Nota del editor: Roberto Izurieta es director de Proyectos Latinoamericanos en la Universidad George Washington. Ha trabajado en campañas políticas en varios países de América Latina y España y ha sido asesor de los presidentes Alejandro Toledo de Perú, Vicente Fox de México y Alvaro Colom de Guatemala. Izurieta también es analista de temas políticos en CNN en Español.
(CNN Español) – Durante más de un año, los demócratas, la oposición a Donald Trump y gran parte de los sectores más informados y formales de la sociedad y de los medios, hemos discutido el costo político de ciertas ideas y mensajes del presidente de Estados Unidos sobre los mexicanos, los inmigrantes, las diferencias y luchas raciales, la interferencia de Rusia en las elecciones y el sistema de justicia.
Pero ahora, a pesar de no ser un experto en el área, creo que comenzará con más fuerza el debate en torno del costo de los mensajes de Trump para la economía y los negocios. Los titulares de este martes en The Wall Street Journal son solo el inicio de eso.
Uno de los pocos activos con los que llegó Trump era la esperanza que tenían ciertos sectores económicos que sobre el recorte de impuestos y la desregulación del gobierno -algo de lo que bastante consiguieron. Por eso, uno de sus argumentos más sólidos era el gran despunte en el mercado de valores desde que ganó las elecciones.
Sin duda, Trump traía cambio y también inestabilidad —o como quisiéramos verlo—, sobre todo por su retórica, sus tuits y ciertas formas de comportarse (la incorrección política). Pero esas actitudes no afectaban los negocios y el mercado de valores. Por eso, desde la campaña mucha gente decía: no hay que tomar sus palabras de manera textual, pero sí hay que tomarlo en serio.
Sus mensajes son bien recibidos por su base electoral —un electorado nacionalista— y por quienes buscan salidas fáciles, populistas y, por lo tanto, rápidas a sus problemas de marginación y empleo, específicamente la pérdida de empleos en las minas de carbón y la manufactura.
Esta semana, muchos de sus mensajes han comenzado a afectar al mercado de valores y las perspectivas de negocios.
El proteccionismo suena bien para su base, pero una guerra comercial puede ser muy costosa. Sobre todo, cuando se desarrolla sin planificación, sin estrategia y sin los recursos-ahorros-reservas que tiene China para enfrentar esta guerra comercial.
China aún no ha respondido en forma completa a la amenaza. Pero hasta ahora todo indica que esas respuestas podrían golpear a la base electoral de Trump, con tarifas que afectarían a la producción agrícola y ganadera. China tampoco ha descartado ser menos agresiva en la compra de papeles de deuda del Tesoro de Estados Unidos. Recordemos que con el nuevo recorte de impuestos y presupuestos aprobados “entre gallos de media noche”, Estados Unidos necesita vender más deuda para financiar sus gastos operativos.
Y esta semana, la batalla es contra Jeff Bezos, el fundador y presidente ejecutivo de Amazon.
Las bolsas han perdido gran parte del valor ganado en los últimos meses. A pesar del enorme repunte que tuvieron los mercados de valores desde que ganó Donald Trump, enfrentan ahora una menor proyección de crecimiento si comparamos con el ritmo que exhibía desde el fin de la última crisis, digamos desde los dos últimos años de Barack Obama. O sea, lo que se haya ganado, ya se perdió.
En otras palabras, la inestabilidad —producida por ejemplo por el voto del brexit en el Reino Unido y el temperamento, la agenda y las ideas de Trump— ya comienza tener un precio muy alto para la economía y a las ganancias, tanto del sector privado como de los ahorristas de los Estados Unidos. Si bien pocos aún hacen esas cuentas, la realidad es que el costo de la inestabilidad no solo se paga a nivel político, sino, más temprano que tarde, en la economía familiar y en el valor y las ganancias de las empresas.