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Kimmel a Trump sobre tiroteo en Florida: Literalmente no ha hecho nada
01:20 - Fuente: CNN

Sigue la cobertura de la edición 90 de los Oscar

(CNN) – Involuntariamente, Jimmy Kimmel presidió la mayor confusión en la historia de los Premios Oscar. Sin embargo, tener los sobres correctos cuando se anuncia la mejor película debería ser un problema relativamente menor para un anfitrión que llega a la ceremonia de este año con un perfil muy diferente al de 2017.

La estrella de la cadena ABC no ha sido ajena al humor político, pero disfrutaba ser una figura pública agradable e incluso salomónica. De hecho, el presidente de Estados Unidos Donald Trump estuvo en su programa durante la campaña, en una alegre aparición que provocó que los músicos invitados, The Weeknd and Belly, cancelaran su asistencia al show.

Incluso si Kimmel pareció ser una opción segura como presentador en 2017 –cuando primaron los toques alegres de su supuesta rivalidad con Matt Damon y la participación de los famosos leyendo tuits crueles–, una versión diferente del comediante es la que llegará a los Premios de la Academia este 4 de marzo.

Durante el año pasado, Kimmel entró agresivamente a la contienda política, empezando por su defensa al servicio de salud, después de atravesar una desgarradora experiencia personal con su hijo recién nacido, Billy, quien necesitó una cirugía de corazón abierto.

Kimmel convirtió eso en un monólogo provocador en mayo pasado, cuando exigió que otros niños tuvieran el mismo acceso a la atención médica que su hijo. Desde entonces, ha insistido en el tema criticando al senador republicano Bill Cassidy, quien dijo que cualquier legislación acerca de la salud debía superar la “prueba de Jimmy Kimmel”, pero después presentó un proyecto de ley que no lo cumple.

Según el presentador, Cassidy le mintió en su “propia cara”.

Kimmel también se involucró en otro tema candente, tras la masacre de octubre perpetrada en su ciudad natal, Las Vegas. “El sentido común dice que nada bueno vendrá de permitirle a una persona tener armas que pueden derribar a 527 estadounidenses en un concierto”, aseveró Kimmel en un monólogo que, como en el caso del servicio a la salud, se volvió viral rápidamente. “El sentido común dice que no debes permitirles a quienes sufren de enfermedades mentales comprar armas”, añadió.

Y más recientemente, el presentador hizo otro comentario conmovedor sobre el tiroteo mortal en una escuela de Parkland, reprochándole a Trump que “literalmente no hizo nada” para enfrentar el problema.

Los Oscar tradicionalmente elegían a estrellas de alto perfil para ser los anfitriones de la ceremonia. Sin embargo, ABC aseguró una participación creativa cuando negoció la extensión de su acuerdo de transmisión con la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de EE.UU. hasta 2028: utilizar el evento como una plataforma de promoción para su presentador.

La compensación es que los Oscar ponen a Kimmel bajo un microscopio, simplemente en virtud del tamaño del escenario. La transmisión del año pasado registró 32,9 millones de espectadores, según Nielsen. Es decir, una cifra que está ligeramente por debajo de la de 2016, pero que es aproximadamente 15 veces la audiencia que el programa “Jimmy Kimmel Live” alcanza durante una noche normal.

Aunque Kimmel podría terminar de tercero en la programación nocturna de la cadena ABC –detrás de Jimmy Fallon y un Stephen Colbert fortalecido–, sus ratings se han mantenido estables, en ocasiones beneficiándose de su perfil ahora destacado.

En esta época de mentalidad política en los shows de la noche, él es claramente un activo para ABC. Si bien las incursiones en este corren el riesgo de espantar a algunos espectadores, también crean admiración por el presentador en la audiencia que comparte sus puntos de vista.

La franqueza de Kimmel ya ha provocado críticas. En el sitio web conservador Newsbusters, Kristen Marsh escribió que era “un comediante que ayuda a la misión de los medios de izquierda para engañar a los televidentes”.

Pero, en este punto, la división partidista ya ha sido bastante tratada en los segmentos de los shows nocturnos, así como en las ceremonias de premios. Cualquiera que se asombre porque el presidente Trump fue centro de sátiras o (en el caso de los discursos por galardones) criticado no ha estado poniendo atención o no es un candidato digno de ver.

Pese a toda la atención que ha recibido, Kimmel suena como una especie de guerrero cultural algo renuente: atraído a estas conversaciones por la experiencia personal y la pasión, pero no ansioso de hacer una carrera a partir de eso.

Como le dijo Kimmel a Vulture en octubre pasado, refiriéndose al giro serio de la televisión nocturna, “tal vez los días de diversión hayan terminado, pero me gusta pensar que no”.