Washington (CNN) – La resistencia del Congreso de Estados Unidos a aprobar cualquier tipo de medidas de control de armas no tiene sentido.
Cosas como terminar con la venta de armas por parte de entes privados o prohibir que las personas con enfermedades mentales compren armas son apoyadas por grandes mayorías de republicanos y demócratas.
En una encuesta de la Universidad de Quinnipiac realizada en junio pasado, el 94% de los estadounidenses apoyó la idea de que todas las compras de armas estén sujetas a la revisión de antecedentes, incluyendo el 92% de las personas que viven en casas donde hay armas.
Una encuesta del Centro Pew realizada también a mediados del año mostró que el 89% de los dueños de armas y el 89% de quienes no tienen armas apoyan la prohibición de vender armas a enfermos mentales.
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Normalmente, en temas en los que 9 de 10 estadounidenses están de acuerdo, el Congreso encuentra una forma de actuar. Después de todo, el trabajo de los congresistas, a grandes rasgos, es representar los intereses de los ciudadanos. Y, hablando en los términos políticos más crudos, hacer algo que el 90% o más de la población quiere es una movida inteligente.
Entonces, ¿por qué no se han aprobado en el Congreso grandes o incluso pequeños controles a la venta de armas, desde la prohibición de las armas de asalto, a mediados de los años 90? ¿Y por qué, después de la masacre en la discoteca Pulse de Orlando, en 2016, se cayó la aprobación de un proyecto de ley del senador demócrata Chris Murphy para terminar con la venta de armas por privados y prohibir las ventas de armas por internet, con los votos en contra de todos menos un republicano y tres demócratas?
La respuesta más común es la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés). No hay duda de que la NRA ha construido un efectivo sistema de cabildeo y una máquina política muy poderosa en Washington, y que ha mostrado su disposición de apoyar a quienes los apoyen a ellos y de perseguir a los que estén en su contra.
Pero ni el cabildeo ni las donaciones políticas de la NRA son las responsables de que no se haya hecho nada en el Congreso. La idea más general –que presionan en la NRA y muchos funcionarios electos republicanos– es que, en esencia,es que, en esencia, cualquier intento de hacer más estrictas las leyes de armas es el primer paso de un terreno resbaladizo que eventualmente puede llevar a los liberales a entrar a tu casa y confiscar tus armas.
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“Hillary quiere abolir, esencialmente abolir, la Segunda Enmienda”, dijo Donald Trump en un mítin en Carolina del Norte, en agosto de 2016. Fue una afirmación que repitió una y otra vez durante la campaña. Y cuando llegó a la Casa Blanca, Trump siguió con el mismo discurso.
Pero esa afirmación no es cierta. Clinton dijo claramente que ella cree que “tener armas es parte de las fibras de muchas comunidades respetuosas de la ley”, aunque destacó que “muchas familias en Estados Unidos han sufrido por la violencia con armas”.
Lo que sí dijo es que aunque tener armas es un derecho constitucional, debe estar sujeto a una “regulación razonable”. Y apoya, sin duda alguna, leyes de control de armas más estrictas, incluyendo terminar con la venta de armas por privados, prohibir su venta en línea y quitarle la inmunidad que tienen los fabricantes y vendedores de armamento.
Pero nada de eso equivale a decir que Clinton pide hacer una redada masiva para incautar armas o eliminar la Segunda Enmienda.
Y esa acusación no se le ha hecho solo a Clinton. El expresidente Barack Obama, quien como Clinton apoya públicamente leyes más estrictas en este tema, recibió frecuentemente acusaciones de querer quitarles las armas a todos los estadounidenses que las tienen.
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Lo difícil es que no importa cuántas veces Clinton u Obama –o cualquier otra figura prominente que apoye públicamente el control más estricto de la venta de armas en EE.UU.– insista públicamente en que no tiene ningún interés en una confiscación masiva de armas, eso no cambiará la opinión de quienes previamente creen en esa idea. Esas personas creen que los demócratas tienen un plan secreto para deshacerse de todas las armas del país.
¿Sus pruebas? Obama mostró su desprecio por aquellos que se apegan a un arma, en una reunión privada. Y hay una grabación de Clinton en otro evento privado en la que dice que la Corte Suprema se equivocó sobre la Segunda Enmienda (pero se refería a un caso específico en Washington, donde se había eliminado la prohibición de revólveres o pistolas).
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Aunque todos esos comentarios seguramente son sentimientos con los cuales no están de acuerdo quienes apoyan el derecho a tener armas, de ninguna manera demuestran una conspiración del Partido Demócrata para confiscar todas las armas del país. (Además de la falta de pruebas de un plan en ese sentido, por pura lógica un plan así resulta alucinante y complejo).
Pero las teorías de la conspiración no se construyen sobre evidencia racional. Se construyen sobre un miedo irracional.
Y el miedo, por supuesto, es un factor de motivación política muy poderoso. La idea de que grupos de liberales errantes te quiten las armas y te roben una libertad fundamental asusta a mucha gente. Por eso, cuando algún político sugiere que cualquier intento de restringir el derecho de adquirir armas o cerrar las demostraciones de armas es el primer paso de un plan más amplio para confiscar todas las armas del país, es fácil entender porqué muchos seguidores de las actuales leyes reaccionan como lo hacen.
Pero las teorías de la conspiración no son hechos. Y los hechos demuestran que la idea de algún tipo de confiscación nacional de armas no se le pasa en este momento por la mente a ningún político.