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05:32 - Fuente: CNN

(CNN) – Al igual que más de 100.000 mujeres australianas, Linda Schulz tuvo un implante de malla pélvica para tratar complicaciones de parto. No obstante, ella acabó con un prolapso o desprendimiento de la vejiga y el intestino.

La malla sería una solución rápida, pero las consecuencias fueron peores.

Su pierna derecha se entumeció casi inmediatamente después de la intervención. Luego de unas semanas, la malla era como un cuchillo que la cortaba constantemente desde adentro.

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“La malla cruzó la pared vaginal y atravesó mi piel”, describió Schulz. “Cualquier movimiento lo sentía como si un cuchillo de sierra me estuviera cortando”, agregó.

Linda Schulz, una de las mujeres australianas que se vieron afectadas por los efectos de las mallas pélvicas o  transvaginales.

En el último año, Schulz, de 48 años, con cientos de mujeres que experimentan complicaciones similares, solicitaron al Senado australiano que investigara el uso de dicho tipo de malla.

Tras una investigación de un año, el Senado publicó un informe este miércoles, recomendando que el implante sea un “último recurso”. También llamó la atención que los médicos no informaron adecuadamente a sus pacientes y “abusaron” del procedimiento “sin considerar alternativas”.

El informe incluyó recomendaciones para mejores pautas de tratamiento y capacitación médica, prevención de incentivos financieros para los médicos, un registro de dispositivos implantables de alto riesgo y una auditoría a procedimientos anteriores. También describió la preocupación de que no es posible identificar con precisión el número de mujeres que han recibido implantes de malla transvaginal en el país.

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“Las mujeres que han tenido esos implantes, que tienen esos resultados… han sido traicionadas por el sistema y por ciertas personas en la profesión médica en quienes confiaban”, dijo la senadora Rachel Siewert cuando presentó el informe al Senado.

Las audiencias se realizaron en toda Australia en 2017. Cientos escribieron al Senado, compartiendo una serie de historias sobre la vida con dolor después de la operación, desde no poder caminar, sentarse o conducir hasta pinchar a su pareja durante el coito con una astilla que el implante rompió.

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“Historias de terror”

El implante de malla es una solución rápida dirigido a reparar complicaciones comunes del parto y la menopausia.

La malla soporta el tejido debilitado o dañado para tratar el mal control de la vejiga y el prolapso de órganos. Pero el procedimiento puede ser riesgoso por los métodos y materiales utilizados. Según estudios, las complicaciones pueden incluir perforación del órgano, infección, hemorragia y disfunción sexual.

Alrededor de la mitad de las mujeres de entre 50 y 79 años pueden tener prolapso, según la American Urogynecologic Society. Cuando los músculos y ligamentos en el suelo pélvico se estiran demasiado, por razones como el parto, no pueden sostener los órganos pélvicos: la vejiga, el recto y el útero. Los órganos pueden caer en la cavidad, lo que hace que la micción y el sexo sean dolorosos.

Una de cada cinco mujeres tiene incontinencia, o un mal control de la vejiga, desde el parto, según el Journal of Prenatal Medicine.

Parte del problema en el pasado, dijo Schulz, es que no había estadísticas duras y registros de cuántos procedimientos se realizan y sus efectos.

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En abril de 2017, el Centro de Temas de Salud, un grupo australiano de defensa del consumidor, realizó su propia encuesta. Después de preguntar en Facebook por historias, escuchó a 2.500 mujeres en seis semanas.

“Escuchamos historias de terror, vidas que fueron destruidas totalmente”, dijo Danny Vadasz, jefe del Centro de Cuestiones de Salud, quien también escribió al Senado, solicitando una reforma. “Nos sorprendió y apenas creíamos que algo así podría suceder en el que consideramos un sistema de salud de clase mundial, el de Australia”.

Con base en su encuesta, Vadasz estima que en las últimas dos décadas, ha habido de 120.000 a 150.000 implantes de malla en Australia. Asimismo, alrededor del 70% de las historias que escuchó su grupo implicaban falta de consentimiento e información. A muchas mujeres, dijo, ni siquiera les dijeron que se les implantaría una malla en el cuerpo.

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“El mío estaba mal equipado”

“Como estos dispositivos iban a ser permanentes, estamos destinadas a vivir con pelvis en descomposición para siempre”, dijo Justine Watson, una residente de Sydney que envió fotos de su malla al Senado como parte de la investigación y se unió a más de 700 mujeres australianas, el año pasado, en una demanda contra Johnson & Johnson, asegurando que sus dispositivos de malla eran defectuosos.

En enero, el gigante farmacéutico retiró sus productos de malla del mercado australiano. Ese mismo mes, el regulador de dispositivos médicos de Australia, Therapeutic Goods Administration, eliminó los productos de malla para el prolapso.

El dolor de Watson fue tan severo que ella intentó quitarse la vida después de haber sido hospitalizada varias veces. Los médicos no le creyeron, dijo ella, transfiriéndola a psiquiatras.

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“El mío estaba mal equipado”, dijo Watson, quien gastó los ahorros de toda su vida para viajar en octubre desde Australia a Estados Unidos para retirarse la malla que se implantó por primera vez en 2010. “Se rompió en la pared de la vejiga y se ensartó en la uretra”, detalló.

A los tres meses del procedimiento, Watson volvió a tener incontinencia y después de sufrir múltiples problemas médicos, como fibromialgia, dolor crónico y fatiga, le quitaron la malla. A los 47 años, el procedimiento le dejó el cuerpo de una persona de 80 años: malestar, sobrepeso e incapacidad para caminar más de 100 metros.

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La necesidad de más acción

Tanto Watson como Schulz dijeron que sentían que el informe del miércoles del Senado estaba lleno de directrices en lugar de reglas concretas.

“Se nota algo ambiguo y puede interpretarse de diferentes maneras … Es muy poco probable que haga una diferencia”, dijo Watson.

Y ocho grupos de apoyo de implantes de malla pélvica australianos dijeron en una declaración conjunta: “Hay algunos destellos de esperanza para las mujeres con lesiones de malla en el informe”. Sin embargo, agregaron, “nos decepciona que las recomendaciones no sean más estrictas y se exija un cambio en el tratamiento, la supervisión y la atención”.

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Un estudio de 2016, que comparó los resultados de las mujeres en 35 hospitales del Reino Unido que se sometieron a cirugía con y sin malla, concluyó que “no hubo beneficio para las mujeres que tuvieron su primera reparación del prolapso por el uso de malla sintética transvaginal”.

También hay tratamientos menos invasivos, recomendados por algunos investigadores , como el entrenamiento muscular del piso pélvico para fortalecer el tejido debilitado.

Pero a muchas mujeres, como Schulz, no se les da otra opción.

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