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Guardia de seguridad de hotel de Las Vegas cuenta detalles de la masacre
00:30 - Fuente: CNN

Nota del editor: Marjorie S. Rosenthal es profesora asociada de pediatría de la Escuela de Medicina de Yale. Durante 2015 y 2016 participó en el Op-Ed Project. Las opiniones expresadas en este texto pertenecen exclusivamente a la autora.

(CNN) – Tengo cáncer de colon metastásico y, como las familias en duelo por el tiroteo masivo de Las Vegas, recibo los pensamientos y oraciones de prácticamente todas las personas que conozco.

Pero es difícil imaginar porqué alguien podría pensar que eso es suficiente.

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Cuando me diagnosticaron –hace cuatro años– no quería decirle a nadie. Tenía miedo. Contarle a la gente lo hacía todo más real. Así que le pedí a mi familia que le contara a los demás. Y luego les pedí a esas personas que les dijeran a otras personas. Al principio, no tuve que decirle a nadie.

Solo fue meses después, cuando comencé a admitir mi diagnóstico y a salir de la casa, que empecé a decirle a la gente.

Algunas personas me preguntaron porqué no me habían visto en tanto tiempo. Les dije que tengo cáncer.

Algunas personas comentaron sobre mi nuevo corte de pelo. Les dije que tengo cáncer.

Algunas personas preguntaron cómo estaba. Les dije que tengo cáncer.

Y luego, todas me ofrecieron sus pensamientos y oraciones.

Pero es difícil imaginar porqué alguien podría pensar que eso es suficiente.

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Más allá de sus pensamientos y oraciones, me ofrecieron lasañas y pan de banano y galletas y mantas cálidas, invitaron a eventos deportivos a mis hijos y se ofrecieron a llevarme a las citas con los médicos y a cuidar mi jardín. Todo eso ha sido de gran ayuda. Nadie tiene un mejor sistema de apoyo que yo.

Pero es difícil imaginar porqué alguien podría pensar que eso es suficiente.

Por supuesto, la clave para sobrevivir han sido mi oncólogo, mi cirujano y sus equipos. Ellos también me dieron sus pensamientos y oraciones. Y la quimioterapia. Y extraer las partes cancerosas de mi colon, mi hígado y mi páncreas.

Pero es difícil imaginar porqué alguien podría pensar que eso es suficiente.

El gobierno federal invierte más de 5.000 millones de dólares en investigación sobre el cáncer y más de 200 millones de dólares en investigación sobre el cáncer de colon. Y adivinen qué. Durante las últimas décadas, debido en gran parte a esa investigación, las tasas de supervivencia para varios tipos de cáncer han mejorado notablemente. Por ejemplo, alguien con cáncer de colon metastásico tenía el 6% de probabilidades de vivir en 1975. Hoy, yo tengo el 14% de posibilidades de vivir.

No existe cura para mi cáncer. Mis números no son lo que yo desearía que fueran. Pero son mucho mejores que si estuviéramos en 1975. Y espero vivir lo suficiente para que esas cifras mejoren aún más.

Puede que tampoco haya cura para la violencia armada. Pero a diferencia del cáncer, no estudiamos el problema para ver si podemos mejorar los números que produce.

Al contrario, limitamos los fondos federales para investigar sobre la prevención de la violencia con armas de fuego. En 1996, el Congreso restringió la financiación que tenían los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) para investigar la violencia armada. Un año antes de que recortaran el presupuesto, los CDC tenían 2,6 millones de dólares por año para investigar ese tema. Para el 2013, tenían solo 100.000 dólares por año.

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Después del tiroteo masivo en la Escuela Primaria Sandy Hook, en el 2012, el presidente Barack Obama emitió un decreto ejecutivo que restablecía la investigación sobre la prevención de la violencia armada en los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por sus siglas en inglés). Los NIH patrocinaron investigaciones al respecto por 18 millones de dólares, hasta que el decreto tuvo vigencia, en enero del 2017.

Para estar seguros, el cáncer de colon mata a más personas que la violencia armada. Pero la diferencia en los recursos federales para investigar la prevención de la violencia con armas de fuego no puede justificarse en ese hecho. En Estados Unidos, la violencia armada mata anualmente a casi 10 de cada 100.000 personas y el cáncer de colon mata a unas 15 de cada 100.000 personas también por año, pero el dinero para investigar el cáncer de colon es casi 100 veces mayor que el dinero destinado a prevenir que haya muertes causadas por armas de fuego.

Ahora que estamos de nuevo frente a la pena y el dolor que produce un tiroteo masivo y estamos debatiendo qué podemos hacer para prevenir el próximo, no puedo evitar preguntarme: ¿qué pasaría si le diéramos recursos a nuestros mejores científicos para estudiar rigurosamente el tema de la seguridad de las armas de fuego y la prevención de la violencia armada?

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Si los científicos estudiaran las relaciones entre las muertes causadas por armas y temas tan variados como los patrones de compra, la verificación de los antecedentes, los bloqueos de seguridad, el diseño de las armas y la evaluación de los profesionales de la salud, tal vez podrían prevenir algunas muertes con armas de fuego.

Así que sí, gracias por todos sus pensamientos y oraciones. Y gracias por sus lasañas y sus galletas y sus mantas cálidas. Necesito esas cosas. Ayudan.

Pero como las familias que están en duelo por culpa de la violencia armada, y como las que pronto lo estarán por el mismo motivo a menos que cambiemos las cosas, necesito que el gobierno federal haga lo que puede hacer. Necesito que el gobierno federal haga su mejor esfuerzo para prevenir el cáncer, para que la quimioterapia sea segura, para fomentar técnicas quirúrgicas innovadoras y mejorar las tasas de supervivencia. Y, para lograrlo, necesito que financien la investigación sobre el cáncer desde todos esos ángulos distintos.

Como pediatra, como madre y como orgullosa ciudadana de este país, también necesito que el gobierno federal financie la investigación sobre la violencia armada desde distintos ángulos.

Y dado que no sabemos quién será el próximo paciente de cáncer o la próxima víctima de la violencia armada, tú también necesitas eso.