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El terrorismo golpea a Londres otra vez
03:25 - Fuente: CNN

Nota del editor: Shashank Joshi es investigador sénior del Real Instituto de Servicios Unidos de Londres. Antes fue investigador asociado del Programa del Carácter Cambiante de la Guerra de la Universidad de Oxford y becario de la Universidad de Harvard. Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen exclusivamente al autor.

(CNN) – La bomba del viernes pasado en Londres marca un año de crecimiento del terrorismo en Gran Bretaña, tras un largo periodo de relativa calma.

Es el quinto ataque terrorista en Inglaterra en 2017, tras los tres incidentes de Londres y el de Manchester, entre marzo y junio, que suman 36 muertos.

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Por supuesto, sigue siendo una cifra pequeña si se compara con las campañas del Ejército Republicano Irlandés (IRA) que dejaron miles de muertos en toda Irlanda y en Inglaterra en las décadas de 1970 y 1980. Aun así, hay que devolverse 15 años, cuando la gran ola de ataques con bomba del IRA en 1992, para encontrar un año con tantos ataques como este.

Para los británicos, que tenían razón de sentirse aislados de la reciente ola terrorista en Europa continental, se trata de algo profundamente preocupante.

Este periodo incluye tanto ataques de extrema derecha –como el asesinato de Jo Cox, un miembro del Parlamento británico– como ataques de radicales islamistas, como la bomba en el Manchester Arena.

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Además, se produce en medio de un ambiente desafiante para los agentes de inteligencia y las fuerzas policiales. Según las autoridades, un récord de 379 personas han sido arrestadas por delitos relacionados con terrorismo en los últimos 12 meses, hasta junio pasado, un aumento del 68% frente al año anterior.

Además, mientras desde el 2013 se frustraron 19 ataques terroristas, desde marzo se han desactivado seis; en promedio, uno por mes.

Una razón del recrudecimiento de la actividad terrorista y de las capturas relacionadas con estos hechos es el ambiente internacional. En junio del 2014, la mitad de los casos del MI5, la agencia nacional de inteligencia, involucraba a británicos que habían viajado a Siria a luchar junto con ISIS y otros grupos radicales.

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Información más reciente sugiere que entre la mitad y las tres cuartas partes de los 850 británicos que han hecho ese viaje, han abandonado desde entonces el campo de batalla. Eso significa que más de 200 combatientes todavía no han vuelto. Y dado que ISIS perdió el control de varias ciudades en Iraq y Siria y su llamado califato se desmorona, el flujo de sus miembros hacia Europa puede aumentar.

El MI5 –con cerca de 4.000 empleados– tiene a más de 3.000 personas que son “sujetos de interés”. De ellos, solo unos 500 están bajo investigación y un grupo mucho más pequeño está bajo estricta vigilancia.

Sería muy caro, increíblemente exigente y políticamente muy difícil mantener esta vigilancia permanente a miles de sospechosos. Se necesitan al menos 24 personas por sospechoso, lo que sumaría más de 72.000 empleados, casi el mismo número de soldados de todo el Ejército británico. De hecho, ninguna democracia moderna puede tolerar unas fuerzas de seguridad tan excesivas e invasivas.

E incluso si eso fuera posible, debemos recordar que de todos modos los atacantes de este año –en Manchester y en los puentes de Westminster y Londres– no eran vigilados, pues estaban en una categoría más grande (de unas 20.000 personas) de individuos que en el pasado fueron sujetos de interés pero dejaron de serlo y, en algunos casos, eran completamente desconocidos para las autoridades.

Además, casi todos los incidentes terroristas de este año han involucrado medios de ataque muy sencillos y poco sofisticados, como coches y camionetas y, en el caso del intento de este viernes, lo que parece ser un artefacto explosivo rudimentario.

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En Gran Bretaña hay una ley sobre control de armas muy estricta y, gracias a que los británicos viven en una isla, tienen un mejor control fronterizo de flujo de armas, comparado con otros Estados europeos. Pero ISIS exhorta a sus seguidores a realizar ataques que no necesitan mucha tecnología.

Otro dato a tener en cuenta es que, al menos en tres casos, el atacante operó solo. Todos esos factores hacen que sea más difícil para las agencias de inteligencia detectar posibles ataques.

El desafío para los policías y los espías británicos es priorizar entre un gran número de amenazas, aceptando que siempre es posible que algunas se cuelen entre las grietas.

También deben enfrentar el amplio ambiente ideológico en el que se produce la radicalización, y el contexto internacional que permite que los terroristas busquen entrenamiento, contactos e inspiración de otros países.

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Contrario a lo que dijo el presidente Donald Trump horas después del ataque en la estación Parsons Green, Gran Bretaña ha sido “proactiva” en estas áreas. El presupuesto anual de la policía antiterrorista creció un 10% entre 2016 y 2017, y las agencias de inteligencia contratarán a 1.900 personas más para 2021.

Como dijo el jefe del MI5 Andrew Parker, este es un “desafío generacional” que durará los años siguientes.