Nota del editor: Frida Ghitis, columnista de asuntos mundiales, fue corresponsal y productora de CNN. Colabora frecuentemente con CNN, el Washington Post y World Politics Review. Síguela en Twitter como @FridaGhitis. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.
(CNN) – No debería sorprender a nadie que Corea del Norte haya frenado en seco el tren de la paz, que hasta hace pocas horas parecía avanzar felizmente hacia una reunión histórica entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el líder norcoreano, Kim Jong Un, programada para junio en Singapur.
La reunión no se ha cancelado, pero los norcoreanos desconcertaron a Washington y a Seúl cuando anunciaron en el último minuto que las charlas con Corea del Sur, programadas para el miércoles 16 de mayo, se pospondrían “indefinidamente” a causa de los ejercicios militares que Estados Unidos y Corea del Sur tenían planeados desde hace mucho.
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El anuncio de la agencia noticiosa oficial norcoreana contenía un mensaje —más bien una amenaza— para Trump: que Estados Unidos tiene que “pensar seriamente” en el posible efecto de los ejercicios militares sobre la cumbre con Kim y advirtieron: “Estaremos muy atentos de la actitud de las autoridades estadounidenses y surcoreanas”.
El anuncio desconcertante es una prueba para Trump, quien, pese a que afirma que ha logrado tratos impresionantes, ya cometió uno de los errores básicos que un negociador puede cometer. Trump trata de mostrarse despreocupado, pero todos saben que hacer un trato con Corea del Norte sería un gran triunfo para un presidente atormentado que fantasea con ganar el premio Nobel de la Paz. La semana pasada, cuando le preguntaron si merecía el premio, contestó sonriendo: “Todo el mundo cree que sí”.
Kim está probando a Trump. Está tratando de hacer justamente lo que su padre y su abuelo lograron: obtener concesiones, conseguir ganancias económicas y políticas mientras hacen pocas concesiones o promesas que incumplieron.
La repentina indignación del gobierno norcoreano por los ejercicios militares de Estados Unidos y Corea del Sur, conocidos como Max Thunder, es un timo. El objetivo de estos ejercicios anuales es mantener la coordinación militar entre Estados Unidos y su aliado, estar listos en caso de un ataque de Corea del Norte. Después de todo, Corea del Norte ha atacado.
El gobierno norcoreano sabía que Max Thunder llegaría. De hecho, en marzo, poco después de su visita a Pyongyang, el asesor de seguridad nacional de Corea del Sur dijo en un comunicado que “[Kim] entiende que los ejercicios militares de rutina de la República de Corea y Estados Unidos deben continuar. Además, expresó que está ansioso de reunirse con el presidente Trump lo más pronto posible”.
Kim está tratando de descubrir hasta dónde Trump está dispuesto a llegar para impedir que la cumbre se venga abajo. Poco después del sorpresivo anuncio, el Pentágono aparentemente insinuó que no cedería. Ya veremos qué dice Trump.
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Ceder a las exigencias de Kim respecto a los ejercicios militares sería una concesión más en las negociaciones previas a la cumbre, que ya de por sí son desiguales. Corea del Norte siempre ha querido que los ejercicios militares se cancelen. Ese debería ser un tema de negociación, no una concesión previa a las conversaciones.
Trump, cuyo gobierno ha perdido a sus principales expertos en temas nucleares y de Corea del Norte, ya ha cedido mucho ante Kim. Desde hace décadas, Corea del Norte había querido una reunión de alto nivel con funcionarios estadounidenses. Trump no solo la concedió a cambio de muy poco, sino que ha estado alabando a Kim, diciendo que es “muy honorable” y “realmente excelente”.
Parece que ya olvidaron todos los resentimientos pese a que Kim dirige un régimen brutal, plagado de violaciones a los derechos humanos como la esclavitud o el asesinato, según algunos grupos de derechos humanos y Naciones Unidas.
Hasta ahora, la principal concesión de Kim es la promesa de desmantelar un sitio de pruebas nucleares; sin embargo, muchos expertos afirman que el sitio está dañado por explosiones anteriores y que ya sirvió a su propósito, que fue completar el arsenal nuclear norcoreano.
Trump se ha burlado de sus predecesores por haber hecho concesiones que a final de cuentas no arrojaron resultados. Se comprometió a no aceptar nada menos que una Corea del Norte sin armas nucleares. Kim lo está probando y el mundo está observando.