(CNN) – La mujer se reunió con un pequeño grupo de monjas y sacerdotes, dentro de la capilla de una casa. Cuando los padres comenzaron a rezar, la mujer entró en un trance y luego volvió a la vida.
Habló en múltiples voces. Una era profunda, gutural y masculina. Otra era aguda. La tercera espetó palabras sólo en latín. Cuando alguien roció agua ordinaria sobre ella, la mujer no reaccionó. Pero cuando se usó agua bendita, los gritos fueron dolor. “Déjenla en paz, pu*** sacerdotes”, gritó la voz gutural. “Lo lamentarán”, sentenció.
Probablemente ya has visto esta escena: un alma corrompida por Satanás, un sacerdote agitando un crucifijo sobre una mujer que gruñe. Películas y libros han imitado exorcismos tantas veces, que terminaron por convertirse en cliché. Pero esto fue un exorcismo real y, además, incluyó a un personaje que no suele aparecer en el tradicional guión de expulsar al diablo de un cuerpo.
El doctor Richard Gallagher es un psiquiatra educado en la Ivy League, certificado, que enseña en la Universidad de Columbia y en el Colegio Médico de Nueva York. Pero también hacía parte del equipo que trató de ayudar a la mujer.
Combatir a los enviados de Satanás no hizo parte del plan profesional que imaginó Gallagher mientras estudiaba medicina en Yale. Él sabía sobre los relatos bíblicos que retrataban la posesión demoníaca, pero pensó que eran un intento de la cultura antigua por lidiar con los trastornos mentales como la epilepsia. Se llama a sí mismo, con orgullo, un “hombre de ciencia”.
Aún así, ahora, es algo más: es el hombre al que acuden por ayuda los miembros de una extensa red de exorcistas en Estados Unidos. Él sostiene que la posesión demoníaca es real. Ha visto la evidencia: las víctimas de repente hablan un latín perfecto, los objetos sagrados salen volando de los estantes, los “poseídos” despliegan un “conocimiento oculto” sobre cosas personales o secretos de los allí presentes que no tendrían por qué saber.
Gallagher se define como un “consultor” de posesiones demoníacas. Durante los últimos 25 años, ha ayudado al clero a distinguir entre la enfermedad mental y lo que él llama “lo real”. Calcula que ha visto más casos de posesión que cualquier otro médico en el mundo.
“Cada vez que necesito ayuda, lo llamo”, confiesa el reverendo Gary Thomas, uno de los exorcistas más famosos de Estados Unidos. La película “El Rito” está basada en el trabajo de Thomas.
Gallagher es un hombre grande, alto, que alguna vez jugó baloncesto semiprofesional en Europa. Tiene una actitud brusca. Y cuando habla de posesión, suena como si estuviera describiendo el crecimiento de las algas: su tono es seco, clínico, como si estuviera relatando hechos. La posesión, dice, es rara, pero real.
Sin embargo, algunos críticos señalan que Gallagher terminó poseído por sus propios delirios. Para ellos, todo lo que él ha visto son trucos baratos de personas que tal vez podrían necesitar terapia, pero ciertamente no un exorcismo.
Sin embargo, uno de los misterios más grandes sobre el trabajo de Gallagher no es lo que ha visto. Es cómo evolucionó a este punto.
¿Cómo resulta un “hombre de ciencia” arrastrado al mundo de la posesión demoníaca? Su respuesta es breve: se encontró con una reina de Satanás.
Un encuentro “espeluznante” con el mal
Era una mujer de mediana edad que llevaba ropa oscura y sombra de ojos negra. Podría ser encantadora y atractiva. También hacía parte de un culto satánico.
Se llamaba a sí misma la reina del culto, pero Gallagher la llamaba “Julia”, el seudónimo que decidió ponerle.
La mujer había abordado a su sacerdote local, convencida de que estaba siendo atacada por un demonio. El religioso la refirió a un exorcista, quien a su vez se acercó a Gallagher para una evaluación de salud mental.
Sin embargo, ¿por qué un devoto del diablo querría librarse de él?
“Ella estaba en conflicto”, explica Gallagher, “había una parte de ella que quería liberarse de la posesión. Ese fue uno de los primeros casos que tomó. Y lo cambió. Gallagher ayudó a conformar un equipo de exorcismo, que finalmente conoció a Julia en la capilla de una casa.
Los objetos salían volando de los estantes a su alrededor. Ella, de alguna manera, conocía detalles personales sobre la vida de Gallagher: cómo su madre había muerto de cáncer de ovario, que en su casa dos gatos lucharan frenéticamente entre sí la noche anterior a una de sus sesiones.
Julia encontró una manera de alcanzarlo, de llegarle, incluso cuando ella no estaba con él, recuerda Gallagher.
Una noche, cuando hablaba por teléfono con el sacerdote de Julia, los dos oyeron una de las voces demoníacas que ella emitía durante sus trances, aunque ella no se encontrara cerca de un teléfono y estuviera a miles de kilómetros de distancia.
Él dice que nunca tuvo miedo.
¿Cómo un científico cree en los demonios?
Pero Gallagher también insiste en que está del lado de la ciencia.
Al crecer en una gran familia irlandesa y católica en Long Island, él no pensaba mucho en historias de posesión. Pero cuando casos como los de Julia le siguieron llegando en su trayectoria profesional, sostiene, sus puntos de vista tenían que evolucionar. “No creo en esto porque soy católico. Trato de seguir la evidencia”, afirma.
Gallagher creció en una casa donde la fe se tomaba en serio. Su hermano menor, Mark, recuerda que Gallagher era un prodigio académico con memoria fotográfica, que quería usar su fe para ayudar a la gente. Su madre era una ama de casa y su padre, un abogado que había luchado en la Segunda Guerra Mundial. Según Mark, su padre les enseñó a regresar todo lo que les había sido dado.
Las dos maneras de devolver que tiene Gallagher –ayudando a los enfermos mentales así como los poseídos– pueden parecer opuestas. Pero no necesariamente para aquellos en la Iglesia Católica. El catolicismo contemporáneo no ve la fe y la ciencia como contradictorias. Sus líderes insisten en que la posesión, los milagros y los ángeles existen. Pero el calentamiento global es real, también lo es la evolución, y los milagros deben ser documentados con rigor científico.
El énfasis de la iglesia en la fe y la razón puede verse incluso en el nacimiento de su ritual de exorcismo.
El Rito del Exorcismo fue publicado por primera vez en 1614 por el Papa Pablo V, con el objetivo de apaciguar una tendencia de laicos y sacerdotes que realizaban exorcismos apresuradamente sobre personas que creían estaban poseídas, como las víctimas de la peste bubónica, describe el reverendo Mike Driscoll, autor del libro Demons, Deliverance, Discernment: Separating Fact from Fiction about the Spirit World.
“Una línea (en el rito) afirma que el exorcista debe distinguir entre la posesión demoníaca y la melancolía”, afirma Driscoll. “La iglesia sabía entonces que había problemas mentales y dijo que el exorcista no debería tener nada que ver con la medicina. Eso debería dejársele a los doctores”, insiste.
Doctores como Gallagher, tal vez, quien también asegura que hay algunos psiquiatras y profesionales de salud mental que creen en estas cosas. Entre ellos está el doctor Mark Albanese, quien estudió medicina en Cornell, es amigo de Gallagher y ha practicado la psiquiatría durante décadas. En una carta a la revista católica New Oxford Review, Albanese afirma que hay una creciente creencia entre los profesionales de la salud de que la dimensión espiritual de un paciente debe tenerse en cuenta en el tratamiento, se esté de acuerdo o no con ellas.
Algunos psiquiatras incluso han hablado de añadir un diagnóstico de “trance y trastorno de posesión” al DSM, el principal manual para los trastornos mentales, utilizado por los profesionales de la salud mental en Estados Unidos. El doctor Jeffrey Lieberman, un psiquiatra especializado en esquizofrenia, llegó a una conclusión similar después de haber tenido una experiencia desconcertante con un paciente.
Lieberman, director del Instituto Psiquiátrico del Estado de Nueva York, dice que él y una terapeuta familiar fueron invitados a examinar a una mujer joven que, algunos creían, estaba poseída. Él y su colega intentaron tratar a la mujer durante varios meses, pero se dieron por vencidos porque no tuvieron éxito.
Sin embargo, algo ocurrió durante el tratamiento y todavía no puede explicar. Lieberman relata que después de las sesiones con la mujer, cuando llegaba a su casa en la tardes, las luces se apagaban solas, las fotografías y piezas de arte se caían de los estantes y él sentía un dolor de cabeza penetrante. Cuando le mencionó esto a su colega un día, su respuesta lo aturdió: ella había estado teniendo las mismas experiencias.
El trágico caso de la verdadera Emily Rose
Si quieres saber por qué tantos científicos y médicos como Lieberman son cautelosos a la hora de legitimar la posesión demoníaca, ten presente un nombre: Anneliese Michel. Michel fue víctima de uno de los casos más famosos del exorcismo contemporáneo, la Emily Rose de la vida real.
Era una mujer alemana y católica que murió de inanición en 1976, después de 67 exorcismos en apenas nueve meses. El diagnóstico fue epilepsia, pero ella y sus padres devotos creyeron que estaba poseída.
Ls autoridades más tarde determinaron que fueron los papás de Michel y dos sacerdotes los responsables de su muerte. Fueron sometidos a un juicio por asesinato y declarados culpables de homicidio negligente.
Uno de los principales profesionales escépticos al exorcismo –y también importante crítico de Gallagher– es Steven Novella, neurólogo y profesor de la Escuela de Medicina de Yale.
En un blog, Novella scribió una extensa publicación refutando la experiencia de Gallagher con Julia, la sacerdotisa satánica. Según su análisis, la mujer probablemente realizó una “lectura en frío” de Gallagher. Se trata un viejo truco de adivinos y médiums, en el que ellos usan declaraciones vagas y de tanteo para hacer conjeturas ingeniosas sobre alguien. (Adivino: “Veo una tragedia reciente en su familia”. Cliente: “¿Quieres decir que mi hermana que se lastimó en un accidente de coche? ¿Cómo lo sabías?”).
“Un paciente puede memorizar frases en latín para decir durante una de sus posesiones”, escribió Novella. “¿Ellos estaban conversando en latín, entendían el latín, o hablaban latín?”, remató.
En una entrevista, Novella fue más lejos y criticó a cualquier terapeuta que cree en los delirios de su paciente. “Lo peor que se puede hacer a un paciente delirante es confirmar sus delirios”, sentenció Novella, quien fundó la Sociedad Escéptica de Nueva Inglaterra. “El objetivo principal de la terapia es reorientarlos a la realidad. Decirle a un paciente que está luchando que tal vez está poseído por un demonio es lo peor que puede hacer”, insistió.
El sacerdote Driscoll, quien escribió un libro sobre posesión, no es un escéptico como Novella. Sin embargo, reconoce que no es raro que las personas que consumen drogas o que sufren episodios psicóticos muestren una fuerza anormal. “Cuando una persona no tiene miedo y no está en su sano juicio y no se preocupan por lastimarse a sí mismos o lastimar a otros, se pueden ver las cosas desgarradoras”, sostuvo.
Gallagher sostiene que para él su trabajo con los poseídos es una extensión de sus responsabilidades como médico. “No me propuse como voluntario para esto”, aclara. “Entré porque diferentes personas en las últimas décadas se dieron cuenta de que estaba abierto a este tipo de cosas. Las referencias son casi invariablemente de sólo sacerdotes.No es como que alguien entre a mi oficina y yo diga, ‘Usted debe estar poseído’”.
¿Qué pasó con la reina de Satanás?
Gallagher explica que muchas personas a las que ha ayudado le han agradecido a lo largo de los años. Pero cuando se trata de dejar que un periodista hable con cualquiera de ellas, él guarda su privacidad celosamente. Pero con Julia es diferente.
Ella le dio permiso para contar su historia. Pero no tiene un final feliz.
Él y un equipo de exorcistas continuaron tratándola. Sin embargo, con el tiempo ella interrumpió las sesiones.
Era demasiado ambivalente. Incluso disfrutó de algunas de las habilidades que mostró durante sus trances. Ella estaba “jugando a ambos lados”.
“El exorcismo no es una especie de encantamiento mágico”, señala Gallagher. “Normalmente, una persona también tiene que hacer sus propios esfuerzos espirituales sinceros”.
Un año después de que ella terminara con las sesiones, cuenta Gallagher, oyó de nuevo la voz de Julia en el teléfono. Esta vez, había llamado para decirle que se estaba muriendo de cáncer.
Gallagher dice que se ofreció a ayudarla con un equipo de sacerdotes, mientras aún estaba capacitada físicamente, pero su respuesta fue concisa:
“Bueno, voy a pensarlo.”
Dice que nunca volvió a oír de ella.
Inevitablemente, habrá otros. Su teléfono sonará. Un sacerdote le contará una historia. Un equipo de clérigos y monjas serán convocados. Y el hombre de ciencia volverá a entrar en el mundo oculto del exorcismo.