CNNE 455049 - 455048
Ráfagas interminables: así se vivió el tiroteo en Las Vegas
01:25 - Fuente: CNN

Nota del editor: Marc J. Randazza es abogado de First Amendment y socio de Randazza Legal Group. Síguelo en Twitter en @marcorandazza y lee sus publicaciones académicas aquí. Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen solamente al autor.

(CNN) – Me desperté el lunes en la mañana seguro en mi cama en Las Vegas, pero un poco enojado por el sonido del teléfono. Y entonces, escuché los detalles. Un tiroteo masivo, muchos muertos y muchos más heridos. La motivación [del atacante] era desconocida.

Esto me llevó a una sensación conocida. Cuando los hermanos Tsarnaev atacaron la maratón de Boston, atacaron mi casa. Lo hicieron para tratar de hacernos sentir inseguros en un evento que une a esa gran ciudad.

Stephen Paddock, atacante de la masacre de Las Vegas.

Cuando animales subhumanos atacaron las oficinas de Charlie Hebdó en París, atacaron algo cercano a mi corazón: la libertad de expresión. Su intento era tratar de hacernos sentir con miedo de usar esa libertad. Cuando Dylan Roof, un hombre blanco, mató a ocho feligreses negros y a su pastor en una iglesia en Charleston, trató de hacernos sentir que no podíamos vivir juntos.

Y aunque las motivaciones de Stephen Paddock, el sospechoso muerto de la masacre en Las Vegas, son desconocidas, seguramente no fueron simplemente personales. Nadie dispara miles de veces desde la ventana de un hotel a una multitud de personas sin un motivo.

El terrorismo se ha vuelto algo normal para nosotros. Los tiroteos masivos ocurren todo el tiempo en Estados Unidos, y aún así no tenemos ni idea de cómo prevenirlos.

La mañana del lunes, con la sangre de las víctimas aún en el suelo, las personas saltaron a politizar el evento. Aquellos cuyo interés es la identidad racial señalaron el color de la piel del tirador (él era blanco) y la diferente respuesta que el ataque habría tenido si su color de piel hubiera sido más oscuro.

Algunos pueden asegurar que el tirador estuvo motivado por la animosidad anti-Trump, y que un asaltante con intenciones asesinas podría encontrar más partidarios de Trump en un concierto de country que en cualquier otro lado.

Los activistas que están contra las armas de fuego criticaron un proyecto de ley que avanza en la Cámara de Representantes que podría suavizar las normas para la compra de silenciadores para armas, asegurando que si Paddock hubiera tenido un silenciador, mucha más gente habría muerto.

La pregunta hoy es, ¿qué hacemos? ¿Qué cambiamos?

Yo digo: No cambien nada.

No hagan nada, sino llorar, cuidar e investigar. Sí, en algún momento este evento guiará la forma en que nos comportamos. Pero no será hoy mismo.

Encuentro muy difícil de creer que el supuesto tirador haya actuado solo. Y si hubo cómplices, quiero saber quiénes fueron y por qué lo ayudaron.

Pero no quiero caminar en medio de más detectores de metal, o luchar con otras infracciones a mis libertades como consecuencia de este evento. Demasiado a menudo, de hecho, cada vez que este tipo de cosas suceden, la respuesta es que debemos controlar nuestras libertades.

Déjenme recordarnos que aquellos que mataron a víctimas inocentes no lo hicieron simplemente porque los quisieran muertos. El terrorismo se trata de matar a unos pocos para golpear a muchos. El terrorismo es una manera de activismo que va junto al narcisismo.

El atacante, de una manera enferma, pudo haber pensado que él estaba haciendo la diferencia, que estaba cambiando algo.

¿Será que pretendía darle paso a una reducción adicional a nuestras libertades? No lo sé. Lo que sí sé es que entregándolas no vamos a tener de vuelta a los al menos 58 muertos que dejó el tiroteo.

Durante algún tiempo, Paddock tendrá la medalla de oro de los tiroteos masivos en Estados Unidos. Pero dejemos que ese sea su único legado. No sucumbamos al narcisismo de este acto y al deseo de asustarnos.