(CNN) – Utilizando una combinación de impresión en 3D y células cultivadas, un grupo de científicos en China logró crear nuevas orejas humanos para cinco niños que nacieron con una malformación en una oreja llamada microtia, que afecta la forma y la función del oído.
En este estudio, el primero de su tipo, los investigadores describieron cómo de las orejas afectadas de los niños recolectaron células de cartílago –llamadas condrocitos– y las usaron para desarrollar un cartílago nuevo en forma de oído. La forma tuvo como base modelos impresos en 3D de las orejas sanas de los menores.
Después, los científicos transfirieron las orejas recién creadas a los niños y realizaron una reconstrucción del oído, según el estudio publicado este mes en la revista EBioMedicine.
“Pudimos diseñar, fabricar y regenerar con éxito las orejas específicamente para cada paciente”, escribieron los investigadores en su estudio, que siguió a cada niño hasta por dos años y medio.
“Sin embargo, aún se necesitan mayores esfuerzos para traducir finalmente este trabajo de prototipo en prácticas clínicas de rutina”, explicaron. “En el futuro, el seguimiento a largo plazo (hasta 5 años) de las propiedades del cartílago y de los resultados clínicos … será esencial”, añadieron.
La microtia consiste en una malformación con la que el niño nace, en la se presentan anormalidades estructurales o incluso la ausencia completa de la oreja, lo que puede provocar un deterioro de la audición.
Se estima que esta condición ocurre en uno de cada 5.000 bebés nacidos vivos, dependiendo del origen étnico. La prevalencia de microtia es mayor en las poblaciones hispanas, asiáticas, nativas americanas y andinas.
Usualmente, las opciones de tratamiento para la microtia incluyen cirugías reconstructivas con diversos enfoques, como moldear una “oreja de plástico” artificial que se adhiere al cuerpo o usar el cartílago de la costilla del paciente para crear la oreja.
“El desarrollo de cartílago moldeado para la reconstrucción de la microtia ha sido un objetivo en la comunidad de ingeniería de tejidos por más de dos décadas”, indicó Lawrence Bonassar, profesor de ingeniería biomédica e ingeniería mecánica y aeroespacial de la Universidad Cornell en Ithaca, Nueva York, quien no hizo parte del nuevo estudio, pero ha investigado por su cuenta las orejas de impresión 3D en pacientes que padecen microtia.
“Este trabajo muestra claramente que los enfoques de la ingeniería de tejidos para la reconstrucción de la oreja y otros tejidos cartilaginosos se convertirán muy pronto en una realidad clínica”, aseguró sobre la nueva investigación. “La estética del tejido creado está a la par con lo que se puede esperar de los mejores procedimientos clínicos en la actualidad”, agregó.
“El concepto no es innovador”
El enfoque presentado en la nueva investigación lleva dando vueltas como una idea durante algún tiempo, aseguró la doctora Tessa Hadlock, jefa de cirugía plástica facial y reconstructiva en el hospital Massachusetts Eye and Ear de Boston, quien tampoco participó en el estudio de los científicos chinos.
“Los cirujanos han estado jugando con la idea de extraer el tejido del cartílago de un paciente y reducir ese tejido a sus componentes celulares individuales, para luego expandirlos. En otras palabras, dividir las células para que obtener una pieza más grande o conseguir más células y así poder crear un nueva parte con ellas”, explicó Hadlock.
“Por muchos años, hemos tratado de cultivar células de personas y expandirlas en polímeros para crear una especie de nueva estructura, y lo hemos hecho en animales durante mucho tiempo, y eso también fue aprobado por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) para algunos estudios aquí en Estados Unidos, donde tratábamos de solucionar los problemas con la vejiga para una condición llamada reflujo vesicoureteral”, detalló la jefa de cirugía.
Entonces, “el concepto no es innovador”, señaló Hadlock.
¿Qué es exactamente lo novedoso?
Sin embargo, sobre la nueva investigación, “lo que resulta novedoso es que por primera vez lo hicieron en una serie de cinco pacientes y han tenido un buen seguimiento a largo plazo, que muestra los resultados de las orejas creadas a partir de ese cartílago cultivado”, indicó la médica.
El estudio incluyó a una niña de 6 años, una de 7, una de 8, una de 9 y un niño de 7 años, todos con microtia unilateral.
Cada paciente fue monitoreado durante varios períodos después de la implantación, siendo de 2 años y medio el seguimiento más prolongado.
De todos los casos, cuatro mostraron una formación obvia del cartílago seis meses después de la implantación de la oreja nueva, según los hallazgos de los investigadores, y en tres de los pacientes, la forma, el tamaño y el ángulo de la oreja nueva coincidieron con la otra oreja, la que estaba sana.
Las nuevas orejas permanecieron intactas mientras los científicos realizaron el seguimiento a los niños después de la cirugía, pero en dos de los casos mostraron una leve distorsión tras el procedimiento, escribieron los investigadores.
Los límites del avance
Ahora, el enfoque incluye varias limitaciones.
“La parte peligrosa de este trabajo es que cuando extraes células del cuerpo de alguien y las cultivas, debes aplicar compuestos estimulantes a las células para que se dividan”, explicó Hadlock.
“Cuando aplicas esos compuestos estimulantes, corres el riesgo de permitir que esas células se descontrolen desde el punto de vista de la división. Es otra forma de decir que realmente puedes crear un tipo de crecimiento cancerígeno sin control”, añadió. “En Estados Unidos, hemos sido extremadamente cautelosos de hacer eso”.
Otra de las limitaciones se relaciona con la forma en que los investigadores usaron los propios condrocitos de los niños –las células del cartílago– de las orejas diagnosticadas con microtia, agregó Hadlock.
“Como la oreja no es normal, esas partes pueden estar enfermas. Incluso, pueden ser diferentes a un condrocito totalmente sano”, expuso la médica. “Eso es algo sobre lo que no tenemos suficiente información”, completó.
Los investigadores destacaron en su estudio que planean continuar el seguimiento intermitente a los niños que participaron en la investigación hasta por cinco años, así como continuar informando sobre sus resultados a medida que se recopilan los datos.