperaturas.

Cortesía: Eric Dorado

“A mi me ha marcado mucho la experiencia de haber convivido con la gente que ha estado ahí, aprender a valorar cosas que por ahí uno en otro momento de su vida no valora. A saber lo que es el sacrificio para obtener algo tan simple como el agua. Uno deja muchas cosas, deja su familia, amigos, novias, esposas, para ir a estar ahí. Tiene sus beneficios, y a lo largo tiene sus recompensas”, dijo Eric Dorado.

“Una vez que uno va, te pica un bichito que te pide volver. Paisajes increíbles, amaneceres increíbles, atardeceres increíbles, la noche toda estrellada no hay una sola luz…Una experiencia inigualable, un lugar único que volvería sin duda. Tenés que vivirlo para entenderlo, es raro,” concluyó el odontólogo Cichirillo.

El objetivo de las bases antárticas es dar apoyo logístico a todas las actividades científicas. A tal fin, hombres y mujeres trabajan para continuar la exploración y el conocimiento del continente blanco. Aquellos que quieran formar parte de la experiencia deben ser argentinos o naturalizados argentinos, y tomar la decisión en conjunto. “Uno mismo debe estar convencido, y que la pareja, la familia, lo apoye a uno porque no es fácil, la verdad no es fácil”.

Cortesía: Eric Dorado