Nota del editor: Carlos Alberto Montaner es escritor y analista político de CNN. Sus columnas se publican en decenas de diarios de España, Estados Unidos y América Latina. Montaner es, además, vicepresidente de la Internacional Liberal. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.
(CNN Español) – Un reciente despacho de la agencia Reuters desde La Habana recogía una autocrítica de los errores y la lentitud de las reformas económicas emprendidas por Raúl Castro a pocos días de que el general abandone la presidencia.
Sin embargo, el Partido Comunista insiste en continuar con las reformas dirigidas por el Estado.
Mi opinión es que ahí, precisamente, radica el fracaso de la economía cubana: en el dirigismo, en la planificación centralizada. Mientras no liberen las fuerzas productivas, la sociedad cubana continuará hundida.
En los países prósperos la economía crece espontáneamente en el ámbito privado por el tirón de los emprendedores. Nadie le dio la orden a un grupo de jóvenes para que crearan Microsoft o Apple.
El gobierno cubano decide lo que se puede producir y a qué precio debe venderse. Decide hasta los tipos de oficio que pueden desempeñar los trabajadores por cuenta propia.
El objetivo del sector no estatal es pagar impuestos y recoger a los cientos de miles de trabajadores innecesarios en el sector público.
El sector público, a su vez, está formado por unas 2.500 empresas de cierto volumen, capaces de generar divisas: hoteles, cementeras, teléfonos, cerveceras y compañías de ese estilo y dimensión.
Los pequeños empresarios privados que hay en el país no pueden acumular riqueza, invertir y crecer. Cuando lo hacen, frecuentemente los castigan y les cierran los negocios. Crecer y prosperar, supone el gobierno, los haría desiguales y políticamente peligrosos.
En las sociedades que progresan, el Estado no le dice al individuo lo que debe hacer, sino lo que no puede hacer. Mientras el gobierno cubano no lo entienda el país seguirá siendo muy pobre.